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lunes, 8 de noviembre de 2021

Arte: "Burguillos en la pintura de la artista Carmen Laffón", de Magdalena Illán, en el boletín "Patrona de Burguillos", nº 9, de 2003.

     En el día de ayer, domingo 7 de noviembre de 2021, fallecía Dª Carmen Laffón la artista (pintora y escultora) con más proyección universal con relación directa con nuestro pueblo, Burguillos, y que da nombre al Centro Cultural y a una avenida de Burguillos. 

     Como homenaje de Historia de Burguillos hacia ella, recordamos el artículo firmado por Magdalena Illán Martín (profesora de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla), "Burguillos en la pintura de Carmen Laffón", publicado en el Boletín "Patrona de Burguillos" de la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario, en la edición del año 2003, nº 9 (páginas 57,59 y 61), y que transcribimos íntegramente:



     En la segunda mitad de los años sesenta y comienzos de los setenta, la artista sevillana Carmen Laffón (1934) compaginó su residencia en Madrid y Sevilla con amplias estancias en la finca de Mudapelos, situada en el término municipal de Burguillos, convirtiendo a los residentes en dicha finca -especialmente a los niños- en protagonistas de sus pinturas. Hoy, casi medio siglo más tarde y cuando la artista goza de un reconocimiento unánime por parte de crítica y público en el ámbito artístico contemporáneo - miembro de la Academia de San Fernando, Premio Nacional de Artes Plásticas 1983, nominada al Premio Príncipe de Asturias 1998, Medalla al Mérito en las Bellas Artes 1999 y contando en su curriculum con exposiciones individuales organizadas por los museos más relevantes del país-, el estudio y análisis de su obra ha de pasar por centrar su atención en las gentes, el paisaje y la forma de vida de Burguillos en la segunda mitad de la década de 1960.
     En 1960 Carmen Laffón contrae matrimonio con el aún estudiante de perito agrónomo Ignacio Vázquez Parladé y es a mediados de dicha década cuando la pareja se traslada a la finca de Mudapelos, donde se llevan a cabo las investigaciones agrónomas realizadas por su marido. Esta residencia en Burguillos se convierte en un activo centro artístico y cultural donde tienen lugar reuniones a las que asisten los artistas más relevantes del ámbito sevillano -José Soto, Teresa Duclós, Gustavo Torner,...-, destacando especialmente la figura de Fernando Zóbel quien -como anécdota- llevará a cabo las etiquetas de los melocotones cultivados en Mudapelos. Pero, sobre todo, destaca el hecho de que Mudapelos se convierte en protagonista exclusivo de las obras que Carmen Laffón realiza en esta segunda mitad de los años sesenta. La artista había desarrollado su obra anterior en Madrid, en contacto con las tendencias expresionistas postuladas por el grupo El Paso y con las que establece relación a partir de su trabajo en la Galería Biosca; por lo tanto, se trataba de una obra inmersa en un intenso pesimismo existencial puesto de manifiesto a través de una estética desgarrada de tonalidades sombrías y enrarecidas, dibujo fragmentado y una profunda oscuridad. El contacto con la luz estival de Mudapelos marcará el inicio de una evolución estilística que desembocará en su obra de madurez, abandonando el sentido trágico de la vida para acercarse a una visión de la realidad intensamente melancólica representada a través del mundo objetual, de los interiores y de los rostros infantiles de los niños. Estéticamente, la gama cromática adquiere una luminosidad inédita hasta el momento, rica en matices pasteles, mientras la pasta pictórica adelgaza su grosor y es aplicada a partir de tenues veladuras; técnicamente, presenta la novedad del uso del carbón y lápiz de grafito sobre papel como técnicas más utilizadas, minoritarias hasta el momento en su producción.
     Hay dos temáticas abordadas por Carmen Laffón durante este período de Mudapelos que puede acotarse entre los años 1965 y 1973 -año éste en el que la artista traslada, nuevamente, su residencia a Madrid-: por un lado, la figura humana a través de los rostros infantiles y, por otro lado, el mundo de los objetos que constituyen la vida cotidiana de los residentes en la finca.
     Respecto a la primera temática, Carmen Laffón toma como modelos a los niños residentes en Mudapelos, de los que aparecen sus nombres como títulos de las obras, aunque la falta del apellido ha imposibilitado la identificación de los mismos -aspecto que resultaría muy interesante y que, quizás, a raíz de este artículo pueda llevarse a cabo; así, se conservan obras tituladas: Rosario (1967), Cabeza rosa (1967), Niña con traje negro (1968), Esperanza (1969), María (1969), Lola (1971), Antonio Díaz (1971), Reyes (recostada en la butaca) (1971), Reyes (1972), Reyes. A Manolo Millares (1972), María (1970-1973)1. Aunque se rata de retratos, no obstante hay un elemento común en todos los rostros que les arrebata su identificación individual y los fusiona para dar lugar a la creación de un arquetipo emocional. Es así que los semblantes infantiles están inmersos en una profunda melancolía y tristeza interior, atisbándose en sus miradas sentimientos latentes de ilusiones frustradas, decepciones, desesperanza, resignación y espera. Existe una fatal discordancia entre la fisonomía infantil de sus rostros y la gran carga emocional que sostiene su mirada en la que se percibe la conciencia del final de la ingenuidad que supone la niñez y, con él, la llegada del futuro que les aguarda: un futuro ligado al duro trabajo y a las constantes privaciones. En la mayoría de estos retratos la artista utiliza la técnica del carbón sobre papel, cuya parca gama cromática a partir de blancos, negros y grises acentúa la tragedia que envuelve a las figuras y la atención se centra en el rostro de los modelos, ejecutados a través de un intenso claroscuro que se va diluyendo paulatinamente hacia la periferia, donde predomina la gama de grises blancuzcos. Un dibujo depurado construye la estructura compositiva y el perfil de las figuras, pasando a un segundo plano tras la recreación de las sombras y luces que cobran todo el protagonismo técnico, sobre todo en los años setenta, cuando los fondos se oscurecen, las líneas se vuelven más sutiles y la representación de la atmósfera adquiere matices inéditos.
     En esta serie de dibujos destacan dos obras especialmente complejas por su factura técnica y estructura compositiva: se trata de Antonio Díaz (1971) y de María (1970-1973). Ambas obras se configuran a partir de la técnica de papier collée, es decir, diversos pliegos de papel pegados que dan lugar a la composición global y desarrollan una temática similar como es la imagen de los dos niños recostados sobre una cama en actitud convaleciente. La imagen de Antonio Díaz es más directa y terrible al contemplarse la figura infantil -anatomía débil, rostro ausente- tumbado sobre un lecho del que sólo se aprecian unas sábanas, situado en el interior de una lúgubre habitación sin más adorno que el escorzo de una mesilla de noche colocada a la izquierda de la composición.
     Aunque el procedimiento del carbón sobre papel predomina en esta serie de retratos, sin embargo también el óleo contribuye a la ejecución de los rostros infantiles en obras como Rosario, Cara sonrosada y Niña con traje negro; en las que, a pesar  de la introducción de color en gamas pasteles, no obstante, está presente el mismo sentimiento trágico de la existencia y la profunda mirada de hastío y cansancio vital, especialmente en Niña con traje negro en el que se muestra a una figura infantil ataviada con el vestido negro, que indica luto por la muerte de un familiar, y que contrasta con la imagen nacarada de su semblante.
     La segunda temática abordada por Carmen Laffón durante su estancia en Mudapelos se refiere a la representación del mundo de los objetos; se trata de objetos sencillos, cotidianos, que formaban parte del mobiliario doméstico de las casas y que le sirven a la artista para experimentar en cuanto a aspectos compositivos, técnicos y lumínicos, marcando una drástica ruptura en su evolución estilística y constituyéndose como algunas de las obras más importantes de su trayectoria profesional. Pinturas como La radio (1966) -aquella radio de la casera de Mudapelos- y las dos versiones realizadas en torno a la máquina de coser, Máquina de coser al uso (1967)2 y Máquina de coser tapada (1967)3 consolidan la tendencia hacia una depuración formal basada en el uso de elementos geométricos y de una evidente austeridad cromática. Las máquinas de coser son resueltas en composiciones que han ganado en solidez estructural e introducen una concepción abstracta de la representación objetual marcada por la rígida volumetría de las telas -de claras reminiscencias zurbaranescas- y la rigurosa linealidad de los elementos. Igualmente, la artista plantea un tratamiento del espacio vacío denso y activo, que envuelve pesadamente a los motivos representados, dando lugar a una atmósfera intensamente vivida; este aspecto, lógicamente, actúa en la influencia lumínica que incide sobre 1os objetos y que convierte la representación en una escena procedente del mundo de los recuerdos o de los sueños.
     Otros objetos representados -en esta ocasión, utilizando el carbón sobre papel- son la mesilla de noche (que aparece en la zona izquierda de la obra María) y los motivos de bodegón que se sitúan en la zona superior de la misma: una jarra de agua, un vaso de cristal, un cuenco de cerámica y algunos platos. Son varios los dibujos que insisten en la representación de los referidos elementos y en su relación con el espacio circundante, titulados genéricamente Mesilla de noche4 y realizados en 1970-1971. En estos dibujos Carmen Laffón mantiene el interés por acercarse a los objetos humildes, cotidianos que transitan diariamente junto a nosotros, y que pasan desapercibidos en medio de la rutina; la artista ofrece un nuevo itinerario material, una dimensión existencial alternativa a la realidad diaria: es el mundo secreto que encierran los objetos y donde éstos dejan de significar sólo en función de la mirada que los percibe y adquieren importancia por sí mismos, por el lugar que ocupan en el espacio y en el tiempo, de forma independiente a la dimensión rutinaria que les concedemos.
     Como reflexión última, conviene insistir en cómo la luz estival del cielo de Burguillos, el perfil de su paisaje, la intensidad de sus gentes o el transcurrir diario de su existencia constituyeron en un momento preciso una fuente inagotable de emociones e inspiración para una de las artistas más relevantes del arte español contemporáneo. Hoy podemos disfrutar de ello de manera directa o a través de su pintura, donde permanecerá de manera indeleble.
Magdalena Illán Martín.

NOTAS:
1.- Esta serie de dibujos protagonizada por los niños de Mudapelos fue expuesta por primera vez en la muestra Dibujos de Carmen Laffón, organizada por la galería Egam de Madrid en 1971, logrando uno de los éxitos más unánimes de Carmen Laffón, prueba de ello son las declaraciones emitidas por el crítico Antonio Bonet Correa: Últimamente, en la Galería Egam, de Madrid, ha tenido lugar una exposición de dibujos de Carmen Laffón. Dada la significación de esta pintora sevillana y la decantada calidad de las obras expuestas, esta muestra representa, dentro del actual panorama artístico español, un acontecimiento que podría calificarse de un tanto aparte y, sin duda, excepcional (...). en "Carmen Laffón", El Correo de Andalucía, 6/05/1971, p. 10.
2.- Esta pintura fue expuesta por primera vez en la Galería El Bosco de Madrid, en una muestra dedicada a las mujeres artistas del ámbito nacional; Adolfo Castaño -autor de los textos del catálogo- escribe: Si algo mira Carmen Laffón es la naturaleza y los seres que la rodean y los mira con mirada tan honda, tan abismada en llos para sorprender su lírica  o dramática  esencialidad  que  los intemporaliza. Cfr. FORMICA, Mercedes, "Veinticinco pintoras exponen en Madrid", ABC, Madrid, 28/01/1968, p. 87.
3.- De esta pintura realizaría Carmen Laffón una nueva versión titulada Máquina de coser cubierta y fechada entre los años 1978 y 1992.
4.- Esta serie de dibujos sobre la mesilla de noche fue expuesta, junto a los retratos infantiles, en la muestra organizada por la Galería Egam de Madrid, 1971.

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