Mostramos una reseña e imágenes de la calle Dos de Mayo, en Burguillos.
Hoy, 2 de mayo, es el aniversario de los sucesos del 2 de Mayo (2 de mayo de 1808), que supuso el levantamiento del pueblo madrileño contra los invasores franceses, hecho que marca el inicio de la Guerra de la Independencia española, así que hoy es el mejor día para explicarte la calle Dos de Mayo, de Burguillos, dando un paseo por ella.
La calle (desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos) está dedicada al hecho histórico del Dos de Mayo, que marcó el inicio de la Guerra de la Independencia española.
Pocas insurrecciones populares han inspirado tanto a un pueblo como lo hizo Madrid con el resto de España para hacer frente a la ocupación francesa aquel 2 de mayo.
No es ningún secreto la maniobra que usó Napoleón para ocupar el territorio español con todas las de la ley. Quizás lo que no queda tan claro es el nombre de ese engaño. El Tratado de Fontainebleau fue el regalo envenenado de Napoleón al rey de España.
En este tratado, que se firmó el 27 de octubre de 1807, se pactó una invasión de Portugal en una coalición franco-española. Eso suponía el libre acceso a más de setenta mil soldados franceses al territorio español. La invasión fue un éxito, para finales de noviembre de 1807, las tropas francesas ya estaban entrando en Lisboa y los reyes portugueses exiliados en Brasil.
Ante la nefasta gestión de Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV, y las sucesivas derrotas militares en la guerra anglo-española de 1796-1802, se generó mucho malestar. Este descontento llegó a todas las capas de la sociedad: las más bajas, por la profunda crisis económica provocada por la interrupción del comercio con América y la delicada situación de la hacienda. Y la nobleza, que se intrigaban junto al ambicioso príncipe Fernando y los agentes de Napoleón contra el rey y su primer ministro. Otro motivo de gran malestar fue la problemática presencia de las tropas napoleónicas que cada vez más actuaban como fuerzas de ocupación y no de paso.
Godoy, asustado por las intenciones ocultas de los franceses, en marzo de 1808 trasladó a los monarcas fuera de Madrid, a Aranjuez, para poder evacuarlos hacia las Américas en caso de golpe de estado, tal y como habían hecho los reyes portugueses. El rumor de que los reyes abandonarían el territorio corrió como la pólvora. Los líderes de los fernandinos animaron a los civiles a que se aglomerasen en torno al Palacio Real de Aranjuez y empezaran a sitiarlo.
El objetivo de esa rebelión era la abdicación de Carlos IV y la destitución de Godoy. Finalmente el príncipe Fernando, que era el instigador, logró su objetivo y el día 19 de marzo de 1808 es coronado Rey. Era la primera vez en la España moderna que un rey era depuesto por un alzamiento popular.
El mariscal Murat aspirando a conseguir el trono de España tuvo que conformarse con el de Nápoles ya que Napoleón reservó ese honor para su familia.
Murat fue uno de los más célebres mariscales de Napoleón y estuvo al frente de la ocupación peninsular y de la posterior represión. Aprovechando el caos en Aranjuez, entró en Madrid el 23 de marzo con sus tropas e informó a Napoleón del cambio de corona antes incluso de que Fernando llegase a la capital.
Conociendo las intenciones de Napoleón de destronar al joven rey, Murat se encargó de influir en la nobleza para crear el descontento entre la familia real acerca de la ilegitimidad por la abdicación forzosa. El Mariscal, como autoridad máxima de Francia en la Península, no lo reconocía como rey. Sabía que Fernando necesitaba el reconocimiento internacional, al menos el de Francia.
Aprovechando esa ventaja y con la promesa de que Napoleón se reuniría con él en Madrid, lo fueron alejando de la capital. Primero hasta Burgos, luego Vitoria y finalmente, Bayona (Francia). El rey llegó a la ciudad fronteriza el 20 de abril con la promesa de que el emperador reconocería su legitimidad.
Murat era una persona con una gran ambición. De origen humilde, gracias a la Revolución Francesa y a su talento para la guerra, ascendió al rango de mariscal en el 1804 con 47 años de edad. Pero Murat no se conformó con un rango militar y se emparentó con el emperador Napoleón casándose con su hermana Carolina Bonaparte cuando ésta tenía 18 años. La aspiración de Murat era llegar a ser rey de España. Lideró la discreta ocupación y posterior represión del 2 de mayo en Madrid.
Murat era un buen represor, pero no un buen gobernante por lo que Napoleón prefirió poner a su hermano José, más ilustrado, moderado y diplomático que Murat, quien tuvo que conformarse con el reino de Nápoles, un territorio en plena decadencia para la política internacional.
Con Fernando fuera de Madrid, el 16 de abril Murat dijo a la junta de gobierno provisional que Napoleón solo reconocería a Carlos IV como rey legítimo. El mariscal también exigió a la Junta que debían excarcelar a Godoy para llevárselo a Bayona. De esta manera intentaría convencer e influir a los antiguos monarcas para favorecer la legitimidad de Fernando.
Con esta estrategia el día 22 de abril los reyes destronados partían del Escorial dirección Bayona donde llegarían el día 30 de abril con la seguridad que les sería devuelta su corona. El siguiente paso era trasladar el resto de la familia real a Francia para convencerles del traspaso de su legítima corona a sus manos. Cosa que logró sin mayores dificultades.
Murat creía que la población de Madrid era tan impresionable como la mayoría de sus dirigentes y políticos, por lo que hacía alarde de fuerza paseando y desplegando sus tropas por la ciudad. Las cuales eran recibidas con hostilidad por parte de la población.
El rumor de que los hijos de Carlos IV iban a ser sacados de Madrid hacia Bayona se extendió rápidamente. Rumor que efectivamente era cierto. A primera hora de la mañana, una muchedumbre de gente se aglomeró frente al Palacio Real. Su objetivo era impedir que los soldados franceses pudiesen acceder a Francisco de Paula, el hijo menor de Carlos IV.
La tensión aumentó hasta que el hijo de Carlos IV salió al balcón para ver el gentío. Entonces, un grupo de ciudadanos atacó a unos soldados franceses creyendo que se dirigían a sacar al infante del palacio por la fuerza. Los franceses usaron artillería para dispersar a la multitud. Eso desencadenó episodios de violencia por toda la Villa. Todo el resentimiento acumulado por la ocupación y los abusos estalló.
En España, las armas estaban prohibidas desde 1761 bajo el mandato del Rey Carlos III. Eran muy pocos los ciudadanos que disponían de ellas en sus casas. Si las querían, debían asaltar alguna caserna o robarlas de soldados muertos. Recurrieron a lo que tenían en casa, navajas, cuchillos, palos, macetas, etc. A pesar de que Murat ya había desplegado a sus treinta mil hombres por la ciudad, la revuelta duró todo el día. Las tropas napoleónicas no tuvieron escrúpulos o miramientos a la hora de reprimir a la población, se enfrentaron a hombres, mujeres y niños. Los soldados franceses muertos se cuentan por la centena, mientras que los ciudadanos madrileños cerca del medio millar. Existe un debate historiográfico acerca de el número de bajas.
Después de aplacar a las masas, Murat decidió un castigo ejemplar para que el episodio no se repitiese. Ordenó fusilar a todo aquel participante del episodio y a toda persona arrestada durante el conflicto. La brutalidad de ese castigo, junto a la revuelta del 2 de mayo de Madrid, fueron el punto de inicio de la Guerra de Independencia, que se propagó hasta el último rincón de la Península. Los eventos se precipitaron a tal velocidad que para septiembre de ese mismo año ya se había constituido la Junta Suprema Central en Aranjuez. El conflicto se alargaría hasta el año 1814.
Esa represión quedó reflejada para la posteridad en la célebre obra de Francisco de Goya que representa los fusilamientos del 3 de Mayo. Cabe destacar que en todo momento muchas de las autoridades tanto militares como administrativas españolas se alinearon con el ocupante francés, seguramente por miedo o por extorsión.
Los monumentos y honores al celebre día riegan las calles y plazas de la ciudad. También es el día oficial de la actual Comunidad de Madrid, en la que se realizan actos institucionales en honor a los caídos. Pero no solo en Madrid, en multitud de ciudades de todo el Estado se encuentran hoy en día calles, estaciones, plazas, etc. que recuerdan a las personas de esa jornada y lo que supuso para el futuro del país. Gracias a ese acto, se activó la cadena de eventos que trajeron la posterior redacción de la primera constitución española en 1812 (El Reto Histórico).
El 2 de mayo de 1808, las tropas francesas deciden sacar a la Familia Real de Madrid, mientras les observa una multitud que protesta ante las puertas de palacio. La muchedumbre es disuelta por un batallón de granaderos, y la noticia origina una violenta reacción del pueblo de Madrid contra los franceses.
Al día siguiente, 3 de mayo, el comandante del ejército francés y gobernador de Madrid, Joaquín Murat, toma medidas para restablecer el orden, castigando de manera sangrienta el levantamiento popular. En Moncloa son fusilados todos aquellos que han sido apresados con las armas en la mano. Ese mismo 3 de mayo, Andrés Torrejón, alcalde de Móstoles, declara la guerra a los franceses.
Después de los sucesos acaecidos el día 2 y a lo largo de todo el mes de mayo, se producen levantamientos provinciales que culminan en la formación de varias juntas. También se suceden en muchas ciudades movimientos populares que no cuajan en la formación de una de ellas.
Mientras tanto, el 6 de mayo, las denominadas abdicaciones de Bayona se suceden ante la presencia de Napoleón Bonaparte. La corona, símbolo de la legitimidad de la monarquía, pasa de las manos de Fernando a las de su padre, Carlos IV, y de las de este a Napoleón, quien a su vez elegirá a su hermano José (Real Academia de la Historia).
La calle Dos de Mayo (es una desmembración de la calle Las Espigas, y de hecho aún permanece el rótulo de ésta), está situada en entre los Barrios de "El Ejido", y "Lejos". Va de la calle Las Espigas, a la confluencia de la calle Real con la calle Pregonero Isidoro de Catalina, y tiene una longitud de 300 metros aproximadamente, siendo bidireccional desde el punto de vista del tráfico rodado, asfaltada y alumbrada por farolas funcionales. Está conformada por viviendas unifamiliares de autoconstrucción de una y dos plantas en altura, al principio y al final de la misma, en la acera de la izquierda, mientras que el resto de dicha acera lo ocupa una antigua fábrica de bovedillas y almacenes agrícolas, mientras que la acera de la derecha es el campo propiamente dicho.
La calle Dos de Mayo es, históricamente, un camino, asfaltado modernamente, ya que fundamentalmente fue un camino utilizado para usos agrícolas y como unión de dos barrios del pueblo, de ahí que tenga tan sencillo comentario.
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