Mostramos en Historia de Burguillos el capítulo VII del libro "El señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia", de Francisco Rodríguez Hernández, editado por el Ayuntamiento de Burguillos y la colaboración de la Diputación de Sevilla en 1999, y que trata Sobre la Alimentación, ocupando la página 35 de dicha monografía y que pasamos a transcribir íntegramente:
Pág. 35 de "El Señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia". |
Sobre la alimentación
La distribución de algunos de los principales productos alimenticios, estaba sujeta a monopolio, que se concedía en exclusiva a quién más alto llegara en la puja, en la subasta que previamente se convocaba. Se denominaba el Ramo de Panilla, y se adjudicaba, normalmente, por un año. La persona en quién recaía, ejercía de abacero, con la responsabilidad de estar bien abastecido, de los productos de su competencia.
Esta práctica se constituyó antes del siglo XV, que reglamentaron los Reyes Católicos, en pragmática de 4 de diciembre de 1492. Después de algunas medidas restrictivas, fue abolida a fines del siglo XIX.
Copio a continuación, un escrito que encontré en el Archivo de Protocolos de Sevilla, que informa de una adjudicación:
El día 13 de febrero de 1758, Antonio de Urdapilleta Gimenez, (mi quinto abuelo materno), declara en escritura, que le fue rematado el Ramo de Panilla y Carnicería de Burguillos, por su Concejo, para vender las cuatro especies de vinos, vinagres, aceites y carnes frescas y saladas, por todo el presente año, desde esta fecha, hasta el fin de diciembre, por los derechos de Millones y Cientos, en mil setecientos ochenta reales y diecinueve maravedís de vellón, con calidad de vender el cuartillo de vino añejuelo, a cuatro cuartos, y su arroba a doce reales, todo el dicho año, alce o baje.
Aclararé que el cuartillo equivalía a medio litro y 4 ml, y la arroba a 12 litros y medio aprox.). El cuarto de vellón (moneda de cobre), equivalía a 4 maravedís.
De otros productos, como hortalizas, verduras en general y frutas, más perecederos, provenían de las ubérrimas tierras de sus huertas; el pescado estaca casi excluido de la dieta cotidiana, por la dificultad de mantenerlo fresco, tras el recorrido de una larga distancia, desde los puertos marítimos. Solo eran asequibles algunas especies del río, por su proximidad, y en todo se estaba sujeto a las limitaciones que imponían en el vivir cotidiano, unas formas de vida basadas en la rutina, y lejos aún de la oportunidad de disponer de las ventajas, que la técnica y el progreso han aportado con el fluir de los años. Es creencia muy extendida, suponer que siempre se están en desventaja en la confrontación con generaciones futuras. Tal vez no sea así.
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