Mostramos en "Historia de Burguillos" la noticia recogida en "La Iberia", y "La Correspondencia de España" editados en la capital del reino, sobre los incendios que asolaban nuestro término municipal, y publicados el 11 y 12 de agosto de 1889, y que se conserva en el archivo de la Biblioteca Nacional de España.
"La Iberia"; fue una publicación periódica editada en Madrid desde 1854 a 1866, y de 1868 a 1898. Junto a otros prohombres del liberalismo progresista, como los dramaturgos Manuel de Llano y Persi (1826-1907) y Juan de la Rosa González (1820-1886), fue fundada por el farmacéutico, periodista y también dramaturgo Pedro Calvo Asensio (1821-1863). Aparece su primer número el 15 de junio de 1854, en pleno movimiento militar en el que participa el propio Calvo y que un mes después finalizará en la Vicalvarada dando paso al Bienio Progresista (1854-1856). Será el prototipo del nuevo e influyente periodismo político y cauce del Partido Progresista. Para ello, Calvo supo rodearse de un nutrido grupo de excelentes periodistas y a la vez preclaras plumas del progresismo. Entre ellas, la de Práxedes Mateo Sagasta (1825-1903), que se formará como periodista en este diario desde 1857 y del que será redactor-jefe antes de asumir su dirección el uno de octubre de 1863, tras el fallecimiento de Calvo -su mentor y amigo- a la edad de 42 años, el 18 de septiembre de ese año, y adquirir la propiedad del periódico a su viuda –Ana María Posadas-, que la compartirá con José Abascal y Carredano (1829-1890). Este ya era copropietario –a partes iguales- con Calvo del diario desde 1862, y en 1864, junto a Sagasta y los hermanos Rojas, crearán su sociedad editora.
Con el subtítulo “diario liberal de la mañana” (a partir de 1860 desaparecerá la mención temporal), se publicará en entregas de cuatro páginas compuestas en cuatro densas planas de pequeña tipografía. Formará parte de la renovada prensa informativa y política española, cuyos contenidos van estructurados en secciones. Estas serán la Doctrinal (artículo de fondo o editorial), Noticias (Provincias, Madrid, Ultramar, Extranjero), Oficial (legislación), Variedades, Revista de teatros, Religiosa (cultos), Mercantil (cotizaciones de la Bolsa), Espectáculos (cartelera), Recreativa (folletín, que después se denominará Biblioteca de La Iberia y ocupará, generalmente, los faldones de la primera y segunda página) y Anuncios (que ocupará, aunque no siempre, la última plana completa). A estas se sumarán otras con los epígrafes Opinión, Gacetilla, Correspondencias extranjeras, Últimas noticias, Comunicado o Sección de remitidos, así como la parlamentaria o de Cortes, las de Política interior y Política exterior, además de otra de Astronomía (meteorología) o de Lotería nacional, con el listado de los premios.
No se publicará los lunes. A partir del 14 de noviembre de 1854 aumenta a cinco sus columnas por página. A partir del dos de diciembre de 1856 lo hace su formato y se empieza a componer a seis columnas, que las mantiene cuando vuelve a extender más su tamaño a partir de enero de 1860, llegando a indicar que es el de mayor dimensión y con mayor cantidad de “letras” de cuantos se publican. Imprime diversas ediciones (para Madrid y provincias) e incluso varias al día, así como, desde 1859, una edición económica, siendo distinguidas sus dos principales ediciones como la “grande” y la “chica” o económica. Además, entre diciembre de 1862 y el siete de septiembre de 1863, publicará también una edición satírica semanal, con caricaturas. Bajo la dirección de Sagasta llegará a ser uno de los diarios más leídos, y en 1865 superará en circulación a Las novedades (1850), el otro de los grandes noticieros, aunque La correspondencia (1859) se había convertido en el de mayor circulación de España, según la recaudación por timbre.
En su artículo de presentación se había proclamado “campeón de las doctrinas liberales” y había indicado que “la imparcialidad” era “su divisa; la legalidad, su escudo” y “la libertad, su grito de guerra”, y aunque exprese también que “no nos hemos afiliado a ningún partido”, se convertirá en órgano efectivo del Partido Progresista, incluyendo en sus páginas una sección bajo los epígrafes Circular o Boletín oficial de esta formación política. Desde La Iberia se combatirá a los ministerios moderados o unionistas de Ramón María Narváez (1800-1868) y de Leopoldo O’Donnell (1809-1867), y en un artículo del seis de septiembre de 1856 de Calvo Asensio se criticará duramente a los liberales que en 1858 se integrarán en la Unión Liberal liderada por el citado O’Donnell. Por el contrario, se mostrará favorable al general Baldomero Espartero (1793-1879).
La relación entre los periodistas de La Iberia y la actividad revolucionaria, política e institucional será muy estrecha, pues no sólo Calvo será diputado en 1854 y 1856 y Sagasta llegará a liderar el liberalismo progresista, tras el asesinato del general Prim (1870) y durante la Restauración, y ocupará varias veces la presidencia del Consejo de Ministros, sino otros de sus redactores o posteriores directores obtendrán actas de diputados o senadores u ocuparán cargos en la Administración. Es el caso del poeta Gaspar Núñez de Arce (1834-1903), que será su corresponsal en la Guerra de África (1859); del jurisconsulto Carlos Massa Sanguineti (1823-1883), que lo fue en la guerra austro-italiana (1859); o de Augusto Suárez Figueroa (1852-1904), Ángel Fernández de los Ríos (1821-1880), Fernando Fragoso (1830-1899), el ya citado Llano y Persi (1826-1907), Francisco Javier Carratalá (1830-1870), José María López del Pino (-1881), o Manuel Lasala. Hartzenbusch (1894) da un listado de hasta 36 periodistas de La Iberia, y además de los citados, incluye en su relación a los escritores Ventura Ruiz Aguilera (1820-1881) y Eugenio Sellés (1844-1926), a Francisco Javier de Moya (1821-1885), a su crítico teatral Juan de la Rosa González (1820-1886), a Víctor Balaguer (1823-1901), José Aguirre o Augusto Anguita.
A comienzos de 1858, La Iberia había mantenido una áspera polémica doctrinal con el órgano más representativo del Partido Demócrata –La Discusión (1856-1887)-, lo que causará que un grupo de los periodistas de esta pasase a engrosar la redacción de la primera, como es el caso de un entonces joven Manuel Ruiz Zorrilla (1833-1895). Como periódico más representativo del “espíritu del 54”, y defensor de la libertad de imprenta y de la soberanía nacional, será uno de los diarios que más sufrió multitud de denuncias, multas, secuestros, procesamientos y suspensiones, como el consejo de guerra al que se verán sometidos su director, editor responsable y periodistas el cinco de agosto de 1864, en virtud de la ley de imprenta del 29 de junio de ese año. Sagasta fue detenido, juzgado y condenado a muerte por su participación en el pronunciamiento de la sargentada del Cuartel de San Gil, el 22 de junio de 1866, pero logrará huir y refugiarse en Francia. El último número del diario había sido publicado un día antes. El dos de enero de 1868 reaparecerá este órgano del Partido Progresista con el título La nueva Iberia, que también forma parte de esta Hemeroteca Digital de la BNE.
La cabecera del diario liberal progresista fundado en 1854 por Pedro Calvo Asensio (1821-1863), y que había dejado de publicarse en 1866, retoma su antiguo título tras el triunfo de La Gloriosa. Previamente, en los nueve primeros meses de 1868 se había publicado en su sustitución La Nueva Iberia, título que también forma parte de esta Hemeroteca Digital de la BNE. Al reaparecer La Iberia, el 30 de septiembre de 1868, lo hará siguiendo la secuencia y numeración que había dejado interrumpida el 21 de junio de 1866, y con la indicación del nombre -además del de su fundador- de su director, que no era otro que el de Práxedes Mateo Sagasta (1825-1903), quien tras regresar del exilio y ser nombrado ministro del Gobierno provisional presidido por el general Serrano, será sustituido a partir del 22 de octubre por el antiguo redactor y también exdirector del diario: el cordobés Carlos Rubio Colell (1831-1871). En su reaparición había indicado que quedaba excusado decir que “los redactores de la Nueva y los de la antigua, son y han sido siempre los mismos”:
Seguirá siendo un diario de cuatro páginas, compuestas, generalmente, a seis o cinco columnas, que imprimía varias ediciones y que no se publicaba los lunes. Un diario que había renovado el periodismo político, inspirado dos revoluciones –la liberal del 54 y la democrática del 68- como órgano oficioso del Partido Progresista y era redactado con estilo ágil y calidad literaria por brillantes periodistas y escritores, muchos de los cuales obtendrían actas parlamentarias o altos cargos de la Administración. El caso paradigmático es el del propio Sagasta, quien tras el magnicidio del general Prim (1870), asumirá su liderato a través, primero, del Partido Radical y, seguidamente, del Partido Constitucional, siendo en dos ocasiones presidente del Consejo de Ministros, la primera durante el reinado de Amadeo de Saboya (1871-1872) y la segunda en los tres meses previos al golpe de Martínez Campos (1874), y, desde la fundación del fusionista Partido Liberal en 1880, en cinco mandatos durante el turno de partidos de la Restauración.
Durante este periodo sus secciones más importantes serán la del artículo de fondo o doctrinal (editorial), sus crónicas parlamentarias y, especialmente, su amplia revista de prensa dedicada a atacar la prensa conservadora, carlista y republicana. Tendrá, asimismo, secciones de noticias, política extranjera, oficial, telegramas, gacetillas, espectáculos, tribunales, religiosa, meteorología, cotizaciones de bolsa, últimas noticias, folletín y, en su última plana, anuncios comerciales.
Entre sus redactores y colaboradores se encontraron Juan de la Rosa González (1820-1886), Concepción Arenal (1820-1893), Ángel Fernández de los Ríos (1821-1880), Servando Ruiz Gómez (1821-1888), Eugenio Montero Ríos (1832-1914), Gaspar Núñez de Arce (1834-1903), Eugenio Sellés (1842-1926); los hermanos Manuel (1835-1911) y Félix González Llana (1850-1921), como cronista político y crítico teatral, respectivamente, así como José Ortega Munilla (1856-1922), entre otros.
Se ha indicado que este diario con el tiempo terminó por identificarse de tal forma con la personalidad de quien había sido su director, Práxedes Mateo Sagasta, “que se convirtió en su permanente órgano de prensa”. Entre 1876 y 1883 estará dirigido por un sobrino del propio Sagasta, Tirso Rodrigáñez Sagasta (1853-1935), que llegará a ser ministro de Hacienda tanto con su tío como con Canalejas. De 1884 a 1886 lo dirigirá el dramaturgo cómico Emilio Sánchez Pastor (1853-1935), que anteriormente había sido cronista parlamentario del diario. Y probablemente José Sánchez Guerra (1859-1935) lo dirigiera también antes de que el 11 de octubre 1886 adquiriese su propiedad y asumiera la dirección Manuel Martínez Aguiar (-1942), que ubicó su redacción en un nuevo edificio e intentó, fructuosamente, hacer de este un periódico al estilo norteamericano. Superado por otros grandes diarios madrileños, La Iberia desaparece en plena guerra colonial, siendo la última entrega de su colección la correspondiente al 14 de mayo de 1898, tras cuarenta y cinco años en publicación.
Pues bien, en una de sus páginas de la edición de domingo 11 de agosto de 1889, en la tercera columna, en su parte superior, en la que se publican varias noticias provinciales, aunque la que nos interesa fundamentalmente a los burguilleros, es la segunda, sobre los incendios que asolaron nuestros campos, y que pasamos a transcribir íntegramente:
En la provincia de Sevilla continúan á la orden del día los incendios en los campos.
Recientemente han ocurrido varios; uno en el término de Aznalcázar, dos en Cazalla de la Sierra y otro en la dehesa de las Yeguas, término de Burguillos, ignorándose hasta ahora si han sido casuales ó intencionados.
La misma noticia, con igual redacción, aparece en el periódico "La Correspondencia de España", en su edición del 12 de agosto de 1889.
"La Correspondencia de España", es el primer periódico que inicia el periodismo de empresa en España y como diario vespertino de carácter nacional estrictamente informativo e independiente de los partidos políticos, alejado, por tanto, del doctrinarismo, y ser a la vez el primero en también alcanzar las mayores tiradas nunca conocidas antes en la prensa española. Es heredera de Carta autógrafa que, desde octubre de 1848, empezó a redactar el sevillano Manuel María de Santa Ana (1820-1894) en hojas manuscritas y después litografiadas, como un servicio confidencial de noticias que recababa directamente en los centros e instituciones oficiales y otras entidades para distribuirlas fundamentalmente a los propios periódicos y otros abonados. En 1851 había cambiado su título a La correspondencia autógrafa para ser ya impresa y diaria para, en octubre de 1859, adoptar su título definitivo, cuando Santa Ana lo tenía arrendado al futuro propietario de La época (1849-1936), Ignacio José Escobar (1823-1897), quien la había puesto al servicio de la Unión Liberal del general Leopoldo O’Donnell (1809-1867), regresando a manos de su fundador en abril del año siguiente. La colección de la Biblioteca Nacional de España comienza el dos enero de 1860, con las indicaciones Segunda época, año XII, número 487, pues continúa la secuencia de La correspondencia autógrafa.
Aunque con la implantación del telégrafo y el ferrocarril el primer periódico informativo e independiente venía siendo Las novedades (1850-1872), el diario de Santa Ana, con un precio barato y un revolucionario sistema de venta callejera, en poco tiempo empieza a multiplicar su tirada, alcanzando en sólo un año veinte mil ejemplares diarios, un éxito fulminante y sin precedentes, superando en ventas, en 1864, a Las novedades y convirtiéndose en el diario más vendido de España con mucha diferencia sobre los demás. A ello contribuyó el interés por las guerras de África, de Italia o Crimea. Junto a los también madrileños y futuros directos competidores El imparcial (1867-1933) y El liberal (1879-1939), La correspondencia formará el trío de los grandes diarios informativos e independientes desde la segunda mitad del siglo diecinueve, desapareciendo en 1925.
Desde su posición liberal moderada, sólo en otra ocasión tomará partido, cuando lo hace entre 1869-1870 a favor de la candidatura a la Corona española del duque de Montpensier, Antonio de Orleans (1824-1990), por amistad personal de su fundador, periodo en el que supera los 50.000 ejemplares, aumentando la distancia con sus competidores. En 1876, El imparcial -el diario que consolidará el periodismo informativo en España y que le superará en tirada en 1882- le motejará de ser “ministerial de todos los ministerios”, al que la aludida responderá de ser “amiga de todos” y de practicar una “bondadosa imparcialidad”, remoquetes que se repetirán cada vez que la polémica arrecie entre los grandes diarios de la Restauración. Según Seoane (1983), el prototipo de periódico informativo y preferido del público será aséptico y si no, neutral, al menos independiente en política.
Con el subtítulo “diario universal de noticias”, adopta una confección original en un formato de cuatro páginas a varias columnas con noticias en bruto, clasificándolas según su orden de recepción, donde su primera página corresponderá a la “primera edición” y así sucesivamente, para más tarde clasificarlas en ediciones de tarde, de noche y de mañana. Además de su predominio absoluto de la información (no siempre aséptica), incluye también comentarios y gacetillas ligeras y breves secciones de culto y espectáculos, así como los clásicos folletines, que ocuparán los faldones de sus dos primeras páginas o de las últimas. En la cuarta plana insertará los anuncios comerciales, que llegarán a invadir también la tercera, y será también el introductor de las esquelas. También irá incluyendo textos de modas, ecos de sociedad, noticias de sucesos, deportes, etc.
Entre 1874-1876 publica también una edición de la mañana bajo la cabecera La correspondencia de la mañana, que posteriormente se titula Diario de las familias de avisos y noticias de Madrid político, mercantil y literario. En algunas ocasiones llega a tirar hasta siete ediciones diarias, incluidas las de provincias, y publica también ediciones especiales, como la de Filipinas, y números extraordinarios bellamente ilustrados y con textos de autores consagrados. Incluirá ocasionalmente en su cuarta plana: Diario oficial de avisos de Madrid, así como El montepío universal y La crónica de la moda y de la música. En 1890 aparece incluso una edición de verano titulada La correspondencia de San Sebastián.
Entre sus redactores estuvieron, entre otros, Francisco de P. Altolaguirre, Rafael María Baralt, José Bravo Destuet, José María del Campo, Joaquín Gálvez, Antonio Trueba, Blas Aguilar Alvarado, Eusebio Blasco, Felipe Ducazcal, Hilarión de Zuloaga (que aparece también como editor), Leandro Pérez Cossío, Fernando Cos-Gayón, José María Llamas de Aguilaniedo o Francisco Barber. Su fundador, que había recibido el título de marqués de Santa Ana en 1889, dejará la propiedad a su hijo Luis, que tras morir éste prematuramente en un accidente en los talleres del periódico, pasará a su hermano Eduardo. Suceden en su dirección Andrés Mellado Fernández (1891-1897) y Fernando Soldevilla Ruiz (1897-1903). En julio de este año el aragonés Leopoldo Romero (que utiliza el seudónimo de Juan de Aragón) será nombrado redactor-jefe y, en 1906, director, coincidiendo con el paso de la propiedad al yerno del fundador. Con este cambio, son incorporados a la redacción jóvenes valores del periodismo, como Manuel Delgado Bareto (redactor-jefe), Félix Lorenzo, Enrique Fajardo (Fabián Vidal), Rafael Cansinos-Asséns. Entre 1905-1909, Ramiro de Maeztu será su corresponsal en Londres. Cristóbal de Castro, corresponsal en Rusia durante la guerra con Japón. Ricardo Catarinéu (Caramanchel), crítico teatral, que además escribe una serie de crónicas viajeras apócrifas. Fernando Martín Redondo, su editorialista durante más de cuarenta años. Federico Mínguez (El Tío Capa), revistero taurino durante catorce años. Gutiérrez Pons, director artístico, y Corpus Barga será corresponsal en París durante la primera guerra mundial.
“La corres” –como era voceada por los vendedores callejeros, como también se la motejó de “gorro de dormir”, pues se entendía que había que irse a la cama con este periódico ya leído tanto por liberales como por conservadores desde su inequívoca neutralidad monárquica- traspasa el nuevo siglo manteniendo la vieja competencia con El imparcial (1867-1933) y El Liberal (1879-1939), a la que se le había unido El Heraldo de Madrid (1890-1939), que integrarán el trust de la Sociedad Editorial Española, contra la que liderará la competencia, y vérselas también con la del nuevo diario monárquico conservador Abc (1903-). Aumentará cada número hasta las ocho páginas y sacará de nuevo ediciones matutinas.
No será partidaria de la guerra de Marruecos (1909) y cuando estalle la primera guerra mundial se mostrará aliadófila, siendo subvencionada por el Ministerio de Asuntos Exteriores francés, a la vez que su director también cobrará como corresponsal en Madrid del Daily Telegraph la suma de 40.000 pesetas anuales, cantidad tan desorbitada que equivalía a un 33 por ciento más que el sueldo de un consejero de la Corona española. Si los datos de 1906 le otorgan 50.000 ejemplares diarios, la estadística de 1913 asciende a 130.000, una tirada “extraordinariamente exagerada”, tal como señalan Seoane y Sáiz (1996), en una época en la que ya había entrado en un proceso de decadencia evidente.
A la dura competencia del El Heraldo de Madrid (1890-1939) se le sumará la del también vespertino madrileño La voz (1920-1939), precipitándola hacia su declive final, que entrará en barrena cuando, tras fallecer su padre, Florentina Santa Ana, nieta del fundador, no se avenga a las propuestas de adquisición de la propiedad por parte del director –Leopoldo Romero-, que en 1917 había obtenido acta como diputado liberal y abandonará el periódico, junto a sus mejores periodistas y su administrador, Serafín Adame Martínez, para fundar el nuevo vespertino madrileño y también básicamente informativo: Informaciones, que aparecerá el 24 de enero de 1922. A partir de aquí se sucederán sus directores: Graciano Atienza, Víctor de la Serna, José Betancort Cabrera o Francisco Lucientes, hasta la edición de su último número, el 27 de junio de 1925, no sin antes haber modificado su cabecera a La correspondencia de España y del extranjero.
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Incluye como suplementos La Correspondencia de la mañana (1874-1876) y el Diario de las familias de avisos y noticias de Madrid (1876).
En su edición del 12 de agosto de 1889, aparece la misma noticia y redactada de igual manera que ya hemos visto en "La Iberia", en la primera columna, en su parte central:
Unas noticias nada agradables para la historia de nuestro pueblo, que lamentablemente fueron de alcance a nivel nacional.
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