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lunes, 26 de julio de 2021

Arte: Las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, en el Retablo de la Virgen del Rosario, en la Iglesia de Burguillos

   Mostramos en Historia de Burguillos una reseña de las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, que podeos contemplar en el Retablo de Nuestra Señora del Rosario, de la Iglesia de San Cristóbal, mártir.
   Hoy, 26 de julio, Memoria de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, cuyos nombres se conservaron gracias a la tradición de los cristianos [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].

   En los laterales del Retablo de Nuestra Señora del Rosario, escoltando a la Santísima Virgen del Rosario, podemos contemplar las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, interesantes esculturas de hacia 1725, en madera de ciprés policromada, con unas medidas de 1'07 m. y 1'02 m. respectivamente, quizás provenientes de un retablo que existió en la parroquia burguillera dedicado a Santa Ana, y que desapareció tras la ampliación de la misma a partir de 1783. Son dos buenas esculturas en las que destaca la naturalidad y el realismo en sus rostros y gestos.
   San Joaquín, es una imagen de bulto redondo, representado como un anciano vestido como patriarca judío con el cordero a sus pies, típico de su iconografia. Se puede encuadrar dentro de la primera mitad del siglo XVIII.
   Santa Ana, es una imagen de bulto redondo, con túnica talar verde y manto rojo, sin que presente ningún elemento icnográfico representativo, más  que su representación  como una  anciana. Se puede encuadrar dentro de la primera mitad del siglo XVIII.
   Hasta hace unos años, era habitual que compusieran en la época de Navidad, un Belén en el que representaban los papeles de San José y de la Virgen María, para acunar al Niño Jesús de Nuestra Señora del Rosario, y acompañados por la imagen del Dulce Nombre de Jesús, del mismo retablo de la Virgen del Rosario, hecho que incomprensiblemente y de manera arbitraria ha desaparecido de las costumbres burguilleras.

Conozcamos mejor el Ciclo de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios;
EL CICLO DE ANA Y JOAQUÍN
Las fuentes apócrifas
   Los Evangelios canónicos no nos dicen nada del nacimiento ni de los años de infancia y juventud de la Virgen María con anterioridad a la Anunciación, que es lo único que que les interesa. Ni siquiera registran el nombre de sus padres.
   Para satisfacer la curiosidad de los fieles, esas lagunas de la crónica oficial han sido colmadas por los Evangelios apócrifos. Los mejor informados acerca del tema son:
1. El Protoevangelio de Santiago.
2. El Evangelio del Seudo Mateo (Liber de ortu beatae Mariae Virginis et infantia Salvatoris).
3. El Evangelio de la Natividad de la Virgen.
   Estos relatos fueron popularizados en el siglo XIII por Vincent de Beauvais, en su Speculum  Historiae y por el arzobispo hagiógrafo Santiago de Vorágine en la Legenda aurea (Leyenda Dorada). Pero los que se refieren a los padres de la Virgen inspiraron a los artistas occidentales hacia las postrimerías  de la Edad Media, gracias al culto tardío de santa Ana.
La formación de la leyenda
   La piadosa novela de los Evangelios apócrifos puede resumirse así: Después de veinte años de matrimonio con Ana, Joaquín seguía sin descendencia. Ahora bien, la esterilidad entre los judíos se consideraba una maldición divina. Además, el sumo sacerdote se negó a aceptar la ofrenda que Joaquín quería dedicar al templo. Desesperado por esa afrenta, éste se retiró en soledad, junto  a sus pastores.
   Pero enseguida el arcángel Gabriel se le apareció, al igual que a su mujer que estaba sola en Jerusalén, para predecir a ambos el nacimiento de un niño.
   Los viejos esposos se encontraron en la Puerta Dorada y se abrazaron llenos de alegría: del beso que se dieron nacería la Virgen Inmaculada, madre del Redentor.
   La falta de historicidad de esta fábula se anuncia en numerosos indicios.
   En principio, los nombres Ana y Joaquín no designan, como ya lo observara Lenain de Tillemont en el siglo XVII, a personajes reales, se trata de denominaciones simbólicas: Ana significa Gracia en hebreo, y Joaquín, Preparación del Señor.
   Por otra parte, todos los elementos de esta historia de los Evangelios apócrifos fueron tomados del Antiguo Testamento. La leyenda de Ana no es más que una ampliación de la historia de su homónima Hanna, madre de Samuel, de los dos primeros capítulos del Libro de los Reyes. El tema de los viejos esposos que después de largos años de matrimonio estéril son gratificados con un niño por la gracia divina, reaparece muchas veces en la Biblia que a su vez lo ha tomado de la leyenda universal. Es la historia de Abraham y de Sara, padres tardíos de Isaac, de Manuc, padre de Sansón, de Zacarías e Isabel, padres de Juan Bautista. Los Evangelios apócrifos se limitaron a copiarlo aplicándolo a los padres simbólicos de la Virgen.

Iconografía
   En las representaciones de la leyenda pueden distinguirse los ciclos y los episodios aislados.
   1. La ofrenda de San Joaquín rechazada
   Protoevangelio de Santiago. El sumo sacerdote dijo a Joaquín: «No te está permitido ser el primero en depositar tus ofrendas, porque no has engendrado en Israel.»
   La ofrenda rechazada de Joaquín es, ya un cordero, ya una suma de dinero. A veces, el donante estéril es brutalmente expulsado por el sumo sacerdote que lo hace rodar por los peldaños de la escalera. Pero casi siempre se retira con una tristeza llena de dignidad, seguido por su criado que lleva el cordero.
   2. Joaquín entre los pastores
   3. Anunciación a San Joaquín
   Un ángel le anuncia que su mujer parirá una hija de la cual nacerá el Mesías. 
    Esta escena corre el riesgo de ser confundida con la Anunciación a los Pastores. Pero Joaquín está solo con su rebaño y se arrodilla frente al ángel que se le aparece.
   A causa de un error la Zarza ardiendo de Nicolas Froment ha sido interpretada como la Anunciación a Joaquín. En realidad se trata de Moisés, como lo prueba, la inscripción.
   4. Anunciación a Santa Ana
   Abandonada por su esposo, Ana entristece en su jardín donde está con su criada Judit. Envidia la fecundidad de una pareja de pájaros que ve en las ramas de un laurel y pide angustiosamente a Dios que le conceda un hijo como a Sara, la vieja esposa estéril del patriarca Abraham.
   Un ángel se le aparece súbitamente y le anuncia que el Señor satisfará su ruego: parirá una hija que se llamará María. Ana promete consagrarla a Dios.
   De acuerdo con otra versión, una paloma habría besado los labios de Ana y por ese beso del Espíritu Santo habría sido concebida la Santa Virgen. En el arte copto, la historia de Ana y de la paloma se confunde con la leyenda pagana de Leda y el cisne.
   La Anunciación a Ana no puede confundirse con la Anunciación a María, porque la primera ocurre al aire libre, bajo un laurel.
   5. El encuentro en la puerta dorada
   Los dos viejos esposos, avisados separadamente, se encuentran en la Puerta Dorada de Jerusalén y se abrazan tiernamente, «de mutua visione et de prole promissa laetati», dice la Leyenda Dorada.
   Esta escena es, con gran ventaja, la más popular del ciclo de Ana y de Joaquín, porque en la Edad Media se veía en ella no sólo el preludio del Nacimiento de la Virgen, sino, además, el símbolo de la Inmaculada Concepción. Los teólogos enseñaban que la Virgen «Concebida por un beso sin semen de hombre (ex osculo concepta, sine semine viri)» había nacido por ese beso compartido frente a la Puerta Dorada, asimilada a la Puerta cerrada de la visión de Ezequiel.
   Así interpretado, el Encuentro en la Puerta Dorada, coincidente con la concepción de la Virgen, aparece como la redención del Pecado original, la reparación de la falta de Eva. Este episodio adquiere por ello una importancia capital en el misterio de la Salvación.
   Por ello, el Encuentro de Ana y Joaquín en la Puerta Dorada frecuentemente se asocia con la Natividad de la Virgen, porque la concepción señala el principio del proceso que conduce al nacimiento o Natividad de la Virgen. Por eso en un fresco de Ghirlandaio en S. Maria Novella, se ve a los dos esposos abrazarse en lo alto de una escalera que desciende a la habitación de la parturienta donde santa Ana acaba de parir a la Virgen.
   La Puerta Dorada tiene en sí misma un significado simbólico. Según una Biblia en verso del siglo XIV, es el emblema de la Puerta del Paraíso.
          Cette porte qui fut dorée, 
          Sur les autres plus honorée, 
          Signifiait, si com je cuide,
          Que la filie qu 'engendreraient 
          Et que Marie nomeraient 
          Serait porte de Paradis
   (Esta puerta que fue dorada / Es de todas la más honrada / Significaba, como creo / Que la hija que engendrarían / Y que María llamarían / Sería la puerta del Paraíso.)
Iconografía
   El arte de la Edad media representa el Encuentro de Ana y Joaquín de acuerdo con el modelo de la Visitación de la Virgen. Como María y su prima Isabel, lo dos viejos esposos se arrojan cada uno en brazos del otro y se felicitan mutuamente por el feliz acontecimiento anunciado por el ángel Gabriel. A veces Ana cae de rodillas frente a Joaquín, como Isabel frente a María.
   En el dintel de la portada Santa Ana de Notre Dame de París, Joaquín llega a caballo a la Puerta Dorada de Jerusalén, que se asemeja a la puerta fortificada de una ciudad medieval. Se ha creído reconocer allí, erróneamente, a san José a quien jamás se ha representado a caballo. Ese rasgo vuelve a encontrarse en una miniatura alemana del siglo XII que ilustra la Vida de la Virgen de Wernher (Biblia de Berlín): en vez de abrazar a Ana, Joaquín se echa a sus pies.
   Un rasgo común es la presencia de un ángel alado que conduce a Joaquín hacia Ana, o bien planea por encima de los dos esposos a quienes convocó por separado, quienes acercan sus labios para el beso procreador. Ese detalle se encuentra en Italia, en Giottino, Nardo di Cione, y en Vivarini, y también en un cuadro de la Escuela provenzal del siglo XV (hacia 1499) del Museo de Carpentras. En la escuela española del siglo XVI este tema aún se trataba con frecuencia.
   Puede observarse que el beso en los labios no está representado casi en ninguna parte más, en el arte de la Edad Media; ni siquiera en el arte profano de los marfiles. Así, por ejemplo, en las valvas de espejos y cofrecillos, la ternura de los esposos se expresa más discretamente, mediante una caricia en el mentón o la coronación del amante. En el siglo XVI el beso adquirió derecho de ciudadanía en el arte. El beso de los dos viejos esposos, representado desde principios del siglo XIV por Giotto, es una anticipación que se volvió tan común que ya no asombra a nadie, salvo a quienes están familiarizados con la iconografía medieval.
   A partir de la Contrarreforma, la popularidad de este tema se arruinó por la competencia con el nuevo símbolo de la Inmaculada Concepción, evocada por la Virgen de las Letanías descendiendo del cielo.
La ofrenda aceptada
   6. Joaquín y Ana, rehabilitados entregan al sumo sacerdote un cofrecillo
   Esta escena de la Ofrenda aceptada, muy infrecuente, forma pareja con la Ofrenda rechazada. Santa Ana, de rodillas, ofrece al sumo sacerdote un cofrecillo lleno de oro y joyas (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).

Conozcamos mejor la Leyenda, Culto de Iconografía de San Joaquín padre de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios;
   Esposo de Santa Ana y padre de la Virgen María.
   Es el patrón del León X (Giocchino Pecci) quien elevó su fiesta al doble ri­tual de 11ª clase.
   Su atributo habitual es un cesto con dos palomas, la ofrenda ritual en el templo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Leyenda, Culto e Iconografía de Santa Ana, madre de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios;
   Los Evangelios canónicos ni siquiera citan su nombre (en la Biblia sólo se habla de Ana, madre de Samuel y de Ana la profetisa que asiste al viejo Simeón a la Presentación del Niño en el templo). Sólo la mencionan los Apócrifos: el Protoevangelio de Santiago y el Evangelio o Tradiciones de Matías.
CULTO
   El culto de Santa Ana en Occidente ha sido tardío y efímero: se desarrolló a finales de la Edad Media, en relación con la creencia en la Inmaculada Concepción de la Virgen. Entró en decadencia y se extinguió, salvo en Bretaña y en Canadá, a partir del siglo XVI.
   Sus orígenes deben buscarse en Oriente. En Jerusalén se puso bajo la advocación de Santa Ana una iglesia edificada en el presunto lugar del nacimiento de la Virgen. Según Procopio, el emperador Justiniano le habría dedicado otra en Constantinopla, en el siglo IV.
   Pero Occidente la ha ignorado durante mucho tiempo. Ni San Agustín ni San Jerónimo mencionan a Santa Ana. En el siglo XII, Bernardo de Claraval, que tanto contribuyó a la expansión del culto de la Virgen, no habla de su madre.
   El culto de Santa Ana apareció en Occidente en la época de las cruzadas, gracias a las pretendidas reliquias traídas desde Tierra Santa o de Constantinopla. Una de las más célebres era el velo de Santa Ana del cual se enorgullecía la catedral de Apt, en las proximidades de Aviñón, que pretendía poseer el cuerpo de la madre de la Virgen llevado a Provenza por Magdalena y su hermano Lázaro. En verdad se trata, como lo prueban y atestiguan las inscripciones descifradas que se observan en la tela, de un tejido árabe de lino y seda fabricado en Egipto a finales del siglo XI, por encargo de un califa de la dinastía de los fatimitas.
   En Chartres, que después de Apt y antes de Sainte Anne d'Auray fue el principal centro de su culto en Francia, se veneraba la cabeza de Santa Ana traída por el conde Luis de Blois desde Constantinopla en 1204, después de la cuarta cruzada, y que se donó a la catedral de Notre Dame, "con el objeto de que la cabeza de la madre reposara en la casa de la hija".
   Si se creyese en las pretensiones de las diferentes iglesias de la cristiandad, la madre de la Virgen habría tenido tantas cabezas como la hidra de Lerna. Una segunda cabeza de Santa Ana se veneraba en Cluny, una tercera en la abadía de Ourscamp, cerca de Noyon, una cuarta entre los capuchinos de Colonia, una quinta en Düren, Renania, una sexta en Annaberg, Baja Austria.
   A falta de cabeza, se contentaban con los menores huesos, divididos en múltiples fragmentos. El rey Renato donó a la catedral de Angers una costilla de Santa Ana. Sus brazos estaban embutidos en relicarios conservados en Génova y Tréveris; su mano derecha había caído en suerte a la iglesia de Santa Ana en Viena, el pulgar, traído de Rodas, fue donado por el elector de Sajonia Federico el Sabio a la iglesia de Annaberg, en 1493.
   En el siglo XIV, Santa Brígida llevó reliquias de la abuela de Jesús a Suecia, desde Roma y el convento de Vadstena, casa matriz de las órdenes de santa Brígida, se convirtió en el centro escandinavo del culto de Santa Ana.
   La princesa Ana de Lituania fundó en Wilno una iglesia de Santa Ana.
   La devoción a Santa Ana que se desarrolló en esta época es un corolario de la Mariolatría: se basa en la doctrina de la Inmaculada Concepción de la Virgen, sostenida a partir del siglo XIII por la orden de los franciscanos y que, a pesar de la oposición de los dominicos, fue aprobada en 1439 por el concilio de Basilea, y ratificada más tarde, en 1483, por el papa Sixto IV.
   Los carmelitas han tenido un papel igualmente importante en la difusión del culto de Santa Ana.
   El más ardiente propagador de la devoción a Santa Ana a finales del siglo XV fue el humanista alemán Tritemio, es decir, de Trittenheim, cerca de Tréveris, donde naciera en 1462. Cuando se convirtió en abad del monasterio benedictino de Sponheim, publicó en Maguncia, en 1494, un tratado cuyo título es De laudibus sanctissimaes matris Annae tractatus (Tritemio sostiene que Santa Ana es tan inmaculada como su hija: concepit sine originali macula, peperit sine culpa ¿Por qué olvidar a la madre si honramos a la hija? Beatus venter qui Coeli domina portavit). A este libro, al cual se debe el impulso de un culto hasta entonces poco difundido (quasi novum), aludía Lutero cuando en 1523, en uno de sus sermones, declaraba: "Se ha comenzado a hablar de Santa Ana cuando yo era un muchacho de quince años, antes no se sabía nada de ella."
   Desde entonces, las cofradías de Santa Ana se multiplicaron. Un curioso indicio de su popularidad fue que Ana se convirtió, igual que María, en un nombre de pila masculino muy frecuente en el siglo XVI: basta recordar al condestable Ana de Montmorency. El nombre de María Ana, o Mariana, es una combinación del nombre de la Virgen con el de su madre.
   Dos reinas de Francia, Ana de Bretaña "bis regina" y Ana de Austria, favorecieron el culto de su patrona, al igual que la hija de Luis XI, Ana de Beaujeu, que se casó con el duque Pedro de Borbón.
   Después del concilio de Trento esta devoción entró en decadencia, aunque no se extinguió todavía, puesto que la famosa peregrinación de Sainte Anne d'Auray en Bretaña, se remonta al siglo XVII. En 1623 un campesino bretón desenterró en su campo una estatua pagana de la Bona Dea (la comparación entre la Bona Dea del Museo de Rennes y la Santa Ana de la puerta de Saint Malo en Dinan, demuestra que una deriva de la otra) amamantando dos niños que los carmelitas hicieron pasar por una imagen de Santa Ana con la Virgen y el Niño sobre las rodillas. El recuerdo de la buena duquesa Ana, última soberana de la Bretaña independiente, que se casó con Carlos VIII y luego con Luis XII, favoreció el nacimiento de esta devoción, localizada por las romerías populares en La Palud, cerca de Douarnenez, y sobre todo en Sainte Anne d'Auray, en la región de Morbihan. Un conocido refrán dice "Muerto o vivo, a Sainte Anne d'Auray todo bretón debe ir alguna vez".
   Los bretones se llevaron consigo a Canadá el culto de su patrona, en dicho país se organizó la peregrinación de Sainte Anne de Beaupré.
   Puede señalarse una última oleada de esta devoción a principios del siglo XVIII. Santa Ana fue adaptada en 1703 por los habitantes de Innsbruck, en el Tirol, porque la ciudad fue liberada de los bárbaros el día de su fiesta.
Patronazgos
   El número de patronazgos de Santa Ana es la mejor prueba de su popularidad.
   Algunos de estos patronazgos, de escasa justificación a primera vista, necesitan de una explicación.
   Era patrona de los carpinteros, ebanistas, torneros, que quizá veneraban en ella a la suegra de su colega San José, pero es más probable que se la haya considerado el tabernáculo vivo de la Virgen, concebida en su vientre.
   Cabe preguntarse por qué la reclamaban los mineros, y por qué tantos centros mineros de Alemania se bautizaron Annaberg (Mons divae Annae). Fue porque a Santa Ana se había aplicado este versículo del Evangelio de Mateo: "Es semejante al reino de los cielos a un tesoro escondido en un campo...". y al parir a la madre del Redentor, había dado a la humanidad su mayor tesoro, y como los mineros extraían los tesoros ocultos en el vientre de la tierra, se pusieron, al igual que los carpinteros, bajo la protección de Santa Ana.
   Se comprende con menor facilidad por qué se convirtió en la patrona de los caballerizos y palafreneros (la pequeña iglesia de Santa Ana, en Roma, próxima al Vaticano, se llama Santa Anna dei Palafrenieri), toneleros, tejedores, orfebres y fabricantes de escobas.
   En cambio resulta más comprensible que haya recibido el homenaje de las madres de familia preocupadas por la buena crianza de sus hijos ¿Acaso ella no había formado a la más perfecta de las hijas? Se la invocaba para tener niños, por ello Ana de Austria hizo una peregrinación a Sainte Anne d'Apt para tener un príncipe heredero. Se la creía capaz de facilitar los partos laboriosos. Como había enseñado a coser a la Virgen, era la patrona de las costureras, costureras de ropa blanca y encajeras. También es la patrona de los guanteros, porque según la leyenda, tejía guantes.
   Hombres y mujeres se dirigían a ella con tanta confianza como a San José, para obtener la gracia de una buena muerte, porque Santa Ana, en su lecho de agonizante, pudo contar con la asistencia de su nieto Jesús, que habría suavizado su deceso y evitado las angustias de la agonía. De ahí que la capilla funeraria de los ricos banqueros Fugger de Ausburgo estuviese dedicada a Santa Ana.
   En Bretaña se la invocaba para las cosechas de heno, a causa del color verde de su manto.
   El martes le estaba especialmente consagrado porque según la tradición ella habría nacido y muerto ese día.
ICONOGRAFÍA
   Tiene el aspecto de una matrona. Está representada con manto verde porque lleva en su vientre la esperanza del mundo, y el verde es el color de la esperanza.
   Es infrecuente que se la represente sola. Casi siempre suele vérsela asociada con la Virgen María (grupo de Santa Ana enseñando a leer a su hija), con la Virgen María y el Niño (grupo trinitario) e incluso con las tres Marías y toda su parentela (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).

lunes, 19 de julio de 2021

Geografía: El paraje "Cerro de las Ermitas", en Burguillos

Mostramos en Historia de Burguillos una pequeña reseña del paraje "Cerro de las Ermitas".
      El paraje "Cerro de las Ermitas", lugar que toma su nombre, de la propia etimología de su nombre, ya que son dos pequeñas elevaciones del terreno, y en la que pudieron existir unos pequeños eremitorios, u otra teoría, que el camino que pasa junto a él, une las Ermita de Nuestra Señora de Aguas Santas en Villaverde del Río, con las Ermitas de San Benito, y de Nuestra Señora de Escardiel, en Castilblanco de los Arroyos. La cima del Cerro se encuentra en el término municipal de Villaverde del Río, pero bordeando nuestro término municipal y el de Castilblanco de los Arroyos, y toda la vertiente oeste del "Cerro de las Ermitas", se encuentra en nuestro término municipal, de ahí que lo encuadremos en una zona eminentemente burguillera.






         Al paraje "Cerro de las Ermitas" se llega tras salir del casco urbano de Burguillos, por la Vereda de los Rodeos, si bien lo más rápido es por el camino de Villaverde del Río a Castilblanco, que se inicia en la ctra. de Villaverde, ya muy cercano a Villaverde del Río. El "Cerro de las Ermitas", se encuentra delimitado al Norte, por el límite del término municipal de Villaverde del Río, con el de Castilblanco de los Arroyos; al Este, por el Cerro del Buitre; al Sur, por el paraje "Mesa Redonda", y "Casa de San Juan"; y, al Oeste, por el límite del término municipal de Villaverde del Río, con el de Burguillos; encontrándose a unos 7 km. de nuestro pueblo y a una altura de 267 y 2634 m. de altitud. Señalar que todas las imágenes provienen del Instituto Geográfico Nacional.

lunes, 12 de julio de 2021

Callejero de Burguillos: La glorieta del Cuerpo Nacional de Policía.

Mostramos imágenes de la glorieta del Cuerpo Nacional de Policía, en Burguillos.

   La glorieta responde a un tipo de espacio urbano más abierto, menos lineal, excepción hecha de jardines y parques. La tipología de las glorietas, sólo las del casco histórico, es mucho más rica que la de los espacios lineales; baste indicar que su morfología se encuentra fuertemente condicionada, bien por su génesis, bien por su funcionalidad, cuando no por ambas simultáneamente. Con todo, hay elocuentes ejemplos que ponen de manifiesto que, a veces, la consideración de calle o glorieta no es sino un convencionalismo, o una intuición popular, relacionada con las funciones de centralidad y relación que ese espacio posee para el vecindario, que dignifica así una calle elevándola a la categoría de la glorieta, siendo considerada genéricamente el ensanche del viario está dedicada al Cuerpo Nacional de Policía.

   El primer antecesor de la Policía Nacional surge en 1824, con la creación, bajo el reinado de Fernando VII, de la Policía General del Reino mediante la Real Cédula de 13 de enero.
   Anteriormente, durante el llamado Trienio Constitucional (1820-1823), también se había elaborado un proyecto de cuerpo policial “destinado a la seguridad de las personas y bienes y la conservación del orden público”, pero se frustró debido a la intervención militar francesa de los “Cien Mil Hijos de San Luis” y la restauración de la monarquía absolutista.

   El 13 de enero de 1824 se considera la fecha fundacional de la Policía Española, en clave de modernidad. La Real Cédula hace una doble clasificación del personal policial. Por un lado estaban los profesionales, integrados por el mismo Superintendente General, el Secretario, el Tesorero, los Comisarios de Cuartel, y los Celadores de Barrio y de Puertas. Y por otro, los semiprofesionales formados por los llamados Alcaldes de Barrio.

 Al año siguiente, Fernando VII ordena la organización de un regimiento de caballería, como fuerza auxiliar de la anterior. Recibe la denominación de "Celadores Reales", otro claro antecedente de los colectivos policiales uniformados. Esta unidad está a las órdenes de los Comisarios, y se pretende ampliar su presencia a todas las provincias, pero solo dura dos años.
     Al inicio del reinado de Isabel II, en 1833, se organiza un nuevo cuerpo uniformado, los "Salvaguardas Reales", que asume misión de conservar el orden ciudadano en Madrid y sus alrededores. Su existencia va a ser breve.

   Continúan las fundaciones y disoluciones de cuerpos e instituciones, que ni siquiera pueden llegar a acreditar su eficacia. Así llegamos a 1844. Aquel año, el Real Decreto de 26 de enero crea el Ramo de Protección y Seguridad, que restablece los desaparecidos cargos de Comisario y Celador. 
   A título de curiosidad, cabe señalar que, en el domicilio del último citado, sobre su puerta, se colocaba un farol durante la noche que alumbraba un cartel con el anuncio de la "Celaduría de Protección y Seguridad". 

   Los miembros de las nuevas unidades uniformadas son conocidos como "Agentes" hasta 1848, año en que cambian su nombre por el de "Salvaguardias de Madrid". El mismo año se establece el Gobierno Superior de Policía. Puede considerarse este órgano la primera Jefatura Superior de Policía tal y como la entendemos hoy día. De él también depende el Cuerpo de la Guardia Civil, creado en 1844.
   Tras la revolución de octubre de 1868, conocida como "La Gloriosa", que motivó el destronamiento y exilio de Isabel II, se instituye el Cuerpo de Orden Público de Madrid. Inicialmente su ámbito territorial fue la capital del Reino, pero más tarde, el 1 de junio de 1870, el gobierno provisional extiende su jurisdicción a toda España.

   En principio, el Cuerpo de Orden Público tiene carácter militar, aunque, al ser evidente que no cubre las necesidades de una policía judicial, se desmilitariza a un centenar de sus miembros para destinarlos a investigación y prevención de delitos.
   La misma estructura policial se mantiene durante el breve reinado de Amadeo I de Saboya. En 1873, proclamada la República, vuelve a reorganizarse la Policía Gubernativa y Judicial. El objetivo es crear un cuerpo al margen de las permanentes contiendas políticas. Este apoliticismo influirá en las reformas posteriores, tanto durante la República como en el Reinado de Alfonso XIII. 
   Así se evidencia en el Real Decreto de 6 de noviembre de 1877, que fija la existencia de dos servicios policiales, "Vigilancia" y "Seguridad", desempeñados por dos cuerpos distintos. Según esta norma, había que huir “siempre de lo que vulgarmente se llama política, no siendo jamás arma de partido, sirviendo sólo a los verdaderos intereses sociales”, para convertirse en “la más firme garantía de la seguridad personal y el auxiliar más poderoso de la justicia". 

   Este Real Decreto también establece que “el servicio de Vigilancia será prestado por un Cuerpo de empleados civiles" (Artº. 5) y el de Seguridad, "por un Cuerpo organizado a imitación de los Cuerpos militares" (Artº. 6).
   Según la misma disposición, la seguridad en las afueras de la capital es competencia de la Guardia Civil. En el resto del territorio nacional, continúa funcionando la anterior fórmula del Cuerpo de Orden Público, hasta las reformas de 1886.
   Ese año de 1886, muerto el rey Alfonso XII, entra en vigor un Real Decreto que trae consigo dos hechos relevantes: establece la primera Dirección General de Seguridad y extiende al resto de España la organización de los Cuerpos de Vigilancia y Seguridad de Madrid.
   A partir de ese momento, la Policía Gubernativa tiene ya carácter nacional. Salvo excepciones, como la creación por Real Orden del Ministerio de Gracia y Justicia, de 19 de septiembre de 1896, de un Cuerpo especial de Policía Judicial para Barcelona y Madrid únicamente. Su misión es la persecución de los delitos cometidos con explosivos, en cumplimiento de la "Ley de Represión del Anarquismo", promulgada ese mismo año.

   Pero la reforma fundamental de la institución policial se produce a principios del siglo XX, reinando Alfonso XIII, que firma la "Ley Orgánica de la Policía Gubernativa", el 27 de febrero de 1908. 
   Esta importante Ley es fruto de la iniciativa y trabajo personal del entonces Ministro de la Gobernación, Juan de la Cierva y Peñafiel. De la Cierva consigue para los policías dignidad, profesionalidad y estabilidad en el cargo. Se pone fin a situaciones anteriores en las que los agentes no eran sino instrumento de los poderosos para sus propios fines.
   En virtud de esta Ley, los Cuerpos consolidados de Vigilancia y Seguridad velarán por toda la ciudadanía, a las órdenes del Gobernador Civil de cada provincia. El de Vigilancia lo forman los comisarios, inspectores-jefes, inspectores de primera, segunda y tercera clase, agentes y vigilantes. Y el de Seguridad lo integran jefes y oficiales (procedentes del Ejército), clases y guardias.
   El Real Decreto de 27 de noviembre de 1912, restaura la Dirección General de Seguridad, dando con ello continuidad a este organismo hasta nuestros días. El primer titular de este nuevo centro directivo es Don Ramón Méndez Alanís, Auditor de División del Cuerpo Jurídico Militar y relevante jurista.
   Méndez Alanís, que fue el primer Jefe Superior de Policía de Madrid en 1909, hace una labor digna de elogio. Crea los registros de la Dirección General de Seguridad, establece los laboratorios de fotografía y de revelado por huellas dactilares, y organiza el servicio policial por "brigadas". Con esta organización busca la "especialización de aptitudes", por lo que dicta normas concretas para los servicios de "Barrios", "Rondas" y "Ciclistas".

   Transcurrido el tiempo, la Ley de Presupuestos de 1932, promulgada por la II República Española, cambia el nombre al "Cuerpo de Vigilancia" por el de "Investigación y Vigilancia". En cuanto al de Seguridad, ve incrementada su organización por las llamadas "Secciones de Asalto". Fueron éstas de tal notoriedad, que terminaron añadiendo su propio nombre al del Cuerpo, conocido entonces como "de Seguridad y Asalto".
   Durante la guerra civil (1936-1939), ambos bandos conservan la denominación de los cuerpos policiales (Investigación y Vigilancia, y Seguridad y Asalto). Sin embargo, en la zona republicana se unificaron en el denominado de Cuerpo de Seguridad. En éste, que se pide en dos grupos (“Uniformado” y “Civil”), también se funden las llamadas Milicias de Vigilancia de Retaguardia, nacidas en aquella situación bélica, y la propia Guardia Civil, que, por Decreto 30 de agosto de 1936, había cambiado su nombre por el de Guardia Nacional Republicana.
   Finalizada la contienda, el Estado español que nace de ella configura las organizaciones policiales bajo los principios de su régimen político. 
   "Huyendo de la vieja organización liberal y democrática", según declara la Ley de 8 de marzo de 1941, nacen dos nuevos colectivos policiales. Uno es de carácter civil: el Cuerpo General de Policía, cuya misión es "la información, investigación y vigilancia". Y el otro, uniformado, de índole militar, es el encargado de "la vigilancia total y permanente, así como de represión cuando fuere necesario": la Policía Armada y de Tráfico. 

   Este último estaba formado por los antiguos integrantes del "Cuerpo de Seguridad y Asalto" y los del "Cuerpo de Vigilantes de Caminos", creado en 1933 para el control del tráfico en las carreteras y, hasta entonces, dependiente del Ministerio de Obras Públicas. En 1959 pierde sus competencias en materia de circulación interurbana, viendo reducido su nombre al de Cuerpo de Policía Armada.
   Una vez conseguido en España el régimen de libertades ciudadanas, la Ley de 4 de diciembre de 1978, "De la Policía", establece la existencia de dos corporaciones profesionales a las que califica como de "Seguridad del Estado": el Cuerpo Superior de Policía y el Cuerpo de Policía Nacional. 
   Estas nuevas denominaciones de los antiguos Cuerpo General de Policía y Cuerpo de Policía Armada van a estar vigentes hasta 1986. El Cuerpo de Policía Nacional, uniformado, tiene la misión, establecida por la citada ley, de "defender el ordenamiento constitucional, proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana".
   Ese año de 1978 se produce un importante hito en el devenir de la Policía española, con la convocatoria, por primera vez, de plazas para el acceso de mujeres al Cuerpo Superior de Policía. Un año después se incorporan las primeras 42 inspectoras de Policía, 42 pioneras que hicieron historia al abrir el camino a muchas más mujeres que vendrán después. El mismo fenómeno sucedió en 1984, cuando 53 mujeres accedieron, por primera vez, al Cuerpo de Policía Nacional.

   En 1986 entra en vigor una importante ley que da lugar a la Policía Nacional española en su configuración actual y define el modelo el modelo policial español vigente hasta la fecha.  
   La Ley Orgánica de 13 de marzo de 1986, "de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad", establece la existencia de dos Cuerpos de carácter estatal: el Nacional de Policía, resultado de la unificación de los antiguos Cuerpos Superior de Policía y Policía Nacional, y la Guardia Civil. 
   Además, asigna a estas instituciones, bajo la dependencia del Gobierno de la Nación, "la misión de proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana". Este servicio permanente a la sociedad, cuyo ordenamiento democrático defiende, sigue además las líneas de actuación consagradas por el Consejo de Europa y la Asamblea General de las Naciones Unidas.
   Desde 1986 hasta nuestros días, la Policía Nacional ha experimentado un profundo proceso de transformación que la ha convertido, por un lado, en un referente de la seguridad pública tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, y en una de las instituciones mejor valoradas por la sociedad. 
   El compromiso de la Policía Nacional con la seguridad ciudadana se compagina con una respuesta eficaz a las grandes amenazas de naturaleza global al modelo de convivencia democrática. Por ello, figura entre sus objetivos estratégicos la lucha contra el crimen organizado, el terrorismo, el abuso de los más vulnerables, la ciberdelincuencia y la trata de seres humanos.
   En la actualidad, la actividad policial se apoya en una serie de pilares: la formación de sus miembros, la especialización de sus unidades, la cooperación en todos los órdenes y niveles, la igualdad de oportunidades entre los y las policías, y la modernización del servicio público que presta a través de la transformación digital.
   La glorieta del Cuerpo Nacional de Policía está situada en el eje vertebrador de Burguillos, puesto que se encuentra en el cruce de la carretera A-8013 (Alcalá del Río - Castilblanco de los Arroyos), con la carretera A-460 (Guillena a Villaverde del Río).
   La glorieta del Cuerpo Nacional de Policía fue inaugurada el 28 de marzo de 2015 tras la decisión adoptada por el pleno municipal, y a la que asistieron el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Burguillos, el jefe superior de la policía de Andalucía Occidental don Francisco Perea, la subdelegada del gobierno de España doña Felisa Panadero, además de representaciones de entidades locales y un gran número de burguilleros que no quisieron perderse este acontecimiento en el que se descubrió el rótulo realizado en un monolito en el centro de dicha rotonda y la posterior exhibición de todos los grupos que integran el Cuerpo Nacional de la Policía.

lunes, 5 de julio de 2021

Arte: El Retablo Mayor, o de San Cristóbal, de Juan Cano Zamorano, en la Iglesia de Burguillos

Mostramos en Historia de Burguillos una reseña del Retablo Mayor, o de San Cristóbal, de Juan Cano Zamorano, en la Iglesia de Burguillos, aprovechando que ayer, 4 de julio (primer domingo del mes de julio), se celebró la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, promovida por la Conferencia Episcopal Española, conmemorando a San Cristóbal, celebrado hasta febrero de 1969 como patrón de los conductores, cuando fue retirado del Martirologio Romano por Pablo VI.

   El Retablo Mayor, o de San Cristóbal, es la obra de mayor enver­gadura existente en la Parroquia y con el que me sentiría satisfecho de esta reseña si la restauración a la que fue sometida lo hubiera devuelto a su estado primigenio, despojándole por una parte de los añadidos (esculturas de Santa Lucía ¿?, San Sebastián, los dos angelitos, y la mesa acoplada al banco), y por otra, devolviéndole sus imágenes (San José y San Antonio de Padua), para así poder contemplarlo en todo su esplendor, como se observa en las fotografías realizadas por José María González-Nandín y Paúl el 6 de noviembre de 1938, las más antiguas conocidas de la Parroquia, y en la que ya vemos a San Sebastián en el Retablo Mayor y al Niño Jesús del Altar de la Virgen en la hornacina del ático, producto de los caprichos de los Párrocos de turno que colocaban l as imágenes en los altares a su antojo sin lógica alguna.

   Ya conocemos al autor del Retablo, Juan Cano, activo en el tercer cuarto del siglo XVIII y formado junto a su hermano Joaquín (colaborador en las tareas de policromía, dorado y pinturas de las obras de Juan), con su padre José Cano Zamorano, afamado retablista, y con el que colaboró en la construcción del destruido Retablo Mayor (1747), de la Capilla de San Gregorio, de Alcalá del Río. Ya independizado, su primera realización es precisamente el Retablo que nos ocupa, es decir, el Mayor de la Iglesia de San Cristóbal (1754-56), "obra correcta, pero en la que no aportó novedad alguna", según la opi­nión del prof. Recio Mir, ya que sigue los cánones del Retablo de Estípites, cuando ya la moda imperante es el Rococó, caracteriza do por la utilización de la rocalla (elemento decorativo en forma de riñón). Para el desaparecido Convento de San Francisco hizo la tribuna y el cancel de la Capilla de San Antonio de los Portugueses (1754), no conservándose nada. En 1761 finalizó el Mayor del Convento de las Dominicas de Almonte, también desaparecido. Su primera obra conservada que denota el incipiente modelo rococó es el Retablo Mayor (1760-62), de la Iglesia de la Merced de El Viso del Alcor, de estructura similar al de Burguillos, con una gran arcada, condicionado en su estructura porque era una obra que él no inició, de ahí que sea una obra de transición. En 1762 comienza el Mayor de la Iglesia de San Gil, de Sevilla, destruido en los años 30 del pasado siglo. En 1764 hace un proyecto para el Mayor de la Iglesia de San Pedro de Carmona, que finalmente no realizó, y en 1767 inicia el Mayor de la Iglesia de Santiago de Hinojos (Huelva). En tomo a 1770 inicia su más importante realización ya que ejecuta el conjunto de retablos (un total de cuatro) de la Parroquia de San Felipe, de Carmona, de los que se conservan en su emplazamiento el Mayor y el de San José, mientras que el de la Encamación se trasladó en 1959 a la parroquia sevillana de San Juan de la Palma, donde cobija en la Capilla Mayor a María Santísima de la Amargura Coronada, y que curiosamente, se encuentra decorado con relieves alusivos a la Letanía del Rosario de Ntra. Sra. En 1774 realizó reformas para el Camarín de la Virgen del Reposo en Valverde del Camino (Huelva), y finalmente, en 1779 se encontraba en Cazalla de la Sierra realizando el pequeño retablo de Santa Ana, lamentablemente perdido. Por último el prof. Recio Mir, le atribuye la autoría del de la Inmaculada de la Parroquia de San Bartolomé de Carmona, así como el de San José de la Iglesia de Santa María de las Nieves (h . 1765), de Fuentes de Andalucía.

   En cuanto al análisis del Retablo, seguiré al prof. Herrera García, quien señala que es una "típica estructura de retablo frecuente en la primera mitad del XVIII, compuesto por banco, cuerpo compartimentado en tres calles mediante cuatro estípites y sencillo remate (en forma de gran arcada que cobija una pequeña hornacina que haría las veces de manifestador para las grandes solemnidades puesto que tiene pintada de forma burda, de ahí que mantenga serias dudas sobre su función real, una custodia). Las calles laterales alternan esculturas y sobre ellas pinturas de la época del retablo. Su talla, fundamentalmente hoja de cardo y roleos, no es de gran calidad. Es una obra de serie típica de los talleres sevillanos de mediados del XVIII."

   Como la casi totalidad de retablos de esta parroquia, su concepción original no ha sido respetada, y así salvo la efigie del titular del templo, San Cristóbal, y las pinturas sobre tabla (ejecutadas casi con seguridad por Joaquín Cano, hermano y colaborador en los retablos realizados por Juan Cano), correspondientes a Santa Bárbara, San Juan Bautista, Santa Lucía y San Francisco de Asís, todas las demás imágenes son añadidos posteriores que desvirtúan el programa iconográfico del Retablo, y así la escultura de "Santa Lucía" (Imagen que no tiene ninguno de los atributos de la Santa, por lo que dificulta e induce a error a quien la contempla) proviene (venerada como Santa Rita) de los altares desaparecidos en los años 60 de la Nave de la Epístola de la propia Parroquia, mientras que la imagen de San Sebastián (la obra de mayor importancia histórico-artística de la Parroquia) proviene de la desaparecida Ermita de San Sebastián, que existía en la actual Avda.Cruz de la Ermita, de la que toma su nombre. Asímismo los Ángeles que apenas se ven en el cuerpo superior, provienen del Retablo de Nuestra Señora del Rosario, en el que coronaban los estípites que enmarcan a su Titular, y para el cual estaban concebidos, como queda demostrado por las antiguas fotografías y al ser idénticos en su hechura a la cabeza de ángel que remata el arco de la hornacina que acoge a quien es la Reina de Burguillos. Por último la mesa de altar oculta todo el banco del Retablo tapando los postigos que observamos en los extremos.

   Conozcamos mejor la Leyenda, Culto e Iconografía de San Cristóbal, titular del Retablo Mayor y de la Iglesia Parroquial de Burguillos
LEYENDA
   Santo fabuloso cuya leyenda no se remonta más allá del siglo XI y es sólo el desarrollo de su nombre Cristóforo, que en griego significa «Porta Cristo". Originalmente, esa expresión se comprendía de manera espiritual: aquel que lleva a Cristo en su corazón. Luego se lo tomó en sentido material.
   Su nombre verdadero habría sido Auferus (bandolero), o Reprobus (maldito, réprobo). Fue en ocasión de su conversión que habría sido bautizado Cristóforo.
   Los Hechos gnósticos de San Bartolomé, compuestos en el siglo VI, hablan de un cierto Christianus cynocephalus et anthropophagus que habría sido convertido por el apóstol. Por ello, a veces le ponen una cabeza de perro.

   Según la tradición popularizada en el siglo XIII por la Leyenda Dorada, el hombre que había llevado a Cristo sobre los hombros sólo podía ser un gigante. Orgulloso de su fuerza, sólo accedió a servir al rey más poderoso del universo. Se puso al servicio de un monarca, pero al advertir que éste tenía miedo al diablo, lo abandonó para servir a Satán. Decepcionado una vez más, puesto que la vista de una cruz en un cruce de caminos bastó para derrotar al diablo; y aconsejado por un ermitaño, se comprometió a servir a Cristo, y para complacer a éste, se dedicó a ayudar a viajeros y peregrinos en el paso de un río peligroso.
   Una tarde se oyó llamar por un niño, quien le pidió que lo cargase sobre lo hombros; pero su carga se volvía cada vez más pesada, tanto, que el gigante debió apoyarse sobre el tronco de un árbol que estuvo a punto de romperse. Llegó con dificultad a la orilla opuesta, donde un ermitaño lo guió con una linterna. Entonces el niño misterioso se dio a conocer como Cristo, soberano del cielo y de la tierra. Para probárselo, le dijo a Cristóbal que plantara su cayado en la tierra, que enseguida se convirtió en una palmera datilera cargada de frutos.
   En el Niño Jesús el gigante reconoció a su amo.

   La leyenda del vado no bastó a los hagiógrafos quienes, además, copiaron del repertorio de anécdotas usuales: el gigante fue encerrado con dos bellas cortesanas, Nicea y Aquilina, encargadas de hacerlo volver al culto de los ídolos. Pero ocurrió lo contrario, las seductoras se dejaron seducir y derribaron la estatua de Júpiter, y ambas fueron conducidas al martirio. Después de haber encajado un casco calentado al rojo, Cristóbal fue atado a un árbol ante cuatrocientos arqueros cuyas flechas se debilitaron al llegar al blanco (sine ictu), o invirtieron milagrosamente su trayectoria, contra los verdugos que las dispararan. Una de ellas dio en el ojo del emperador que presidía el suplicio.
   En estas pueriles invenciones se reconoce fácilmente una copia del martirio de San Sebastián y de los santos médicos Cosme y Damián.
CULTO
   Probado desde 450 por una inscripción griega de Asia Menor, en el siglo V el culto de San Cristóbal se difundió en Constantinopla y en Sicilia.

   La popularidad de este Hércules cristiano tiene los mismos fundamentos que el [de] santa Bárbara: se lo creía protector contra una de las desgracias más temidas de la Edad Media, la muerte súbita sin confesión, que se llamaba mala muerte. Según la creencia popular, bastaba con mirar la imagen de San Cristóbal para estar durante todo el día a salvo de ese peligro.
   Esta superstición está probada por muchos refranes en latín y en francés:
          Christophorum videas 
          Postea tutus eas.
   Y, además:
          Christophori sancti speciem quicumque tuetur 
          Ista nempe die non morte mala morietur.
          Cristofori faciem die quacumque tueris.
          Ila nempe die morte mala non morieris. 
          Vigilate quia nescitis diem neque horam.
   Y para aquellos que no comprendían el latín: Regarde Saint Christophe, puis va-t-en rassuré. (Observa  a San Cristóbal, luego vete seguro.)
   Esta recomendación tenía forma de dístico mnemotécnico:
          Quand du grand Saint Christophe on a vu le portrait, 
          De la mort, ce jour là, on ne craint plus le trait.
          (Si del gran San Cristobal hemos visto el retrato 
          Ese día  la muerte no ha de darnos mal rato.)
   O bien:
          Glorieux Saint Christohpe, au matin te voyant, 
          Sans crainte d 'aucun mal, on se couche en riant. 
          (Glorioso San Cristóbal viéndote a la mañana
          Sin mal, riendo, a la noche nos vamos a la cama.)
   Ello explica el prodigioso número de imágenes gigantescas de San Cristóbal, pintadas o esculpidas, puestas en las fachadas y entradas de las iglesias, o, como en Berna, sobre las puertas de las ciudades. Era necesario que estuviesen a la vista tanto como fuese posible, y que en consecuencia, fueran de grandes dimensiones para que los fieles no perdieran tiempo buscándola en una capilla oscura. Esas imágenes preventivas o apotropaicas, resultarían innumerables si no hubiesen sido sistemáticamente destruidas después de la Reforma y del concilio de Trento.

   En Saint Junien, Limousin, hay un fresco románico que representa al santo en el brazo norte del transepto, a la entrada de la escalera que conduce a la Linterna de los muertos.
   Como San Cristóbal protegía de la muerte súbita, se lo invocaba también contra la peste. Se contaba entre los santos antipestosos, junto a San Sebastián, San Antonio y San Roque.
   Por eso en Alemania cuenta en la cohorte de los Catorce Intercesores.
   Se recurría a él contra el mal de ojo, porque una de las flechas disparadas en su contra se volvió contra el ojo del rey que lo condenara a muerte.
   También curaba las enfermedades más benignas: dolor de muelas y el panadizo.
   Hacía encontrar tesoros ocultos a quienes lo invocaban.

   Numerosas corporaciones o profesiones vindicaban su patronazgo por diversos motivos.
   1. Todos los oficios que exponían a quienes los practicaban al riesgo de la muerte súbita: en la Edad Media, los arcabuceros, en la actualidad los montañeros, automovilistas y aviadores.
   2. A causa de su gigantesca talla y de su fuerza hercúlea, Cristóbal es el patrón de los atletas, de los mozos de cuerda (facchini), de los cargadores de mercado, de los cargadores de trigo.
   3. Y por su oficio, es patrón de los pasadores, y también de los viajeros y de los peregrinos que en la Edad Media, a falta de puentes, solían vadear los ríos.
   4. En conmemoración del tronco de árbol vivo sobre el que se apoyó, es patrón de los jardineros y de los encargados de viveros y se lo invoca para la protección de los árboles frutales.
   Pese a tan numerosos patronazgos. hay pocas iglesias puestas bajo su advocación.
   Su popularidad decayó rápidamente a partir del siglo XV. Erasmo tomó partido en su contra en Enchiridon militis christiani y en su Encomium Moriae (Erasmo se burla de la ingenuidad de los tontos que se creen a cubierto de todo accidente durante la jornada, cuando se han persignado devotamente ante una imagen pintada o tallada de ese Polifemo cristiano. Para los humanistas, la devoción a San Cristóbal pertenece a la categoría de superstitiosus imaginum cultus). Ha sido víctima de la Reforma y de la Contrarreforma al mismo tiempo. El gran San Cristóbal de la puerta de Berna fue disfrazado de Goliat por los protestantes. El clero católico de los siglos XVII y XVIII, que encontraba al buen gigante comprometedor y un poco ridículo, lo hizo desaparecer de las iglesias. El muy reciente patronazgo de los automovilistas, de quienes se ha convertido en la mascota, le ha procurado un renuevo de popularidad. Uno de los principales centros de su culto es Saint Christophe le Jajolais (Sarthe). En el barrio parisino de Javel, donde se encuentra la fábrica de automóviles Citroën, hay una iglesia puesta bajo su advocación .
ICONOGRAFÍA
   A pesar de todo, la iconografía de San Cristóbal sigue siendo muy rica. Es mucho más tardía que su culto, y comienza en el siglo X.
   Su tipo iconográfico no es fijo y uniforme como el de la mayoría de los santos, y comporta tres variantes:
1. El tipo barbudo
   Igual que Cristo, Cristóbal está representado ya barbudo, ya imberbe. El tipo barbudo es el más frecuente.
2. El tipo imberbe
   No obstante a veces el santo está rejuvenecido y aparece con los rasgos de un joven imberbe. Pueden citarse ejemplos tanto en el arte italiano (Cesare da Sesto, Bueno da Ferrara) como en el germánico (retablo de Käfermakt).
3. El tipo cinocéfalo
   Un tipo más infrecuente en Occidente es San Cristóbal con cabeza de perro, cuya nariz se alarga en hocico, y tiene orejas puntiagudas y lengua colgante. Se han propuesto numerosas explicaciones para esta singularidad. Los comparatistas sostuvieron que esa cabeza de perro se había copiado de las representaciones del dios egipcio Anubis. San Cristóbal sería Anubis cristianizado.
   Según otra hipótesis, el origen de ese tema debe buscarse en las leyendas asiáticas popularizadas por el Fisiólogo y los Bestiarios, acerca de una raza fabulosa de cinocéfalos que se situaba en los confines del mundo habitado. En las Pentecostés armenias, un personaje con cabeza de perro simboliza a los pueblos que acuden desde los confines del mundo para oír la palabra del Evangelio. En el tímpano de Vézelay se encuentra un eco de esta tradición. La tercera explicación es que en los martirologios antiguos, san Cristóbal se consideraba salido de una familia cananea (genere cananeo), que los copistas transformaron por el cambio de «a» en «i», en canineo (genere canineo). No hacía falta más para difundir la creencia en un gigante con cabeza de perro. No obstante, esta hipótesis sostenida por Künstle choca contra una objeción que al menos debió discutir, y es que casi todas las representaciones de San Cristóbal cinocéfalo pertenecen al arte cristiano de Oriente, es decir, al mundo griego, y que la confusión entre cananeo y canineo sólo pudo producirse en Occidente, donde la lengua litúrgica era el latín. 
   Debe observarse que la cananea que ruega a Cristo la curación de su hija, también tiene un perro como atributo o armas parlantes.
   Por último, los evangelistas, quienes suelen ser representados en los manuscritos con las cabezas de los animales que son sus símbolos -águila, león, buey- han podido servir de modelos.
   En el arte oriental, el cinocéfalo suele estar representado con coraza y lanza empuñada. En Occidente, lo que ante todo lo caracteriza, además de su estatura de gigante, es la actitud de Cristóforo: lleva al Niño Jesús sentado o a horcajadas de sus hombros robustos. Aquí se ha sospechado la adaptación cristiana de un tema pagano: Atlas sosteniendo el mundo, o más posiblemente, Heracles llevando al niño Eros. Para los antiguos, la famosa estatua de Lisipo, popularizada por las gemas talladas y camafeos, evocaba la idea de la sumisión al Amor de los hombres más fuertes: Omnia vincit Amor. Los cristianos se habrían apropiado el tema limitándose a cambiar su significado, reemplazando al niño Eros por el Niño Jesús, y la maza de Hércules por un árbol que verdece.
   Ese bastón foliado es el atributo usual de san Cristóbal.
4. Evolución del tipo
   El tipo de San Cristóbal no ha permanecido inmutable.
   En las realizaciones más antiguas, el Porta Cristo está representado inmóvil, en posición frontal. El Cristo a quien sirve de soporte no es un niño sino un adulto, barbudo, en Majestad.
   A partir del siglo XIV, por el contrario, el hieratismo primitivo cedió cada vez más al gusto por lo pictórico. El santo está representado en marcha, avanzando penosamente en el agua del río que le llega a la mitad de las piernas, y curvado bajo la carga. Está vestido como un simple pasador, con las piernas desnudas y un turbante o cinta en la cabeza. En cuanto a Cristo, ya no es más un hombre, sino un niño pequeño vestido con una camiseta o completamente desnudo, ya sentado sobre el hombro del gigante, ya a horcajadas sobre su nuca.
   El bastón donde se apoya  el gigantesco mozo de cuerda se convierte en el tronco de un árbol sin ramas, la mayoría de las veces, una palmera, tal vez en alusión a la palma del martirio.
   El lecho del torrente está poblado de peces o sirenas, aunque esas encantadoras, antes marítimas que fluviales, no suelan remontar los cursos de los ríos en compañía de los salmones, sábalos y lampreas.

Escenas
Los tres vasallajes de San Cristóbal
San Cristóbal con el Niño Jesús en los hombros
   A diferencia de otros santos pasadores, por ejemplo San Julián, Cristóbal lleva los viajeros de una orilla a otra, sin emplear barcaza ni barca .
   El tema del Christusträger, creado a mediados del siglo XII, comporta numerosas variantes.
   En la xilografía en camafeo de Lucas Cranach (1506), el gigante cruza el río, reducido al ancho de un hilo de agua, de un paso. Esta imagen ingenua es frecuente en el arte popular.
   Una xilografía de Albrecht Altdorfer (1521), representa a san Cristóbal sentado al pie de un árbol, a orillas del río, interpelado por un niño que le pide que lo haga pasar y se dispone a trepar a su espalda.
   Pero casi siempre el gigante se yergue de pie en medio del río, con el Niño Jesús pesándole sobre los hombros. Pero se mantiene erguido a pesar de la carga sobrehumana.
   Más tarde, los artistas se esforzaron para volver visible el peso sobrenatural del Niño Jesús, representando a Cristóbal agobiado, con la espalda inclinada, como el Atlas antiguo, apoyándose con todas sus fuerzas sobre el tronco de un árbol que se dobla o quiebra. Tiene las venas hinchadas por el esfuerzo que lo agota. A veces se apoya con las dos manos sobre el árbol vivo que le sirve de bastón.
   En un dibujo de Altdorfer, el gigante llega a perder el equilibrio y cae de espaldas al río antes de alcanzar la orilla.
   Observemos, a título de curiosidades, una xilografía (Schrotblatt) señalada en el Manual de Schreiber, donde San Cristóbal pasa el vado a caballo, y una vidriera inglesa del siglo XV donde el Niño Jesús bautiza a su portador echando agua sobre su cabeza con un cántaro.
   En un fresco románico de la catedral de Bonn, Jesús, a quien San Cristóbal lleva sobre los hombros, tiene la estatura de un niño pero el rostro de un adulto barbudo.
   El tronco del árbol que sirve de apoyo al gigante está ya podado, ya con ramas y hojas. En el lecho del río nadan peces, cisnes, y hasta delfines y náyades. Sobre la orilla opuesta, junto a una capilla, siempre se ve a un ermitaño que tiene una antorcha o una linterna encendida para iluminar al pasador. Es el medio habitual que emplean los artistas primitivos para indicar que la escena ocurre durante la noche.
El martirio de San Cristóbal
   Esta serie de escenas triviales fueron tratadas con mucha menos frecuencia que el Paso del vado. El tema de las flechas que invierten su vuelo y revientan el ojo del juez o del verdugo, está copiada de las leyendas de los santos Cosme y Damián; la del cadáver arrastrado por las calles de la ciudad, de las leyendas de San Jorge y de san Marcos.
El cadáver de San Cristóbal arrastrado por las calles (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).