Mostramos en Historia de Burguillos, la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, que podemos contemplar en la Iglesia parroquial San Cristóbal, mártir, de nuestro pueblos, aprovechando que hoy, 8 de marzo, es el aniversario (8 de marzo de 1953), de su bendición y reposición al culto.
Y que mejor día que hoy, para analizar la imagen de Nuestra Señora de los Dolores.
Nuestra Señora de los Dolores, bellísima dolorosa, tiene una historia, cuanto menos, curiosa. Según contaban los mayores de nuestro pueblo vinculados a la Iglesia, esta imagen, perteneciente a la Iglesia del Convento de la Inmaculada Concepción, de Carmona fue salvada de ser quemada en una pira formada a las puertas de dicho convento en los lamentables hechos que ocurrieron en julio de 1936, por una mujer muy valiente, que solo pudo recoger la cabeza de la Virgen y trasladarla a Burguillos, donde contaba con familiares (el humorista carmonense Manuel Jiménez Macedo -conocido en Burguillos por "Manolo Macedo", o "Manolo de Carmona"), en concreto a casa de Dª Nazaret Pérez.
Hacia 1945-50 el imaginero sevillano Manuel Pineda Calderón (1906-1974) se encontraba en nuestro pueblo restaurando las imágenes secundarias del Retablo de la Virgen del Rosario, especialmente el Niño Jesús, que remata dicho retablo y los dos pequeños ángeles que coronaban los estípites que flanquean a Nuestra Patrona y que fueron trasladados al Altar Mayor por el capricho del párroco de entonces. A instancias del Párroco D. Manuel Gandullo, se procedió a la restauración de la dolorosa, realizándose un nuevo candelero, manos y una profunda remodelación del rostro aunque no por ello deja de asomar su bellísima impronta dieciochesca, a pesar de lo cual podría atribuírsele a la gubia del escultor Pineda Calderón, natural de Alcalá de Guadaira. Su bendición se produjo con motivo de la Santa Misión dirigida por los PP. Misioneros Diocesanos, del 2 al 8 de Marzo de 1953, como consta en el recordatorio impreso por la Librería Pascual Lázaro de Sevilla.
Esta imagen dolorosa es una imagen de vestir o "de candelero". Por candelero se entiende un maniquí formado por dos secciones troncocónicas, en cuya parte superior se fijan el busto y los brazos articulados. Una armadura de listones, recubierta de lienzo o arpillera, aligera el peso de la efigie, a la vez que insinúa la forma corporal. El rostro se decanta clarísimamente por la frontalidad, estando gubiado en madera de buena calidad y policromado con vivas carnaciones, al igual que las manos, de gran realismo natural.
Sus ojos, bellísimos, son de cristal en un tono marrón. La idea del llanto queda sugerida por unas lágrimas cristalinas, hoy perdidas, pero que de las que aún quedan el vestigio en su juvenil rostro, y que enjuga con un pañuelo que porta en una de sus manos, rasgo característico de las vírgenes dolorosas en contraposición a las vírgenes de gloria que suelen portar otros atributos. De tamaño natural (1'55 m.), va engalanada con una simple diadema de estrellas, y en ocasiones, con un corazón de metal plateado, atravesado por siete puñales que hacen referencia a los Dolores de Nuestra Señora ya que su nombre deriva de los Calvarios y de la Piedad, aislando ya la figura mariana; de esta forma el devoto sentimiento del pueblo pudo considerar y meditar a sus anchas la doliente soledad de la Madre de Dios.
Del adecentamiento y cuidado de la imagen se ocupaba Dª Genoveva López, y que la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario organizaba los cultos a Nuestra Señora de los Dolores y al Santísimo Cristo del Voto en la última semana de Cuaresma, consistente en un Triduo que culminaba con Besamanos a Nuestra Señora de los Dolores el día de su onomástica, y ello no por capricho, sino porque en la década de 1920 la imagen del Crucificado era co-titular de la Hermandad de la Virgen, como consta en los archivos de la corporación letífica.
A partir de 2007, el cura párroco de Burguillos decide, en un acto caprichoso e incomprensible, arrebatar ambas imágenes pasionistas a la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario y cederlas a un grupo de jóvenes bajo su mando, que se agrupaban bajo un nombre un tanto peculiar, por decirlo de manera suave.
Finalmente en 2009, Nuestra Señora de los Dolores es restaurada por Rafael Díaz Caro, quien la adjudica a la producción de Antonio Illanes y le incluye, incomprensiblemente, en el pecho un dibujo de uno de los múltiples escudos de la autoproclamada agrupación parroquial, y desde entonces "procesiona" en víalucis y víacrucis cada Viernes de Dolores.
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Nuestra Señora de los Dolores;
LA VIRGEN DE LOS DOLORES
El arte patético de finales de la Edad Media concedió un amplio espacio en su iconografía a la Virgen Dolorosa, representada ya con Cristo muerto sobre las rodillas después del Descendimiento de la cruz, ya sola después del Enterramiento de Cristo.
Estos dos tipos iconográficos se designan con los nombres de Virgen de la Piedad y Virgen de los Siete Dolores. Aquí no hablamos de la Virgen de pie frente a la Cruz (Stabat Mater), o desvanecida en los brazos de San Juan o de las Santas Mujeres, porque esos temas no han sido representados aisladamente y son inseparables de la Crucifixión.
La Virgen de las siete Espadas
Después del Enterramiento de Cristo, la Virgen queda sola con su dolor: por ello en España se la llama Virgen de la Soledad.
Una iglesia de Roma está dedicada a S. Maria delle Sette Dolori.
Se la representa con las manos juntas y gruesas lágrimas que corren por sus mejillas.
Para volver más sensible el dolor de la Virgen se imaginó simbolizarla con una espada que le atraviesa el pecho. El origen de esta representación es la profecía del anciano Simeón (Luc 2: 35) que anuncia a la Virgen el día de la Presentación de Jesús en el Templo, que una espada de dolor le atravesará el alma: Tuam animam pertransibit doloris gladius.
¿Cómo se pasó de la Virgen con una espada a la Virgen de las siete espadas? Por la devoción a los Siete Dolores (Septem tristitiae) que se oponen simétricamente a los Siete Gozos de la Virgen (Septem Gaudia B.V. Mariae).
A partir del siglo XIII se ve aparecer la devoción a los Siete Gozos de la Virgen, popularizada por la orden toscana de los servitas (Esclavos de la Virgen). La devoción a los Siete Dolores es más tardía: fue en 1423 cuando el sínodo de Colonia agregó a las fiestas de la Virgen «la fiesta de las angustias de Nuestra Señora».
Hasta el siglo XIV todavía se veneraban sólo Cinco Dolores de la Virgen. En el siglo XV el número se llevó a siete, que se corresponde con las Siete Caídas de Cristo en el camino del Calvario. La lista no varía demasiado, salvo en lo relativo al primer Dolor de Nuestra Señora, que es tanto la Profecía de Simeón como la Circuncisión.
1. Profecía de Simeón (o la Circuncisión);
2. Huida a Egipto;
3. Pérdida del Niño Jesús que permanece en el Templo en medio de los doctores;
4. Cristo con la Cruz a Cuestas;
5. La Crucifixión;
6. El Descendimiento de la Cruz;
7. El Entierro.
Así, de los Siete Dolores de la Virgen, tres son relativos a la Infancia y cuatro a la Pasión de Cristo.
Iconografía
H. Gaidoz hace derivar este tema de la Transfixión de la Virgen a un cilindro caldeo que representa a la diosa asiria Istar.
Más recientemente, J. Baltrusaitis ha reconocido en el tema de la Virgen de los Siete Dolores la transposición o adaptación de un tema planetario del que se encuentran numerosos ejemplos en el arte de la alta Edad Media.
Los círculos astrológicos de los siete Planetas habrían comenzado por engendrar el tema de los Siete Dones del Espíritu Santo irradiando alrededor del pecho de Cristo.
De allí se habría pasado con toda naturalidad a la representación de los Siete Dolores de la Virgen. Para ello bastaba transformar los rayos de la Sabiduría Divina en haz de espadas, y reemplazar en el interior de los tondos las palomas del Espíritu Santo por los Dolores de Nuestra Señora.
Sea cual fuere el interés de estas remotas e hipotéticas filiaciones, lo más prudente es atenerse a los orígenes directos del tema que podemos situar en el tiempo y en el espacio con extrema precisión.
La devoción y la iconografía de la Virgen de las siete espadas nacieron en Flandes a finales del siglo XV. Fue Juan de Coudenbergbe, cura de San Salvador de Brujas, quien organizó la primera cofradía de la Virgen de los siete Dolores; y fue Margarita de Austria, gobernante de los Países Bajos, quien fundó, también en Brujas, el primer convento consagrado a Nuestra Señora de los Siete Dolores, y quien ofreció a la iglesia de Brou-en-Bresse un cuadro votivo que la menciona. Finalmente, es en un grabado dedicado a Carlos V, publicado en Amberes en 1509, donde se ven por primera vez las siete espadas dispuestas en abanico.
Este tema correspondía demasiado bien a las tendencias generales del arte patético de finales de la Edad Media, como para volverse popular. De Flandes marítimo, que fue su cuna, pasó a Francia y a la Alemania renana. Pero no se mantuvo inmutable: experimentó una evolución en la que pueden detallarse las etapas sucesivas de esta manera:
Los Siete Dolores de la Virgen en principio están representados simbólicamente por siete espadas. Luego, cada espada tuvo un pomo ornamentado con un tondo que representa uno de los Dolores. Pero al final las espadas desaparecieron y la Virgen apareció rodeada sólo por una aureola de siete tondos.
1. Las siete espadas
La agrupación de las espadas comporta numerosas variantes. En la mayoría de los casos, las siete espadas reunidas en haz atraviesan el corazón de la Virgen. Están, ya dispuestas en círculo, ya agrupadas lateralmente con la punta hacia arriba, cuatro de un costado y tres del otro.
En el siglo XVII Van Dyck imaginó renovar esta composición disponiendo las siete espadas alrededor de la cabeza de la Virgen, como los rayos de un nimbo. Pero esta innovación no tuvo éxito.
A veces, Cristo en el lagar forma pareja con la Virgen de las siete espadas.
2. Los siete tondos
Este ovillo de espadas erizando el corazón o la cabeza de la Virgen tenía el inconveniente de ser poco plástico y, además, insuficientemente explícito. Los fieles deseaban saber cuales eran los dolores que habían atormentado a Nuestra Señora durante su «Compasión». Para satisfacer este deseo no había otro medio que reemplazar el haz de espadas simbólicas por tondos explicativos. En principio, se intentó combinar las espadas y los tondos; luego, la segunda versión, favorecida por el ejemplo del Rosario, acabó por eliminar a la primera.
La Virgen está sentada al pie de la cruz, con las manos juntas o cruzadas sobre el pecho. A veces es una Virgen de la Piedad que tiene a Cristo muerto sobre las rodillas. Alrededor de ella los tondos historiados, dispuestos como las grandes cuentas de un rosario, evocan sus angustias.
Es el arte flamenco del siglo XVI el que ofrece los ejemplos más numerosos de este tema y de sus aspectos sucesivos (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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