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lunes, 2 de septiembre de 2019

Bibliografía: Capítulo XXXIII "Felipe IV y sus tributos" del libro "El señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia" de Francisco Rodríguez Hernández de 1999.

   Mostramos en Historia de Burguillos el capítulo XXXIII del libro "El señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia", de Francisco Rodríguez Hernández, editado por el Ayuntamiento de Burguillos y la colaboración de la Diputación de Sevilla en 1999, y que trata sobre Felipe IV y sus tributos, ocupando las páginas 153 a 156 de dicha monografía y que pasamos a transcribir íntegramente:
Pág. 153 del libro "El señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia".
Felipe IV y sus tributos
   España, lejos ya de grandezas pasadas, vive su decadencia con la presencia de un rey, que no solamente no es capaz de frenar, la vertiginosa caída de su imperio, y la disolución de su economía, sino que él mismo, la acelera, inmerso en la práctica diaria de actos fastuosos, en una corte en continuo jolgorio.
   Un gobierno tan complicado y vasto, está por entero, en las exclusivas manos de Olivares, que hace a su antojo cuanto le viene en gana. Felipe IV, su señor, solo tiene tiempo para organizar saraos y fiestas de la más variada índole, y sobre todo, de ejercer sin descanso de don Juan, haciendo honor al apelativo de rey galante, que el clamor popular le ha adjudicado. Estimaciones fiables, elevan a cuarenta y dos, el número de hijo que se le atribuyen.
   La complicidad femenina en estos escarceos, hay que buscarla en los recónditos meandros, de una corte dada a la diversión, y ajena por completo a las realidades que plantea un país totalmente empobrecido, y con un pueblo que sufre en sus carnes, la ineptitud de su rey, y la mala administración de sus gobernantes.
   Para que se vea el boato que rodeaba a este monarca, voy a referirme, siquiera sea en una mínima parte, al fabuloso viaje que realizó en 1624 al famoso Coto de Doñana, y que de modo tan admirable, como documentado, describe don Francisco Rodríguez Marín: primero en el diario ABC, en los números correspondientes, a los días del 1 al 4 de marzo de 1908, y finalmente, incluidos en su libro intitulado Burla Burlando, Tip. Rev. de Archivos (sigo la segunda edición de 1914).
   A Felipe IV, le acompañaban numerosos hombres de títulos y grandes de España, que no voy a especificar, pues son muchos. Asimismo, eran de la comitiva el nuncio de Su Santidad, cardenales, el confesor real, los predicadores Paravicino y Pedrosa, don Francisco de Quevedo, y un largo etc.
   Como es natural, todo este inmenso aparato era atendido, por un incontable número de servidores, entre pajes, lacayos, palafreneros, herradores, etc. También tres barberos de cámara, un carpintero, dos músicos, tres médicos, dos sangradores, tres cirujanos, un algebrista, el panadero de boca, el oblier, cuatro de la panateria, dos frutieres, el bizcochero, el confitero, dos del guardamangier, dos ujieres de viandas, el comprador, el potagier, el bisier, dos cocineros, cuatro ayudantes, cinco mozos, seis galopines, el pastelero y el aguador.
   La custodia y seguridad del rey, y de tan ilustres acompañantes, estaba encomendada a tres escuadras de las guardas de Archeros tudescos y españoles; y además, un alcalde de corte, alguaciles, monteros y ballesteros.
Pág. 154 del libro "El señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia".
   El viaje duró 69 días, y los gastos que ocasionó no lo puede imaginar quien no haya leído el citado libro.
   El Rey, tuvo la contrapartida, para resarcirse de tantos gastos, en los infinitos y valiosos regalos que iba recibiendo, por donde quiera que pasaba la comitiva real.
   Felipe IV se había detenido en Sevilla once días, vividos en una pura fiesta, y la ciudad le hizo servicio -además- de 30.000 ducados.
   Y ahora, vean cómo atendió al monarca, durante su estancia en el Coto de Doñana, don Manuel Alonso Pérez de Guzmán, octavo duque de Medina Sidonia.
   Para ello, nada mejor que seguir el texto de Rodríguez Marín:

          Tan pronto tuvo aviso, de que el rey visitaría sus estados, envió al bosque a su mayordomo y a sus maestros de obras, con cuatrocientos hombres y gran número de caballerías, se renovó la amplia casa que había allí y se aderezaron con ricos tapices treinta aposentos, levantándose muchas nuevas dependencias, tales como una caballeriza para doscientos caballos, cochera para los coches de S.M. y de sus acompañantes, granero para 2.000 fanegas de cebada, pajar y guadarnés de 116 varas de largo [...].
          Envió el duque al bosque, entre otras muchas cosas 8.000 tablas; 1.500 pinos; 100 velas de navío; 60.000 clavos; 700 fanegas de harina de flor; 100 para los perros de S.M. y el duque; 80 botas de vino añejo; 10 botas de vinagre; 200 jamones de Rute, Aracena y Vizcaya; 400 arrobas de aceite; 300 arrobas de uva, orejones dátiles y otras frutas; 100 tocinos; 600 arrobas de salmón, atún de ijada y pescados; 50 arrobas de manteca de Flandes; 1.000 barriles y botijas de aceitunas; 100 arrobas de azúcar y otras tantas en pilones; 50 arrobas de miel; 200 arrobas de cajas de conservas, cubiertos y almíbares; 4.000 bujías y 4.000 velones; 12 cargas de palmitos de Meca, 6 árboles grandes de navíos y 60 berlingas, para los fuegos de artificio [...].
          Para la cocina se cortaron 4.000 cargas de leña y se llevaron 4.000 arrobas de carbón. De la villa de Huelva se enviaron 500 barriles de escabeches de lenguado, ostiones y besugos, sin otros 1.900 que habían llevado de Sanlúcar, y sin 1.400 pastelones de lampreas y gran número de empanadas que se fueron haciendo en el bosque. Y todo a este tono.
          Además, se previno a las autoridades de Huelva, que hiciesen pescar y mandasen diariamente, por medio de harrieros, veinte cargas de pescado, cada una de a quince arrobas, y otras ocho cargas habían de mandar desde Almonte. Y para enfriar las bebidas, habían de llegar de Ronda, cada día, seis cargas de nieve, en cuarenta y seis acémilas, repartidas en diferentes puestos, para que la nieve no parase en ninguno. Mandó asimismo el duque, que toda la caza que se matase en veinte leguas a la redonda, la enviasen al bosque [...]. Del condado de Niebla y de Sanlúcar llevaron 100.000 huevos. Con razón, pues, escribía el Doctor Thebussem que las célebres bodas de Camacho fueron penitencia de monje y parvedad de anacoreta, si se comparan con la pasmosa sobreabundancia de mantenimientos que el duque juntó en el bosque, bastante para hartar, no ya a la corte de España, sino a todas las de Europa [...]
          El duque regaló al rey para sí, para el infante y para los señores que le acompañaban, doce hermosos caballos, con sus aderezos de campo, algunos bordados de oro sobre ante y gamuza, otros de  cordobanes  diversos, y  los  dos  destinados  para  S.M. y S.A. cubiertos con tellices de terciopelo
Pág. 155 del libro "El señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia".
verde, bordados con cortaduras de tela naranja y torzales de oro. Además, les regaló doce lanzas, las dos de las personas reales, de juncos de Indias, guarnecidas de oro, y de plata las demás [...].
   Hemos de considerar harto suficiente lo ya referido, pues consignar todo lo que pasó en el bosque, sería el cuento de nunca acabar, solo diremos que días después, y en la despedida, el duque alegró el viaje del rey, con un donativo de 70.000 ducados, (nada menos) y aún remachó el clavo con "una rosa para el sombrero, de diamantes, de estimación de 10.000 ducados, que supo había contentado a S.M".
   Y a todo esto, ¿como correspondió el monarca a tantas y tan meritorias atenciones como recibió de tan dispendioso y leal súbdito? Pues haciéndole merced de cuatro hábitos, para que los repartiese entre sus servidores.
   Una corte tan corrupta, como la de Felipe IV, tan necesitada de dinero con que atender a tantas guerras, y lo que es peor, a tantos gastos supefluos e innecesarios y a continuas francachelas, recurría de manera constante, a las más variadas formas de financiación, para sostener, a duras penas, su maltrecha economía. Son infinitos, los ardides que empleaba para engordar su patrimonio real, y no hace falta decir que casi todos abusivos y desproporcionados a la capacidad de una población empobrecida u carente de recursos.
   Creo que resulta conveniente el conocimiento de cuanto se lleva expuesto, para entender mejor el marco socio económico en que se desenvolvía la sociedad de entonces, sujeta constantemente a todo tipo de arbitrariedades, como vamos a comprobar dando a conocer una -entre tantas- de estas injusticias, padecida por la Villa de Burguillos, de la que con tanto interés me vengo ocupando.
   Esta Villa, tenía menos de mil habitantes en la fecha que historiamos. De forma fija sabemos, que en 1587 tenía 716 habitantes, y en 1786, solo 384. Esta alteración demográfica se debía, sin duda, como se explica en otro lugar, al estrago en vidas humanas que provocaban las frecuentes epidemias de peste y cólera, que en aquellos siglos asolaban a las poblaciones. Pero vamos a ocuparnos ya da la injusticia de referencia.
   En un documento de mi investigación, encontrado en el Archivo de Protocoles de Sevilla, de fecha 6 de noviembre de 1626, se menciona "un traslado sacado de una cédula real de su Majestad, firmada de su real nombre, y refrendada por Francisco Gómez, en la Villa de Madrid", en la citada fecha.
   Los legajos que contienen estos documentos, estuvieron durante mucho tiempo, mal atendida su conservación y apoyados en una pared húmeda, de un antiguo caserón de Sevilla, que antiguamente había sido templo. En esas condiciones, muchas de las escrituras se encuentran en una situación de gran deterioro; tanto por las causas expuesta, como por la acción natural del paso del tiempo y de la polilla, por lo que no ha sido posible sacar fotocopia; si bien, con algún esfuerzo, he logrado leerlo casi todo, y lo transcribo modernizando la ortografía y descifrando abreviaturas; dice así:
Pág. 156 del libro "El señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia".
          EL REY
          Por cuanto por parte de ese Concejo (roto) de la Villa de Burguillos, me ha sido hecha relación, que con el amor particular que tenéis a mi servicio y reconociendo el apretado estado de mi patrimonio real, y las confederaciones de los enemigos de la Iglesia, que por diferentes partes amenazan a estos Reinos, y queriendo como leales vasallos, acudir cuanto es de la vuestra, al socorro de las presentes ocasiones, me habíades asistido servir con el precio de lo que montaren, quinientas fanegas de trigo, por vía de donativo, como lo han hecho y van haciendo las ciudades, villas y lugares y vasallos de estos mis Reinos y Señoríos, porque con vuestros propios, no podíades pagar la dicha suma, me suplicasteis fuese servido de conceder licencia y facultad para que (espacio roto) poder valer del caudal de vuestro Pósito, tomándolas de él prestadas, y que para restituírselas hubiésedes de poder arrendar, para sembrar o para hierbas y pastos, lo que fuese más a propósito, la tercia parte de la dehesa de retamas, que serán hasta cien fanegas de sembradura, y que hubiese de durar el tiempo que fuese menester, hasta que sea pagado y satisfecho el dicho Pósito de la dicha cantidad, o como la me merced fuese, y visto en la Junta que mandó formar para la administración y cobranza del dicho donativo, y las diligencias que envió de Sevilla (espacio roto), del año pasado de 1625, hizo don Enrique de Salinas, alcalde de la ciudad dicha, y lo que de ellas y de su parecer (lo que sigue está destruido por la polilla)

   Creo que basta con lo escrito, para deducir una reflexión poco favorable a un régimen que conducía al país a la ruina.
   Es triste comprobar el descaro con que se llama donativo, a lo que es, se mire como se mire, un saqueo intolerable.
   Burguillos, era en ese tiempo una Villa de pocos habitantes, que vivían en una clara situación de pobreza, y disponían de escasos medios para atender sus muchas necesidades. En idénticas circunstancias se hallarían, sin duda, las demás "ciudades, villas y lugares y vasallos de estos mis Reinos" que fueron sometidas al mismo yugo.
   En definitiva, y para terminar, Se puede establecer que los tres últimos monarcas de la Casa de Austria, fueron determinantes en la evolución y desarrollo de la decadencia de España, que quedó sumida en siglos de atraso, supersticiones y abandono.
   No se tome a mal, encarar con valentía estas verdades. Veritas odium parit.

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