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lunes, 24 de junio de 2024

Arte: San Juan Juan Bautista, en la pintura del Bautismo de Cristo, anónima, en la Iglesia de Burguillos

     Mostramos en Historia de Burguillos a San Juan Bautista, en la pintura del Bautismo de Cristo, anónima, que encontramos en la capilla mayor de la iglesia parroquial de San Cristóbal mártir de nuestro pueblo, aprovechando que hoy es 24 de junio, Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista, Precursor del Señor, que, estando aún en el seno materno, al quedar lleno del Espíritu Santo exultó de gozó por la próxima llegada de la salvación del género humano. Su nacimiento profetizó la Natividad de Cristo el Señor, y su existencia brilló con tal esplendor de gracia que el mismo Jesucristo dijo no haber entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].


     Y que mejor día que hoy, para analizar dicha pintura dedicada al Bautismo de Cristo, y en el que uno de sus personajes que la protagonizan es San Juan Bautista;
     Es un óleo sobre lienzo en el que se representa el Bautismo de Cristo por San Juan Bautista en el Jordán bajo la presencia del Espíritu Santo. La pintura se ha venido atribuyendo a la escuela sevillana y fechándose a principios del siglo XVIII. El marco es también barroco y de esta misma época.  En su origen estuvo presidiendo la capilla bautismal. Es una obra deudora sin lugar a dudas del magnífico óleo sobre lienzo realizado por Murillo en 1668 para la Capilla de San Antonio o del Bautismo de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla, con unas medidas de 2,80 x 2.06 m., de ahí que analicemos también esta obra maestra para comprender mejor la obra existente en nuestra iglesia parroquial:
   "En la pintura Cristo y San Juan Bautista están perfectamente interrelacionados física y espiritualmente, contraponiéndose de manera perfecta la potente emotividad que emana del rostro del Bautista con la profunda humildad que manifiesta el de Cristo. Un amplio espacio natural, intensamente iluminado se abre detrás de las figuras marcando una profunda perspectiva. La soltura técnica que muestra esta pintura tiene su justificación en la reciente estancia de Murillo en la corte madrileña, donde aprendió muy bien las lecciones que ofrecía la colección de pinturas venecianas y flamencas del Palacio Real y de otros recintos nobiliarios y religiosos." (Valdivieso. 2010: 120)


   La pintura muestra el episodio narrado por los Evangelistas en Mat., 3, 13-17, Mc., 1, 9-11, Luc., 3, 21-22 y Jn., 1, 32-34. La iconografía del Bautismo sigue los preceptos desarrollados a partir del Renacimiento, según los cuales, confluyen los dos ritos bautismales de inmersión y aspersión; es por ello, que Cristo mantiene la parte inferior de sus piernas dentro del agua, mientras San Juan Bautista derrama sobre su cabeza el agua bautismal.
   Se trata de una escena en la que prima una armonía compositiva basada en una estructuración geométrica en la disposición de los elementos representados, adquiriendo una forma romboidal, cuyos ángulos están ocupados, en la zona inferior, por la figura arrodillada de Cristo, a su derecha, San Juan Bautista, a su izquierda, los ángeles que portan sus ropas y, en la zona superior, la paloma del Espíritu Santo. Las figuras están insertas en un paisaje natural compuesto por rocas, arbustos y agua, representado atendiendo a la recreación de sus matices lumínicos y atmosféricos.


   Tanto la figura de Cristo como la de San Juan Bautista constituyen una muestra del alto nivel técnico detentado por el pintor sevillano Murillo; ambos personajes están recreados a partir de un dibujo firme y preciso en la representación de sus anatomías y rostros, mientras la gama cromática adquiere unos sutiles matices lumínicos que, en ocasiones, oscilan hacia un graduado claroscuro.
   La brillantez de los colores, potenciados por una modulada incidencia lumínica, y su aplicación mediante una pincelada extremadamente suelta -adquiriendo mayor corporeidad en la representación de las figuras y un carácter evanescente en el fondo de la composición- permiten una perfecta integración entre los elementos principales y el entorno que los rodea (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).


Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Juan Bautista, precursor del Señor:
EL ÚLTIMO DE LOS PROFETAS DE ISRAEL Y EL PRECURSOR DEL MESÍAS
     San Juan Bautista (en su traducción de los Cuatro Evangelios -1943-, Hubert Pernot sustituyó la denominación usual de San Juan Bautista por la de San Juan el Inmersor, pero la innovación no tuvo eco), el Precursor o, como dicen los griegos, el Prodromos del Mesías, es la "fíbula" viva que une el Antiguo con el Nuevo Testamento. Pertenece al reino de la Ley y al mismo tiempo al reino de la Gracia: ha vivido sub lege y sub gratia. 
     Aunque su historia sea contada en el Nuevo Testamento, no se podría separar de los profetas de la Antigua ley: es el último y el más grande de la estirpe ¿Acaso el propio Cristo no lo ha llamado profeta y más que un profeta? "Hic est enim propheta et plus quam propheta." Pasa por ser la reencarnación del profeta Elías: "Delante del cual irá él, con el espíritu y la virtud de Elías", dice Lucas (1: 17).
     La piedad popular y el arte cristiano siempre le han reservado un lugar aparte de los apóstoles y de los santos. En la Coronación de la Virgen, del primitivo artista de Aviñón Enguerrand Quarton (1453), San Juan esta en las filas de los profetas, en el lado opuesto a San Pedro y a los apóstoles. En la Asunción del Libro de Horas de Étienne Chevalier, Jean Fouquet lo sitúa junto a Moisés. A principios del siglo XVI, en su pintura La Adoración de la Santísima Trinidad por todos los santos o de la Santísima (Allerheiligenbild) en el Museo de Viena, A. Durero, fiel a la tradición, sitúa a Juan el Bautista en la cohorte de los justos del Antiguo Testamento, junto a Moisés y el rey David.
     Pero si Juan Bautista es el último de los profetas, también es el primero de los mártires de la fe de Cristo. Merecería, más que el díácono Esteban, el título de protomártir. La Iglesia le rinde el mismo culto que a los santos. En la hagiografía ocupa un lugar análogo al de San Miguel, venerado como arcángel y como santo al mismo tiempo.
     Así se explica que pueda figurar dos veces en un mismo programa iconográfico, donde representa simultáneamente el Antiguo y el Nuevo Testamento. Es el caso de la portada de la iglesia de San Servais, de Maastrich, donde se encuentra en los dos derrames: a la izquierda, pisoteando a Herodes y a Herodías, y a la derecha, bautizando a Cristo en el Jordán.


HISTORIA
     La historicidad de San Juan ha sido discutida tanto como la de Cristo. Ciertos mitólogos lo identifican, como a Jonás, con el dios pez babilonio Oannes.
     El historiador judío Josefo dice sólo que su predicación inspiraba gran esfervecencia en el pueblo, lo cual provocó su detención (Antigüedades judías, Lib. XVIII). Ese relato no concuerda con las fuentes cristianas.
     Brevedad de los Evangelios canónicos. Lo que las Sagradas Escrituras nos enseñan acerca de su vida puede resumirse en pocas palabras.
     Hijo del sacerdote Zacarías y de Isabel, prima de la Virgen María, recibió el nombre de pila Johanan o Jochanaan. Se retiró muy joven al desierto de Judea para llevar allí una vida ascética y predicar la penitencia. En Jesús, que se hizo bautizar por él en el Jordán, reconocía al Cordero de Dios, al Mesías anunciado por los Profetas. Ese acontecimiento capital habría ocurrido en el año 28.
     Arrestado en el 29, en la fortaleza transjordana de Macarea o Macerón (Mekavar) por el tetrarca de Galilea Herodes Antipas, cuyo matrimonio con Herodías, que era su sobrina y su cuñada a la vez (Herodes no podía justificarse por la ley judía de los levitas puesto que Herodías tenía cuatro hijos de su primer matrimonio), se había atrevido a censurar, fue decapitado sin que Jesús interviniese para salvarlo.
     Sólo en Marcos y en Mateo encontramos el relato de la Pasión de Juan desde su detención hasta su decapitación. El cuarto Evangelio no hace ninguna alusión al hecho, y San Pablo calla al respecto.
     Las adiciones de los Apócrifos. Sobre ese delgado cañamazo bíblico la leyenda bordó innumerables anécdotas que inspiraron al arte cristiano durante siglos.


     Los hagiógrafos desprovistos de imaginación recurrieron a otras fuentes mal disfrazadas. El evangelista Lucas ya había dado un ejemplo en tal sentido, contando el anuncio del nacimiento de San Juan Bautista según el modelo de los nacimientos de Isaac (Gen. 18: 10), de Sansón (Jue. 13:2) y de Samuel (I Rey. :1). El ángel Gabriel se apareció a Zacarías y le anunció el nacimiento de un hijo que se llamaría Juan. Zacarías, tan escéptico como la vieja Sara, respondió que era demasiado anciano, al igual que su mujer, como para creer en esta buena noticia. Para castigarlo por su incredulidad, el ángel le declaró que permanecería mudo hasta el día en que se realizara la promesa divina.
     La Virgen embarazada fue a visitar a su prima Isabel. Al acercarse Jesús, el niño se estremeció de alegría en el vientre de su madre.
     El mismo día de su nacimiento, contrariando la costumbre judía, recibió el nombre de Juan: tan pronto como su padre Zacarías, que hasta entonces permaneciera mudo, lo escribió sobre una tabla, recuperó la palabra; su lengua se liberó y se repuso de su largo silencio profetizando.
     De acuerdo con una tradición que se remonta Orígenes y a San Ambrosio, y que ha sido recogida por Pedro Comestor y por Jacopo de Vorágine en la Leyenda Dorada. el futuro precursor habría sido recibido en su nacimiento por la Virgen María. Buenaventura cuenta que María tomó en sus brazos al hijo de Isabel. El niño fijaba la mirada en ella como si hubiese comprendido quién era y cuando ella quiso devolverlo a su madre, él inclinaba la cabeza hacia la Virgen y sólo parecía encontrar placer en ella.
     Lucas no dice nada acerca de la infancia de Juan Bautista, pero los Apócrifos colman la laguna. Ahí se inventa la huida de Isabel con su hijo en el momento de la Matanza de los Inocentes, fuga poco motivada puesto que habitaban lejos de Belén.
     Retirado en el desierto (o en los bosques), Juan, vestido con una túnica de pelo de camello, se contenta con alimentarse de langostas (este alimento no tiene nada de anormal para un habilitante del desierto. Todavía en la actualidad los árabes comen sin asco alguno langostas secas, limpias de élitros, que se venden a espuertas en los mercados al aire libre o en los zocos. Han seguido "acridófagos". No obstante, numerosos comentaristas piensan que un asceta sólo podía ser vegetariano y pretenden que la palabra akrides ha sido traducida por langostas pero que debería interpretarse como brotes tiernos o frutas silvestres, quizás algarrobas , que en alemán se llaman Johannessbrotfrüchte -panes de San Juan-. Cf. Henri Grégoire, Les sauterelles de saint Jean-Baptiste, 1930. En inglés el algarrobo se denomina locust-tree, y las algarrobas locust-beans) y miel silvestre (locustae et mel sylvestre). Exhorta a la penitencia a sus discípulos, que lo toman por el Mesías, anunciándoles que el Reino de los Cielos está próximo.


     Después del Bautismo de Cristo deja de predicar. Como Natán censurando el adulterio de David, reprocha al tetrarca de Galilea Herodes Antipas el incesto con su cuñada. Para vengarse, Herodías aconseja a su hija Salomé, que había embrujado al tetrarca con su danza, que le pida como recompensa la cabeza de San Juan Bautista.
     Según el Evangelio de Nicodemo, habría precedido a Cristo en los Infiernos, donde habría servido de anunciador, igual que en la tierra.
     El profeta fue perseguido aún después de su muerte: se contaba que el emperador Juliano el Apóstata, para poner fin al culto que se le rendía, hizo desenterrar y quemar sus huesos.
     Puede advertirse lo que agregan los Apócrifos al relato de los Evangelios canónicos: la presencia de la Virgen en el nacimiento de Juan, la leyenda de la montaña que se abre frente a la madre y al niño, su descenso a los Infiernos donde precede y anuncia a Cristo, la incineración de sus reliquias.
     La ciencia moderna. El descubrimiento de los manuscritos hebreos en el desierto de Judá, al fondo de las grutas cavadas en los cantiles del mar Muerto, en 1947, ha renovado nuestro conocimiento de los orígenes del monacato cristiano. Sobre todo se descubrió que las prácticas y enseñanzas de los Esenios había ejercido profunda influencia en la predicación del Bautista. La traducción de los rollos del mar Muerto sin duda confirmará esta filiación espiritual.
CULTO
     San Juan Bautista es el primero en la jerarquía de los santos. Su primado es reconocido por la liturgia. En las Letanías se lo invoca inmediatamente después de los arcángeles, antes que a San José, esposo de la Virgen. En el Confiteor, su nombre es enunciado antes que el de San Pedro, príncipe de los Apóstoles. San Pedro Crisólogo lo glorifica como un superhombre, el igual de los ángeles: major homine, par angelis.
FIESTAS
     Por un privilegio excepcional, la Iglesia celebra el día de su nacimiento y el de su muerte: su Natividad es el 24 de junio, su Decapitación el 29 de agosto. Ahora bien, sólo hay otras dos Natividades inscritas en el calendario litúrgico, la del Mesías y la de la Santa Virgen.
     Antiguamente había incluso otra fiesta de San Juan Bautista, la de la Concepción de San Juan Bautista. Celebrada en Oriente, en el calendario romano ha sido reemplazada por la Visitación, que conmemora implícitamente la santificación de San Juan en el vientre de su madre.
     La fiesta de la Natividad de San Juan, fijada en junio, seis meses antes de la Natividad de Jesús, se llamaba en otros tiempos Navidad de verano. Durand de Mende nos enseña en su Rational (VII, 14) que entonces, como en la Nochebuena, se cantaba un doble oficio: el primero al anochecer y el segundo a medianoche.
     Más popular todavía, la Pasión o Decapitación, celebrada en agosto, reemplaza fiestas paganas que el cristianismo, consciente de la fuerza de su tradición, supo desviar en su provecho. Los fuegos encendidos en las cimas durante el solsticio de verano, después de la puesta de sol, se convirtieron en los fuegos de San Juan.


RELIQUIAS
     El culto de los santos generalmente está fundado en sus milagros y sus reliquias. Ahora bien, los judíos nunca han atribuido al Bautista un solo milagro y sus reliquias habrían sido reducidas a cenizas.
     Un panegirista de San Juan que escribiera en el siglo XII, se alegra de que éste no haya sido elevado al cielo como Cristo, la Virgen y San Juan Evangelista, porque si hubiese resucitado -agrega, ingenuamente- estaríamos privados de sus reliquias.
     A decir verdad, la historia de la combustión de los huesos de San Juan por órdenes de Juliano el Apóstata resultaba muy molesta porque parecía quitar a los santuarios de la cristiandad toda esperanza de conquistar las reliquias del primero de los santos. En verdad, quedaban las cenizas que los genoveses se jactaban de haber recogido. Pero se las arreglaron para sortear el obstáculo: se supuso que la combustión no había sido total y que un discípulo había conseguido sustraer al fuego huesos que fueron transportados a Alejandría y se difundieron y multiplicaron a través del mundo.
     Numerosas iglesias se disputaban la gloria y las ventajas de poseer las reliquias del Precursor. A causa de una confusión de nombre, se considera que la tumba de San Juan Damasceno en la mezquita de los Omeyas de Damasco contiene el cuerpo de San Juan Bautista.
     Los Juanistas o Caballeros de San Juan habrían recogido un brazo en su iglesia de Malta.
     Las pequeñas iglesias se contentaron, modestamente, con los dedos del Precursor. San Juan de Maurienne poseía su pulgar y San Juan del Dedo -en Bretaña- el índice, todavía más precioso, que señaló al Cordero de Dios a orillas del Jordán.
     El duque Juan de Berry legó a los cartujos de París el mentón y las sandalias de su santo patrón contenidos en un relicario de plata.
     Pero la reliquia más codiciada era la cabeza del decapitado que Constantinopla pretendía poseer en el monasterio de Studios.
     Sólo en Italia se conocían cinco ejemplares de su cabeza. En dos iglesias de Roma, S. Silvestre in capite y S. Juan de los Florentinos, en S. Lorenzo de Génova, en S. Marcos de Venecia y en la catedral de Anagni.
     A las pretensiones italianas se oponían las reivindicaciones francesas. En 1204, después de la cuarta Cruzada, un canónigo de Picardía habría llevado desde Constantinopla a Amiens la parte anterior de la cabeza de San Juan Bautista con la marca del cuchillo de Herodías. La parte posterior de la "cabeza del Señor San Jehan" había quedado en Constantinopla. San Luis la adquirió a precio de oro para la Sainte Chapelle; era la pieza más preciosa del tesoro, después de las reliquias de la Pasión.
     Otra cabeza (de otro San Juan), encontrada en 1014 y conservada en un magnífico relicario, atraía a los peregrinos a San Juan de Angély, en Saintonge (Calvino se burla en su Tratado de las Reliquias: "Los de Amiens se jactan de tener el rostro y la máscara que muestran hay una marca de una cuchillada sobre el ojo que dicen que le asestó Herodías. Pero los de San Juan de Angély los contradicen y muestra la misma parte."). Santa Verónica habría aportado a Bazas una "mappula" con la cual habría secado la sangre del Precursor en la prisión.
     En España, la iglesia de San Isidoro de León se jactaba de poseer la mandíbula del Precursor.
     A causa de esta multiplicación, a finales de la Edad Media se contaba doce cabezas y sesenta dedos del Bautista, lo cual es evidentemente excesivo. Pero como sólo se presta a los ricos, se han atribuido al Bautista huesos que pertenecían a sus homónimos, tales como San Juan de Edesa.


LUGARES DE CULTO
     La popularidad de San Juan está probada no sólo por el número paradójico de sus reliquias que parece haber tenido, como el fénix, el privilegio de renacer de sus cenizas, sino además por la multitud de iglesias puestas bajo su advocación.
     Roma no le consagró menos de ocho, la más célebre de las cuales es San Juan de Letrán, madre de todas las iglesias, "omnium ecclesiarum mater et caput", fundada por Constantino, el primer emperador cristiano. En Italia era, además, patrón de Génova, de Florencia -que estampaba en sus florines la imagen de San Juan Bautista- y de Turín, que le dedicó su catedral.
     En Venecia, la iglesia de San Giovanni Decollato se llama en dialecto San Zan Degola.
     En Francia, le están dedicadas numerosas catedrales, especialmente la de Lyon, sede del Primado de las Galias. Además, era venerado en Perpiñán, que le dedicó dos iglesias: San Juan el Viejo y San Juan el Nuevo, en Bazas; San Juan de Angély en Saintonge; San Juan del Dedo en Bretaña, San Juan de Maurienne en el Delfinado y la abadía de San Juan de las Viñas en Soissons.
     A ello hay que agregar que los baptisterios que en otros tiempos se levantaban junto a las catedrales, estaban obligatoriamente consagrados al Bautista: tal es el caso del baptisterio San Juan de Poitiers; de San Giovanni in Fonte, en Ravena, y los baptisterios de Parma, Pisa y Florencia. En Francia se los llamaba San Juan de las Fuentes o San Juan el Redondo, a causa de su planta circular.
     Numerosas órdenes religiosas o militares se vindican de San Juan Bautista: Los caballeros de San Juan de Jerusalén expulsados a Rodas por la reconquista musulmana, que luego pasaran a Malta; los cartujos, cuya devoción se repartía entre San Juan, patrón de los ascetas y San Bruno, fundador (Claus Sluter lo ha representado en la portada de la Cartuja de Dijon como patrón de los Cartujos, protegiendo a Felipe el Atrevido. La cartuja del Valle de la Bendición, fundada por el papa Inocencio VI en Villeneuve de Aviñón, originalmente estaba consagrada a San Juan Bautista; por ello los frescos de la capilla ilustran escenas de su vida. En España, Fernando Gallego pintó para la Cartuja de Miraflores un ciclo de la historia del Bautista) de la orden.
     En 1310, en Haarlem, se fundó una Encomienda de la orden de San Juan. Para ella fue ejecutado el gran retablo de Geertgen Tot sint Jans, uno de cuyos paneles se encuentra en el Museo de Viena.
CULTO POPULAR
     Numerosos santos nunca han recibido más que un culto litúrgico y, por así decir, oficial, pero San Juan Bautista es, por el contrario, el tipo del santo popular.
     Los fuegos de San Juan, las hierbas de San Juan (las verbenas) son una herencia del paganismo que sobrevive en el folklore cristiano.
     Las corporaciones y las cofradías se disputaban el patronato de tan poderoso intercesor: por ello su imagen es tan frecuente en los báculos procesionales de las cofradías.
     San Juan Bautista era el patrón de los sastres porque se vistió a sí mismo en el desierto; de los peleteros, a causa de la túnica de pelo de camello; de los fabricantes de cinturones, zurradores y talabarteros porque llevaba cinturón de cuero; de los cardadores de lana porque tenía un cordero como atributo.
     En Florencia había adquirido la clientela del Arte di Calimala, es decir, del gremio de comerciantes de paño francés.
     En memoria del festín de Herodes, era venerado por los posaderos. La prisión le valió la clientela de los pajareros porque también él había sido metido en una jaula y su decapitación la de los cuchilleros y afiladores porque le habían cortado la cabeza.
     A causa de su prisión y decapitación también era el patrón de los prisioneros y condenados a muerte. Las cofradías de la Misericordia que se habían fijado como misión acompañar a los condenados al suplicio y sepultarlos, habían elegido como emblema la cabeza de San Juan en una bandeja. Por eso la capilla de los Penitentes Negros de Aviñón, adosada a la prisión, está dedicada a San Juan Bautista, y los bajorrelieves de la fachada representan a dos ángeles que llevan su cabeza en una bandeja.
     Sin embargo, a primera vista se explica difícilmente, que también sea el patrón de cantores y músicos. En este sentido, es necesario recordar que los nombres de las notas de la escala han sido tomadas por el monje benedictino Guido d'Arezzo de un himno en su honor: ut (luego do), re, mi, fa, sol, la son las sílabas iniciales de los versos donde se lo celebraba, y la nota si está compuesta por la S y la I de San Juan (Sancte Iohannes), invocada al final de la estrofa.
     Como todos los santos populares, el Bautista era también un santo curador.
     La cabeza de San Juan en una bandeja (Johannischüsse) era objeto de una particular devoción por parte de los fieles que sufrían de migraña o jaqueca: se les presentaba la bandeja de San Juan, y a veces incluso se les colocaba su cabeza de metal hueco para "aspirar" la enfermedad.
     En Amiens, la cabeza de San Juan curaba la epilepsia (se llamaba a la epilepsia el mal de San Juan). En San Juan de las Viñas de Soissons, a donde los pacientes acudían en peregrinación, se lo invocaba contra las enfermedades de garganta, las anginas y los ahogos.
     En el Tirol, los campesinos conseguían la curación de los dolores de cabeza dando tres vueltas en torno al altar con una "Johannisschüssel" (algarroba). Arrojada al agua, la cabeza de San Juan ayudaba a a encontrar los cuerpos de los ahogados.
     A causa del Bautismo en el Jordán, tradicionalmente se consideraba a San Juan protector de las fuentes.
     En Rusia, los popes recomendaban abstenerse de todo fruto o legumbre, pera o calabaza cuya forma pudiera recordar la de la cabeza humana en el día de la fiesta de la Decapitación del Prodromo.
     Si a todas esas creencias populares se suma el hecho de que los nombres de San Juan y Juana eran extremadamente usuales en todos los países y que su empleo hacía que quienes lo eligieran se hicieran pintar bajo la protección de su santo patrón, se explica fácilmente la profusión de imágenes de San Juan en el arte cristiano.


ICONOGRAFÍA
   Tipos. La mayoría de los santos no tienen más que un tipo iconográfico. A nadie se le ocurriría representar un San Pedro o un San Pablo niños. Pero San Juan Bautista aparece en el arte cristiano, por el contrario, con dos aspectos diferentes: como niño y como adulto, como compañero de juegos del Niño Jesús y con los rasgos de un predicador ascético. Desde este punto de vista puede compararse con David, representado ya como joven pastor vencedor de Goliat, ya como rey coronado tocando el arpa.
San Juanito
     Fue el Renacimiento italiano el que popularizó el tipo del bambino de cabellos rizados jugando respetuosamente con el Niño Jesús bajo la tierna vigilancia de la Madona.
     El tema del pequeño San Juan asociado con el Niño Jesús no tiene fundamentos alguno en la Biblia, porque si hay que creer en el testimonio de San Juan Evangelista (1: 31), el Bautista habría dicho al ver a Jesús avanzar hacia él para ser bautizado en las aguas del Jordán: "Yo no le conocía".
     Pero se explica sin dificultad el atractivo que un tema semejante debía ejercer sobre los pintores de la maternidad y de la infancia. Según Botticelli, fue Leonardo da Vinci quie en su Virgen de las Rocas ha ofrecido el modelo más perfecto de esas Sagradas Familias ampliadas que luego inspiraron a Rafael (bastará recordar la Madonna della Tenda en la Pinacoteca de Munich; la Virgen del vel o y ls Sagrada Familia de Francisco I, en el Museo del Louvre) y a Murillo tantas obras maestras de gracia conmovedora.
     Señalemos sólo que desde el punto de vista iconográfico ese tema se presta a las variaciones más delicadas: San Juanito es ya el compañero del Niño Jesús al que entrega su cordero, ya el adorador de Aquél a quién, a la sazón, confusamente, siente "mayor que él" ¡Pero cuántos matices entre la camaradería y la adoración!
     Aunque los dos niños hayan nacido con algunos meses de intervalo, la diferencia de edades está muy marcada: Juan aparece siempre muy claramente como el mayor.
     Los artistas florentinos del Quattrocento representaron a San Juan adolescente con los rasgos de un efebo imberbe de nerviosa elegancia (Donatello, Verrocchio) o de gracia andrógina (da Vinci).
     En el siglo XVII, Murillo lo transformó en muchacho andaluz.
     En el siglo XIX, los escultores franceses Paul Dubois y Dampt enriquecieron el tema.
San Juan adulto
     Por encantador que resulte el tipo pueril o juvenil del Giovannino italiano, San Juan aparece en el arte cristiano casi siempre con los rasgos de un asceta demacrado "alimentado con langostas y miel silvestre", predicando la penitencia en el desierto de Judea.
     El arte realista de finales de la Edad Media y del Renacimiento lo representa de buena gana como un faquir esquelético, uno yogui hindú o un beduino nómada macilento y quemado por el sol, de barba descuidada y cabellos hirsutos.
     No obstante, ese San Juan ascético de origen oriental estuvo precedido por representaciones de tipo pastoral o sacerdotal en las manifestaciones paleocristianas de Ravena.
     Vestimenta. Según los Evangelios de Mateo (3, 4) y de Marcos (1, 6), está vestido con una túnica corta (exomis). Pero su vestidura característica es un sayo de pelo de camello (trikhinon himation) ajustado en la cintura mediante un cinturón de cuero. (Joannes erat vestitus pilis cameli et zona pellicea circa lumbos ejus.) En el arte pictórico del siglo XV, la piel de la cabeza del camello pende entre sus piernas. La piel manchada de un tigre que viste en un mosaico bizantino de Parenzo, en Istria, es una excepción. El sayo tejido con pelo de camello se reemplazó en Occidente con una piel de oveja o de cabra que le deja los brazos, las piernas y hasta una parte del torso desnudos. El palio púrpura que tiene encima en la escena de la intercesión del Juicio Final, alude a su martirio.
     Atributos. En el arte bizantino, está representado como un ángel con grandes alas (alígero). Esta concepción del Prodromo alado se remonta a una profecía de Malaquías (3:1): "He aquí que envío a mi mensajero para preparar mi camino, el ángel de la Alianza que deseáis." En el principio del Evangelio de San Marcos (1:2), se lo califica de mensajero celestial; no es otra cosa que la traducción literal de las palabras de Cristo que lo glorifica como "el igual de un ángel".
     En su mano, como los santos "cefalóforos", tiene una bandeja con su cabeza cortada: con frecuencia esa bandeja es reemplazada por un cáliz donde reposa como una hostia viva el Niño Jesús desnudo.
     Sus atributos son muy diferentes en el arte de Occidente. El más frecuente es el cordero cruciforme que presenta en un tondo, en un pliegue de su manto, apoyado sobre un libro o derramando su sangre en un cáliz, a sus pies. Ese símbolo es el que conviene más a un Precursor, puesto que saluda a Jesús diciendo: "He aquí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo."
     Con frecuencia tiene una cruz de cañas en la que una filacteria lleva la inscripción: Ecce Agnus Dei. Un panal de miel alude a su alimento en el desierto.
     Por el índice elevado expresa, como el arcángel Gabriel, su misión de Anunciador (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor los Relatos de los Evangelistas, el Culto y la Iconografía de la Fiesta del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo para entender la pintura del Bautismo de Cristo de nuestra parroquia:
Los relatos de los evangelistas
     Los acontecimientos del ciclo de la Infancia en general aparecen mencionados en uno solo de los Evangelios, y ello en el mejor de los casos, porque casi siempre estamos limitados a las ficciones novelescas de los Evangelios apócrifos.
     Aquí, por primera vez, nos encontramos en presencia de un abanico de testimonios concordantes. El apóstol Juan se limita, es verdad, a aludir a él (1: 29 - 32) cuando se refiere al encuentro del Bautista y Jesús y al descenso del Espíritu Santo. Pero contamos con el testimonio de los tres sinópticos: Mateo (3: 13 - 17), Marcos (l. 9 - 13) y Lucas (3: 21 - 22).
     Esos relatos pueden resumirse de esta manera:
     Jesús va hacia el Jordán desde Nazaret, para hacerse bautizar por Juan. El Precursor se niega un honor del cual se juzga indigno, como más tarde lo hará san Pedro en la escena del Lavatorio de los pies. Pero Jesús insiste. En el momento en que sale del agua ve abrirse el cielo y descender sobre él el Espíritu de Dios, como una paloma. Y en el cielo resuena una voz que dice: "TÚ eres mi Hijo amado, en ti me complazco".
     La escena está compuesta entonces por dos elementos bien diferenciados: la purificación en el agua del río y la teofanía o Descenso del Espíritu Santo.
     Cabe preguntarse por qué Jesús se sometió espontáneamente a un rito de purificación que no necesitaba más que la Virgen después de su maternidad sin mancha. Los teólogos responden que eso no era para él sino para los hombres de la Nueva Alianza, con el objeto de instituir el sacramento del Bautismo en lugar de la Circuncisión judaica.
     En cuanto a la teofanía, ha sido imaginada para agrandar la figura de Jesús que sin el la habría aparecido como un simple discípulo de san Juan; y para afirmar así su carácter mesiánico. Su voluntaria humildad está desdibujada por esta apoteosis.
     En el simbolismo cristiano inspirado en san Pablo, la inmersión del neófito en la piscina significaba su muerte, y la salida del agua simbolizaba la resurrección por la virtud del bautismo.
Culto
     La fiesta de la Epifanía, que se celebra el 6 de enero, en la actualidad evoca la Adoración de los Reyes Magos, es la Fiesta de Reyes; pero originalmente conmemoraba el Bautismo de Cristo en el Jordán, considerado la primera Epifanía o Teofanía de Cristo, es decir, su primera manifestación divina. Las Constituciones apostólicas redactadas hacia el año 400 le otorgan ese significado. «Es necesario descansar ese día -enseñan-porque es aquél en que la divinidad de Cristo ha sido revelada, cuando el Padre le ha rendido testimonio y el Espíritu Santo apareció sobre su ca­beza en forma de paloma.»
     Entre los orientales, el Bautismo siguió siendo el principal objeto de la fiesta, y en los calendarios coptos la Epifanía está designada con el nombre de Dies Baptismio Inmersio Domini.
Iconografía
Los datos esenciales del tema

     Antes de analizar la evolución iconográfica del tema bajo la influencia de la liturgia bautismal, conviene aislar los rasgos esenciales de la composición.
     En principio, asombra la semejanza del Bautismo con la Anunciación. En una y otra escena tenemos dos personajes principales: Cristo y san Juan Bautista, la Virgen y el ángel, uno de naturaleza divina (Cristo, el ángel), el otro pertenecien­te a la especie humana (san Juan Bautista, la Virgen). De ello resulta, natural­mente, una composición de tipo polarizado y más o menos asimétrica, aunque a di­ferencia de la Anunciación, la escena ocurre al aire libre, en un espacio homogéneo.
     Los dos temas se juntan gracias a la presencia de un tercer factor: Dios Padre o la paloma del Espíritu Santo que aparece encima de la cabeza de Cristo.
     Al convertirse en el centro o eje de la composición, la paloma celestial reduce la importancia del papel de san Juan Bautista que sólo es, igual que el ángel mensajero, un simple ejecutante y que acaba por arrodillarse ante Cristo.
     Lo que distingue al Bautismo de la Anunciación -este es un punto acerca del cual nunca se insistirá demasiado- es que aquél no es sólo un acontecimiento de la vida de Cristo, sino un sacramento y que, en consecuencia, su iconografía se basa no sólo en los relatos evangélicos sino también, y sobre todo, en la liturgia bautis­mal cuyas variaciones refleja.
     «Se han combinado dos cosas: lo que ocurrió en el bautismo de Jesús y lo que ocurría en el bautismo de los fieles y se hizo porque se consideraba el bautismo de Jesús como el prototipo del bautismo cristiano.»
La evolución del tema
     Es necesario estudiar aparte la purificación sacramental y la teofanía.
a) El rito de la purificación
     A falta de una descripción bastante precisa en los Evangelios, la escena del Bautismo de Cristo ha sido representada por el arte cristiano de acuerdo con la liturgia del sacramento bautismal. Ella está modelada según los ritos de ese sacramento que ha sido administrado sucesivamente en dos formas: por inmersión en un río o una piscina de baptisterio o por simple infusión en la capilla de las pilas bau­tismales.
A) El bautismo por inmersión (per immersionem)
     En los dos casos, los personajes principales son siempre Cristo, san Juan Bautista y los ángeles. Pero hay diferencias muy evidentes en sus actitudes, ropas y acce­sorios.
Los personajes: Jesús, Juan, los ángeles
     Entre los siglos VI y XII en el arte bizantino o bizantinizante se representó a Jesús completamente desnudo, inmerso en las aguas del Jordán. El agua asciende hasta su cintura y a veces hasta sus axilas u hombros, dibujando alrededor de su cuerpo una cúpula ovoidal que se asemeja a una campana líquida que no puede represen­tar la pila bautismal puesto que en vez de ser cóncava es convexa. El curso del río está representado según las reglas de una perspectiva infantil en la cual las líneas se elevan en vez de alejarse. La fluidez del agua está indicada en las ondulaciones paralelas que estrían la campana acuática, como las olas y peces que nadan en el elemento líquido. Pero el agua no es transparente, puesto que sirve para tapar el sexo.
     A pesar de la cronología de Lucas que expresamente atribuye al Mesías la edad de treinta años al tiempo de su Bautismo, en el arte paleocristiano Jesús tiene la estatura de un niño (pintura mural del cementerio de Calixto, sarcófago de santa Quiteria en Mas d'Aire). Esta anomalía se debe a que en la liturgia los catecúmenos eran llamados pueri, infantes. Es a finales del siglo VI, en el Evangelio sirio de Rabbulos, donde aparece en el Bautismo un Cristo adulto y barbudo. A partir de entonces se lo representará con la estatura de un hombre.
     A veces, en lugar del lecho del Jordán es bautizado en una cuba. Otra prueba de la influencia de la liturgia. El bautismo, para ser eficaz, primitivamente debía administrarse en aguas corrientes y vivas, es decir, en un río. Por razones de comodidad más tarde debieron contentarse con aguas muertas, detenidas en un recipiente con forma de cáliz.
     San Juan Bautista vestido con una zamarra de piel de oveja está de pie sobre la ribera e impone la mano sobre la cabeza de Jesús. Antes de finales del siglo XII no se lo ve nunca verter el agua lustral. El mosaico restaurado del baptisterio de Rávena puede presentarse como una excepción a esta regla.
     Sobre la orilla opuesta del río están los ángeles descendidos del cielo para oficiar como diáconos. Su presencia no se menciona en los Evangelios canónicos ni en los apócrifos. También dicha presencia se explica por la liturgia en la cual un diácono asistía al obispo sosteniendo el capillo y vistiendo a los catecúmenos con una túnica blanca después de la inmersión. El número de diáconos oscila entre uno y tres, en este último caso, simbolizan las tres jerarquías angélicas.
     De acuerdo con la costumbre oriental, llevan las manos veladas (manus velatae) en señal de respeto. Los artistas de Occidente, poco familiarizados con el ceremo­nial bizantino,  no comprendieron el significado de esos velos e imaginaron ingenuamente que los ángeles presentaban una bata de baño para secar al catecúmeno, o que cumplían la función de percheros vivos esperando que Cristo saliera del agua.
Los accesorios: el Jordán personificado, el dragón y la cruz acuáticos, el hacha hundida en el tronco de un árbol
     El Bautismo por inmersión comporta además figuras alegóricas como el dios del Jordán, el dragón vencido y un monumento conmemorativo: la cruz acuática.
     El Jordán está personificado por un dios fluvial que tiene un ramo de cañas y una urna inclinada, de acuerdo con una tradición que el arte de los primeros tiem­pos del cristianismo tomó del arte alejandrino.
     Como se consideraba, según san Jerónimo, constituido por Jor y por Dan, a veces aparece duplicado en dos medias figuras. Por eso el río Dordoña, formado por Dora y por Doña, en el arriate de agua de Versalles está representado por dos urnas. En el Protaton del monte Athos, el Jordán es un viejo calvo que conduce un tiro de dos delfines. Con frecuencia tiene sobre la frente pinzas de cangrejo, como los centauros marinos de la mitología (bap­tisterio de los Arrianos, en Rávena).
     Un detalle enigmático a primera vista, que se explica por la usual comparación con el Paso del mar Rojo, prefiguración del Bautismo, y por una alusión a los Salmos que era el Libro más popular del Antiguo Testamento. El Jordán personificado casi siem­pre está representado de espaldas y parece darse a la fuga, como el mar Rojo que se retira (Púlpito de Maximiano). El arte se ha limitado a la traducción del Salmo 114: 3, donde se dice el Jordán se echó para atrás (Jordanus conversus est retror­sum).
     En numerosos Salterios bizantinos, elSalterio Jludov, por ejemplo, se ve derrumbado sobre la orilla del río un enorme dragón acuático cortado en dos y sangrante. Para comprender el sentido es necesario referirse al Salmo 74: 13 - 14 donde se invoca a Dios con estas palabras: «Con tu poder dividiste el mar / y rompiste en las aguas las cabezas de los monstruos. / Tú aplastaste la cabeza del Leviatán (...)». En lenguaje teológico ello significa que de la misma manera que el faraón pereció persiguiendo a los hebreos en el mar Rojo que se abrió para dejar pasar a Moisés, el poder del demonio ha sido partido por el bautismo.
     Esta tradición se perpetuó durante largo tiempo en el arte bizantino. En el convento de Xenofontou, en el monte Athos, Cristo apoya el pie sobre una piedra de la que asoman cuatro cabezas de serpiente.
     Otro detalle no menos curioso es una cruz en el lecho del río. Según Strzygowski, se trataría de un presagio de la Crucifixión. En realidad se trata de un recuerdo de peregrinación. Para señalar a los peregrinos el sitio donde había tenido lugar el Bautismo de Cristo, se había levantado en el Jordán una cruz en lo alto de una columna plantada sobre un basamento de tres escalones. Esta columna en torno a la cual nadan los peces, aparece reproducida con mucha frecuencia en las representaciones antiguas del Bautismo.
     Detrás de san Juan Bautista a veces se ve el hacha hundida en el tronco de un árbol de la cual habla el Precursor cuando se dirige a los fariseos (Mosaico del baptisterio de San Marcos de Venecia). Es la ilustración de un pasaje de Mateo (3: 10): «Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.»
     Estos detalles de origen helénico o sirio, que sirven para localizar la escena, desaparecieron a partir del siglo XII.
B) El bautismo por infusión (per infusionem)
     Es en esa época (siglo XII), cuando la infusión o aspersión (Begiessung), que debió introducirse mucho antes para administrar el bautismo a los enfermos y a los niños, comenzó a reemplazar en la liturgia al triple baño purificador. La representación del Bautismo de Cristo resultó, en consecuencia, radicalmente transforma­da.
     El ejemplo más antiguo del Bautismo por infusión es el retablo esmaltado de Nicola de Verdun (1181), pero allí todavía aparece combinado con la inmersión. Fue en el siglo XIV, con Taddeo Gaddi y Andrea Pisano cuando la nueva fórmula triun­fó definitivamente.
     En vez de estar inmerso en el Jordán hasta los hombros, Jesús se sumerge en el agua sólo hasta las rodillas e incluso hasta los tobillos. Desde entonces ya no puede ser representado completamente desnudo. Como en la Crucifixión, por decencia, lleva un ceñidor, un trozo de tela ajustado alrededor de la cintura. El ce­ñidor que reemplaza la campana acuática, sirve, como ésta, para ocultar el sexo. De pie en medio del río casi seco, une las manos mientras san Juan vierte el agua lustral sobre su frente. En ciertos casos muy infrecuentes (capitel del claustro de Eschau, en Alsacia), es la paloma del Espíritu Santo la que deja caer sobre el Mesías el contenido de una ampolla que lleva en el pico.
     Como lo ha señalado Strzygowski, generalmente la infusión se realiza con una copa o una concha en el arte italiano, con un cántaro en el arte alemán, mientras que en la escuela de los Países Bajos (Van der Weyden, Memling, G. David) san Juan Bautista deja caer algunas gotas de agua desde la concavidad de su mano sobre la cabeza de Cristo.
C) La iconografía bautismal del Renacimiento y de la Contrarreforma
     No es conveniente detenerse en la concepción que tenían los italianos del Renacimiento acerca del Bautismo de Cristo, porque nada tiene que ver con el arte religioso.
     De la misma manera que las Bodas de Caná para Veronés son apenas un pretexto para desplegar el lujo de un banquete, el Bautismo es sólo una escena de baño, o más bien de los preparativos de un baño con bellos cuerpos desnudos de efebos que retozan y se lavan al aire libre. Alrededor de Cristo los catecúmenos se desnudan, visten, descalzan o ponen la camisa. El sacramento deja lugar a un baño en el Tiber o el Arnot.
     Después del concilio de Trento se retornó a una concepción menos pagana del Bautismo, aunque sin retomar la fórmula medieval. En vez de estar de pie en el Jordán, Cristo se inclina o hasta se arrodilla con respeto ante san Juan Bautista. Incluso a veces Cristo y san Juan, rivalizando en humildad, se arrodillan uno frente al otro.
     Este nuevo orden se limita a traducir fielmente la doctrina de los teólogos místicos que profesan que Cristo, por humildad, quería rebajarse frente al Precursor, como si tuviera necesidad de ser purificado. Émile Mâle cita paralelamente los textos en que pudieron inspirarse los artistas del siglo XVII. «¡Oh Verbo encarnado -es­cribió la santa florentina María Magdalena de Pazzi- tú has querido inclinarte y humillarte frente a san Juan, como si tuvieras necesidad de ser purificado.» El español Álvarez de Paz le hace coro en sus Meditaciones: «Tu Bautismo fue la obra de tu admirable humildad. Ibas al Bautismo, oh maestro de la Pureza, como si tuvieses pecados que expiar.» A decir verdad, existe un precedente, se encuentra un ejemplo -aislado, ciertamente- del siglo XIV, en una composición del pintor de inspiración giottesca, Taddeo Gaddi (Academia de Florencia), que representa a Cristo arrodi­llado en el lecho del Jordán.
     No obstante no debe creerse que esta innovación haya sido acogida con general conformidad. En el arte religioso de los siglos XVII y XVIII con frecuencia vemos al Cristo Rey servido por ángeles que lo visten. Poussin en un cuadro de la Galería Czernin de Viena y Jean Restout (1745) en el Museo Dijon muestran a san Juan Bautista que se arrodilla frente a Cristo y a Dios Padre que aparece en una nube por encima de éste.
     Así, la iconografía posttridentina del Bautismo a veces subraya la humildad, y en ocasiones la majestad del Salvador.
     En suma, en la evolución que hemos esbozado, pueden distinguirse a grandes rasgos, tres tipos principales.
     1. Cristo desnudo está inmerso en el Jordán que forma alrededor de su cuerpo una campana acuática. San Juan Bautista le impone la mano sobre la cabeza.
     2. Cristo con ceñidor está de pie en el lecho del río cuya agua apenas le llega a los tobillos. San Juan le vierte el agua lustral sobre la cabeza.
     3. Cristo vestido con una túnica se arrodilla en la ribera frente a san Juan Bautista, o éste se arrodilla frente a aquél.
b) La teofanía
     El rito lustral no es todo. Según el relato de los Evangelios, por encima del divino catecúmeno, el Espíritu Santo desciende desde lo alto del cielo al tiempo que resuena la voz de Dios Padre proclamando por primera vez el carácter mesiánico de Cristo.
     Marcos, que nos ofrece la versión primitiva de los Evangelios, dice simplemente que el Espíritu descendió «como una paloma», lo que significa, sin duda, que su vuelo se asemejaba al de una paloma. Lucas infirió de ello que el Espíritu Santo des­cendió «en forma corporal, como una paloma», lo cual es muy diferente. No es necesario decir que esta segunda versión, que materializaba de una manera concreta y plástica la aparición del Espíritu Santo, ha sido adoptada de inmediato por todos los artistas, encantados de poder representar de ese modo un Ser divino tan incorpóreo como los ángeles. El arte contribuyó a la fortuna de una concepción que en su origen reposa en un despropósito.
     A veces la paloma lleva una rama de olivo en el pico, a consecuencia de la asimilación de Cristo bautizado en el Jordan al patriarca Noé en el arca.
     Así, el Bautismo está concebido no sólo como una purificación, sino también como una iluminación (photismos). De acuerdo con una muy antigua tradición que se encuentra en el siglo II en Justino, y en el siglo IV en Efrén el Sirio, en el momento del Bautismo de Cristo del agua del Jordán brotó una luz. El poeta latino Prudencia agrega que el dios del Jordán resultó deslumbrado y retrocedió de espanto. Otro poeta cristiano, Juvencus, dice que una luz penetrando el agua transparente del río reveló la presencia de Dios.
      Podemos encontrar las huellas de esta leyenda en un fresco de Capadocia del siglo IX, donde la luz que brota del agua está ingenuamente representada por una antorcha que emerge del río cerca de Jesús.
     Al mismo tiempo otra luz, todavía más deslumbrante, aparece en el cielo para iluminar a dos personas divinas: Dios Padre y la paloma del Espíritu Santo.
     La intervención de Dios Padre es evocada ya por la Mano de Dios, ya por su figura en busto que hace un gesto de bendición. Dios aparece de esa manera a partir del siglo XII, en las pilas bautismales de Lieja (1118).
     En el arte barroco del siglo XVII, san Juan Bautista eleva un rostro extasiado hacia el cielo donde resuena la voz del Padre Eterno.
Catálogo
   Cuando se elabora un catálogo se comprueba que gran número de Bautismos han sido encargados o ejecutados por donantes o artistas que llevaban el nombre del Precursor: por ejemplo, Jean Baptiste Colbert, Jean Baptiste Tuby, Jean Baptiste Lemoyne, Jean Baptiste Corot.
   Así como la Santa Cena decora los refectorios de los conventos, el Bautismo de Cristo es el tema que se reserva para la decoración de los baptisterios, de las capillas de las pilas bautismales y hasta de las propias pilas (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).

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