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lunes, 11 de julio de 2022

Arte: La pintura de San Benito Abad, de Pedro Ciaurriz, en la Iglesia de Burguillos

     Mostramos en Historia de Burguillos una reseña de la pintura de San Benito, obra de Pedro Ciaurriz, y que se encuentra en el muro del Evangelio de la Capilla Mayor de la Iglesia de Burguillos, puesto que hoy, 11 de julio, es la Fiesta de San Benito, abad, patrono principal de Europa, que, nacido en Norcia, en la región de Umbria, pero educado en Roma, abrazó luego la vida eremítica en la región de Subiaco, donde pronto se vio rodeado de muchos discípulos. Pasado un tiempo, se trasladó a Casino, donde fundó el célebre monasterio  escribió una Regla, que se propagó de tal modo por todas partes que por ella ha merecido ser llamado "Patriarca de los monjes de Occidente". Murió, según la tradición, el veintiuno de marzo (547) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].



     Es una pintura al óleo sobre lienzo con unas medidas de 1'80 x 1'30 m, y se trata de una pintura contemporánea que representa a San Benito Abad, obra de Pedro Ciaurriz (1899-1983), hacia 1958-59. Fue donado por don Joaquín Velázquez Caballar. El marco de madera dorada es contemporáneo, aunque imita a los del siglo XVIII, siendo su estado de conservación bueno (Inventario parroquial de Burguillos).
     Siendo párroco D. Antonio María Riejos García se percató de la devoción a San Benito, en nuestro pueblo. Hablando con D. Joaquín Velázquez Carballar, que fue alcalde durante muchos años y había nacido en Castilblanco, supo de su intención de regalar un San Benito para nuestra Pa­rroquia. Y así fue como D. Pedro Ciaurriz, pintor de Sevilla cuya mujer era de Castilblan­co, realizó una pintura  al óleo de San Benito como la que pin­ tara dos años antes para el altar de la parroquia de Castilblan­co. Fue entronizado en nuestra parroquia en 1958 o 1959, con gran solemnidad  después de recorrer algunas calles de nuestro pueblo. Acudió la Junta de Gobierno de la Hermandad Matriz de San Benito de Castilblanco, cuyo Mayordomo era D. José Fernández Rodríguez, Secretario D. Eduardo Velázquez Álvarez y Tesorero D. Francisco Vargas Brenes.
     Como testimonio de aquel día tenemos una de las fotografías que acompaña este artículo en la que figuran de izquierda a derecha y en prime­ra fila: D. Fernando Velázquez Chamorro, de la Hermandad Matriz, D. Miguel Pérez Jiménez (Miguel de la Viña), D. Joaquín Velázquez Carballar, D. Manuel Guerra D. Baldomero López Hernández, de la Hermandad Matriz. Detrás se ven, a la iz­quierda a D. Joaquín Velázquez Olmedo y a la derecha a D. Rafael Barrientos Guerra. Las varas que portan los de Burguillos son las antiguas de nuestra Hermandad y que actualmente se utilizan el día de la Romería (Manuel Guerra Pérez).




     La pintura del Patrón de Castilblanco que encontramos en la parroquia del Divino Salvador de Castilbanco de los Arroyos, fue realizada por el pintor D. Pedro Ciaurriz Benítez (1899-1983) en el año 1950 como consta en la firma del autor en la misma pintura. Pedro Ciaurriz vivía en Gelves en la Hacienda Simón Verde de su propiedad, pero en Castilblanco también era el dueño de la Finca El Cortijo y de una casa en la calle Real, actual avenida España. Dicha casa fue construida en la década de los 40 del pasado siglo por el maestro alarife local Rafael Amorín Lazo. Pedro Ciaurriz era un pintor autodidacta y, aunque se presentó y gano algunos premios, nunca quiso comercializar sus cuadros. Además de este cuadro para Castilblanco también realizo otro de San Benito para la vecina localidad de Burguillos. Fue nombrado Hermano Mayor Honorario de la Hermandad Matriz como aparece en un boletín editado en agosto de 1955 y actualmente una avenida de la localidad de Gelves lleva su nombre (Cronista de Castilblanco).


Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Benito, abad;
HISTORIA Y LEYENDA
   Los diálogos de San Gregorio Magno son la fuente principal y casi única de su biografía.
   Nacido hacia 480 en la provincia de Norcia (también, aunque de empleo menos frecuente, “Nursia”, ciudad de la provincia de Perusa), en Umbría, era hermano gemelo de Santa Escolástica.
   Hacia el año 500 se retiró a una gruta llamada Sacro Speco, cerca del lago de Subiaco, para llevar una vida de ermitaño.
   En 528, a mitad de camino entre Roma y Nápoles, fundó el monasterio del monte Cassino (Montecassino), sobre una antigua acrópolis consagrada en la antigüedad al culto de Júpiter. Allí compuso la regla de la orden de los benedictinos, y allí murió en 547.
   Sobre esta trama histórica el ingenio de los monjes y la imaginación popular bordaron adornos que Santiago de Vorágine recogió cuidadosamente en su Leyenda Dorada, de la que tomaron sus temas los artistas.
   En principio fue el milagro del tamiz partido. Cuando a su nodriza se le cayó un tamiz, él tomó las dos mitades y las volvió a unir sin que quedara huella alguna de su fractura.
   Cuando vestía hábito monástico, se retiró a la caverna del Sacro Speco donde era aprovisionado por el monje Romano, que le bajaba el pan en un cesto atado a una cuerda, y le avisaba con el sonido de una campanilla. Satán rompió la campanilla.
   Como no consiguió rendirlo por hambre, el diablo desató contra él las tentaciones carnales. Hizo aparecer una mujer que encendió su concupiscencia. San Benito rodó desnudo entre las zarzas espinosas que rodeaban la gruta, expulsó la codicia sensual mediante las llagas de su carne, y así se impuso al pecado.
   Elegido abad del monasterio de Vicovaro, por su rigor se atrajo el odio de los monjes que envenenaron su comida. Pero escapó a la tentativa de envenenamiento haciendo la señal de la cruz sobre el vaso que se quebró de inmediato en pequeños fragmentos, como si lo hubiese golpeado una piedra, mientras un cuervo se llevaba el pan envenenado en el pico.
   Salvó al monje Plácido, su discípulo, cuando estaba a punto de ahogarse, enviando en su auxilio a San Mauro, quien sostenido por su bendición, lo salvó de la muerte caminando sobre el agua.
   En el monasterio sólo quedaban cinco panes, pero al día siguiente, ante la puerta de la celda de San Benito se encontraron cien moyos (medida antigua de capacidad que equivale a ocho cántaros o ciento veintinueve litros) de harina.
   Totila (rey de los ostrogodos de Italia, que se confunde con frecuencia con Atila, rey de los hunos), rey de los godos, intentó engañarlo sin éxito, cuando delegó a uno de sus oficiales disfrazado de rey.
   Su hermana Santa Escolástica, a punto de morir, le impidió partir desencadenando una tormenta y haciendo caer una lluvia torrencial. El santo vio el alma de su hermana ascender al cielo en forma de paloma.
   Cuando murió su alma también ascendió al cielo en un chorro de luz. Como el profeta Elías en su carro de fuego.
CULTO
   Patrón de la orden de los benedictinos, de los conventos de Subiaco y del monte Cassino, San Benito es un santo más monástico que popular.
   Sus reliquias, transportadas en 672 desde Montecassino a la abadía de Fleury, en Francia, que adoptó el nombre de Saint Benoît sur Loire, nunca atrajeron tantos peregrinos como las de San Martín de Tours o las de Santiago de Compostela.
   En verdad, su autenticidad siempre ha sido cuestionada por los italianos quienes creen haber encontrado los auténticos huesos de San Benito y de su hermana Escolástica en Montecassino, en 1950.
   Se lo invocaba contra el veneno, la erisipela y sobre todo contra los cálculos de los que habría curado al emperador de Alemania, Enrique II. También se recurría a su intercesión para obtener la gracia de una buena muerte.



ICONOGRAFÍA
   Se lo representa ya imberbe, ya barbudo. Vestido con una cogulla negra de benedictino. No obstante, en los cuadros encargados por los benedictinos reformados, cistercienses, camaldulenses y olivetanos, aparece con una túnica blanca. 
   Sus atributos son un tamiz partido, varas con las que habría corregido a un monje, una copa de la que escapa una serpiente venenosa, alusión a la tentativa de envenenamiento de los monjes  de Vicovaro (comparte este atributo con San Juan Evangelista) y finalmente un cuervo que se lleva el pan envenenado en el pico. Se observará que a diferencia del cuervo proveedor de San Pablo ermitaño, que le lleva el pan cotidiano, el de San Benito retira un pan envenenado.
   Para diferenciar su copa envenenada de la de San Juan, los escultores alemanes del siglo XVIII hacen salir de ella dos pequeños serpientes (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).

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