Cada lunes una nueva entrada con una noticia sobre Historia, Arte, Geografía, Bibliografía, Patrimonio, Fotografía, Hemeroteca, ... de nuestro pueblo: BURGUILLOS

Historia, Patrimonio, Arte, Bibliografía, Hemeroteca, ... sobre nuestro pueblo: BURGUILLOS

lunes, 27 de enero de 2020

Bibliografía: Capítulo XXXVIII "El Trienio Liberal" del libro "El señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia" de Francisco Rodríguez Hernández, de 1999.

   Mostramos en Historia de Burguillos el capítulo XXXVII del libro "El señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia", de Francisco Rodríguez Hernández, editado por el Ayuntamiento de Burguillos y la colaboración de la Diputación de Sevilla en 1999, y que trata sobre El Trienio Liberal, ocupando las páginas 169 a 172 de dicha monografía y que pasamos a transcribir íntegramente:
Pág. 169 del libro "El Señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia".
El Trienio Liberal
   Cuando Fernando VII, se sacudió en 1823, el yugo constitucional que le había sido impuesto por los políticos del Trienio, puso en práctica con saña, todo un rosario de venganzas y persecuciones, contra quienes de cerca o de lejos, se habían rozado mínimamente, con el liberalismo que había tenido la osadía, de usurpar -anulando- las funciones absolutistas, que a él solo correspondían; eso sí, por derecho divino, nada menos.
   España entera padeció este rey, y los desafueros que se cometieron fueron innúmeros, que la historia los agrupa en un soporte de tiempo, que ha pasado a la posteriodad con el nombre de la Década Ominosa, por ser esta la duración que tuvo, contando desde 1823, año en que los cien mil hijos de San Luis, le devolvieron el látigo que había perdido, hasta 1833, año en que este monarca dejó de existir.
   La Revolución española, que se inició en 1820, tuvo en el exterior una resonancia grande, y la Santa Alianza, que tenía como misión principal, el deber de evitar que se rompiese el equilibrio político y económico de Europa, dando pie con ello, a la posibilidad de una mayor extensión del liberalismo, que se habría [abría] paso arrolladoramente, en detrimento del poder absolutista de las monarquías imperantes, encomendaron al ejercito francés, la misión de cortar de raíz, lo que consideraban un peligro y una usurpación, que rompería con las tradiciones, que había que conservar a toda costa.
   No voy a extenderme a enumerar, la serie de hechos acaecidos en dicho período de tiempo, que coincidió con el llamado Terror Blanco en Francia, y con la presencia desde 1821 en dicho país, del movimiento de la sociedad secreta de los Carbonarios, procedente de Italia. Tampoco voy a detenerme en examinar el destino que cupo, a un grupo de destacados intelectuales, que sufrieron prisión o exilio.
   Sí voy a fijar mi atención en referir de qué manera participó Burguillos, en la celebración de unos actos que tuvieron lugar, en acción de gracia por el feliz regreso al mundo absolutista del Deseado.
   Hay que hacer una aclaración previa a la citación del documento que vamos a comentar. Y es que sin negar los errores que cometieron los políticos del régimen liberal del Trienio, hay que aclarar que las persecuciones de frailes y secuestros de sus bienes -por ejemplo- venía de antes, como vamos a comprobar con la siguiente cita:
          De la noche a la mañana, una de las ciudades más levíticas de España, superpoblada de frailes, (en 1800 había en Sevilla 1.625 religiosos, 912 religiosas, 906 clérigos seculares y 157 beatas), y  que  había  sido  el  centro  neurálgico de la resistencia a los franceses, se vio totalmente, 
Pág. 170 del libro "El Señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia".
desalojada de estos, antes incluso de que se aplicaran las medidas de supresión de regulares, conforme a lo dispuesto por la administración josefina el año antes. En efecto, fue el prefecto Aranza, quien a finales de febrero de 1810, hizo público el "plan o método" con que debía procederse a la extinción de los frailes y secuestro de sus bienes [...]. Manuel Moreno Alonso, Historia de la Iglesia de Sevilla, Varios, pág. 639, Ed. Castillejo.
   Conviene aclarar, que Burguillos, en los siglos XV al XVII, pertenecía a la vicaría de Sevilla, pero en un ulterior ajuste organizativo, pasó a depender del viariato de El Pedroso, y es a su través, cómo se recibió el escrito que tengo anunciado, dice así:
          Por disposición del Sr. Provisor y Vicario General de este Arzobispado, se me ha comunicado la orden que copiada a la letra, dice así:
          En cumplimiento de los Reales Decretos de 6, 9 y 20 del corriente, comunicados por los respectivos Ministerios de estado a esta superioridad, dispondrá Vd. que en las Iglesias de esa vicaría se celebre una solemne función de desagravios al Santísimo Sacramento, a que deberán asistir los Tribunales, Ayuntamientos y demás cuerpos del estado, como previene S.M., y por los piadosos fines que en el primero de dichos Reales Decretos se expresa. Por el segundo se manda también la celebración de un solemne funeral, en sufragio de las almas de los que desde el 7 de marzo de 1820, han fallecido por sostener la causa de Dios y del Rey nuestro Señor. Y en el tercero quiere S.M. que en acción de gracia por la plausible noticia de haber sido elevado al Solio Pontificio, el Cardenal Aníbal de la Genga, que ha tomado el nombre de León XII, se cante el Te Deum en todas las iglesias de su dominios y se pongan luminarias públicas por tres días, vistiéndose la Corte de gala, en demostración de la alegría y regocijo que debe sentir todo buen católico [...].
   El escrito es extenso y debo resumir: Se pide la aplicación de castigos a los que promovieren escándalos de la más variada índole, que no voy a anumerar, pues son los de siempre, y termina:
          [...] y poniéndose de acuerdo con las autoridades a quienes completa concurrir al efecto, tenga el que desea S.M. dándome aviso del recibo y su ejecución. Dios guarde a Vd. muchos años. Sevilla 31 de octubre de 1823. Licenciado don Diego Hidalgo Barquero, Canónigo Secretario. Señor Vicario Eclesiástico de El Pedroso.
          Lo que traslado a Vd. Para su inteligencia y cumplimiento. Dios guarde a Vd. muchos años. El Pedroso y noviembre 16 de 1823. Juan Vicente Gutiérrez. Al pie: Sr. Cura de Burguillos.
   Es de observar, como queda demostrado, que los actos tuvieron lugar en dicha Villa, no se hicieron por decisión de instituciones eclesiásticas, sino en cumplimiento de órdenes contenidas en unos Reales Decretos, si bien la Iglesia se sumó gozosa a los mismos y resulta lógico y natural proclamarlo así, teniendo en cuenta que la política desarrollada por el régimen liberal del Trienio, había sido claramente perjudicial para sus intereses.
Pág. 171 del libro "El Señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia".
Pág. 172 del libro "El Señorío de Burguillos (Sevilla); una aproximación a su historia".
   Veamos otras opiniones:
          La vuelta al viejo régimen tuvo en el clero sus más fieles partidarios. Consciente de que con el régimen de libertades estaban amenazados sus intereses, la Iglesia, en la euforia del triunfo, se mostró perpleja ante lo que se avecinaba. Por ello no dudó en respaldar la vuelta a la tradición, en 1823, tras el fracaso de la experiencia liberal. La preponderancia del clero sevillano durante los años de la llamada década ominosa (1823-1833) es notoria en todas sus manifestaciones. La catedral volvió a convertirse en el espacio usual para conmemorar el día de la recuperación de sus fueros por el rey. Y el compromiso del altar con el trono se hizo patente. En el nuevo clima hubo quién proclamó la necesidad de reponer el Santo Oficio y condenar a la hoguera a los disidentes. Manuel Moreno Alono, Historia de la Iglesia de Sevilla, pág. 648.
   El Cardenal Aníbal de la Genga, al que se alude, había nacido en 1760, y fue papa con el nombre de León XII (1823-1829). Fue el pontífice que estableció los Concordatos con las antiguas colonias españolas de América del Sur.

lunes, 20 de enero de 2020

Arte: La imagen de San Sebastián, mártir, en la Iglesia de Burguillos

   Mostramos en Historia de Burguillos la imagen de San Sebastián, mártir, que encontramos en el retablo mayor de la iglesia parroquial de San Cristóbal mártir de nuestro pueblo, aprovechando que hoy, 20 de enero, Memoria de San Sebastián, mártir, oriundo de Milán, que, como narra San Ambrosio, se dirigió a Roma en tiempo de crueles persecuciones, y sufrió allí el martirio. En la ciudad a la que había llegado como huésped obtuvo el definitivo domicilio de la eterna inmortalidad, y fue enterrado en este día en las catacumbas de Roma (s. IV inc.)  [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
San Sebastián, mártir. Anónimo. h. 1500, tras la restauración de 2009. Retablo mayor iglesia parroquial de San Cristóbal, mártir.
   Y que mejor día que hoy, para analizar dicha imagen dedicada a San Sebastián, mártir.
   Es una imagen que, sin lugar a dudas, debemos considerarla como la obra artística más importante de Burguillos, realizado por un taller anónimo a comienzos del siglo XVI, y procedente de la Ermita de San Sebastián que existía a la salida de Burguillos en el alto en el que comienza la avenida Cruz de la Ermita, pasando a la parroquia en el primer tercio del siglo XIX tras la ruina de aquella edificación.
   Para comprender la importancia de esta escultura bastaría con compararla con la desaparecida en Cazalla de la Sierra en los sucesos de 1936, de lo que se deduce que son ambas del mismo taller escultórico.
   Pese a un hieratismo propio del gótico, ya encontramos muchos rasgos naturalistas y algún que otro detalle, propios del renacimiento, como es la lagartija que recorre el tronco sobre el que se encuentra atado el santo.
Retablo mayor de la iglesia parroquial de San Cristóbal, mártir, de Burguillos, donde se ubica la imagen de San Sebastián, mártir.
   Lamentablemente en su proceso restaurador acaecido en 2009, se le despojó del sudario realizado con telas encoladas y se le añadió uno, que desdice a la obra, además de "rematar la faena" con unas flechas que parecen más bien de juguete. Por otra parte si comparamos con las fotografías antiguas ha perdido la orla metálica ... un despropósito.
   Por otra parte hemos de decir que es el santo más repetido en la comarca, puesto que además de en Burguillos, encontramos imágenes escultóricas de San Sebastián en Castilblanco de los Arroyos (aparte de una ermita en su honor desaparecida), Guillena (con otra ermita en su honor que actualmente acoge la capilla del cementerio), Villaverde del Río, Cantillana, Brenes (con Ermita en su honor), y Alcalá del Río; siendo patrón actualmente de las poblaciones de de Villaverde del Río, Cantillana y Brenes.
San Sebastián, mártir. Anónimo. h. 1500, antes de la restauración de 2009. Retablo mayor iglesia parroquial de San Cristóbal, mártir.
      Conozcamos mejor la Leyenda, Culto e Iconografía de San Sebastián;
LEYENDA
   Nacido en las Galias, en la localidad de Narbona, y según san Ambrosio, criado en Milán, era centurión de la primera cohorte en los tiempos del emperador Diocleciano.
   Denunciado porque exhortó a sus jóvenes amigos Marcos y Marcelino a permanecer firmes en su fe, por orden de Diocleciano fue atado a un pos­te en el centro del Campo de Marte, y sirvió de diana viva a los arqueros que lo asaetearon «hasta el punto de parecerse a un erizo (ut quasi  heridus videretur)». «El cuerpo del bendito mártir estaba lleno de saetas, como un erizo.»
   Pero al contrario de lo que asegura un error muy difundido no murió por ello, se salvó, igual que san Juan del baño en el aceite hirviente.
   La viuda Irene, que quería levantar su cuerpo para darle sepultura, advirtió que aún respiraba, vendó sus heridas y le salvó la vida.
   Después de su curación reapareció ante Diocleciano para reprocharle su crueldad contra los cristianos. Entonces fue flagelado, se le dio muerte a palos en el circo y su cadáver fue arrojado a la cloaca Máxima.
   Por lo tanto hay que diferenciar dos martirios de san Sebastián: el primero, el más popular, del cual escapa, y el último, menos noble y pictórico, que los artistas han preferido ignorar.
   San Sebastián se aparece a santa Lucila mientras ésta duerme, para revelarle el sitio donde se encuentran sus restos, y le pide que le dé sepultura en las catacumbas, junto a los restos de los apóstoles (vestigia Apostolorum).
Fotografía de San Sebastián, mártir, de la iglesia parroquial San Cristóbal, mártir, de Burguillos, realizada en 1929.
CULTO
   San Sebastián estaba considerado, después de san Pedro y san Pablo, como el tercer patrón de Roma. Su cabeza, o más bien un fragmento de su cráneo, se conservaba desde el siglo IX en la iglesia de los Cuatro Santos Coronados sobre el Caelius, en un copón de plata cincelada que heredó el museo cris­tiano de la Biblioteca Vaticana.
   Sus reliquias fueron transportadas a la basílica de San Sebastián extramuros. En Francia se pretendía que sus reliquias estaban en posesión de la abadía de Saint Medard de Soissons, cuyo abad era gran maestre de la noble arquería y de los caballeros de san Sebastián. En el siglo XVI, durante las Guerras de Religión, fue víctima de la hagiofobia de los hugonotes.
   Las flechas, que habían sido el instrumento del suplicio y se convirtieron en su atributo, le valieron el patronazgo de numerosas corporaciones: arqueros y ballesteros; el de los tapiceros, porque las flechas que lo erizaban parecían gruesas agujas de tapicería; de los vendedores de hierro, porque las puntas de flecha eran de hierro.
   Pero su inmensa popularidad en la Edad Media deriva, esencialmente, del poder antipestoso que se le atribuía, en una época en que las epidemias de peste diezmaban a la humanidad. San Sebastián era el primero de los santos antipestosos (Pestheiligen), el «depulsor pestilitatis», y fue a ese título que se lo introdujo en Alemania en el grupo de los Catorce Intercesores.
   Tal como ocurriera con san Francisco de Asís, sus devotos llegaron a asimilarlo a Jesucristo. El árbol al que lo ataran se comparaba con la cruz de Jesús, y sus cinco heridas con las llagas de Cristo.
   ¿Por qué fue elegido como patrón contra la peste? Se han intentado dos explicaciones. La primera es que, según una antigua creencia, el pueblo se representaba la peste como una lluvia de flechas lanzadas por un dios irri­tado. En La Ilíada, es el arquero divino Apolo quien dispara las saetas de la plaga. Los judíos también estaban persuadidos de ello. En el Salmo 7: 13- 14, puede leerse que Yavé «tiende su arco y apunta. / Apareja los instrumentos de muerte, / hace encendidas sus saetas». Job, cubierto de úlceras, cree que «las flechas del Todopoderoso» lo han atravesado.
   A decir verdad, san Sebastián no lanza flechas, al contrario, sirve de blanco a éstas. No cabe duda, pero según la leyenda, habría sido atravesado por multitud de flechas sin morir por ello. Sus devotos llegaron a la conclusión de que él podría inmunizarlos también a ellos contra las saetas de la peste. Otra objeción, más difícil de rebatir y que se presenta inmediatamente al es­píritu, es que los otros santos antipestosos: san Antonio, san Adrián y san Roque, nunca tuvieron flechas como atributo.
   Además, esta explicación, demasiado sutil, fue cuestionada por el Padre Delehaye. El erudito bolandista atribuye el patronazgo de san Sebastián al éxito de su intervención, mencionada por Pablo diácono, durante la peste que devastó Roma en el año 680. En cualquier caso, fue a partir de entonces que san Sebastián fue considerado patrón de los apestados. Las Actas Sanct Sebastíaní (Hechos de san Sebastián) no dicen nada acerca de su «patrocinium contra pestem». En 590 fue al arcángel san Miguel a quien invocó el papa Gregorio Magno para que cesara una epidemia de peste en Roma. Por lo tanto parece probado que la función antipestosa de san Sebastián proce­de de finales del siglo VII.
   Desde entonces toda la cristiandad, siguiendo el ejemplo de Roma, lo invoca confiadamente contra «las flechas de Dios».
   Las flechas de san Sebastián servían como amuletos, y con ellas se tocaban los alimentos. Su nombre se consideraba protector contra la peste.
   El culto de san Sebastián perdió vigor a medida que las epidemias de peste fueron desapareciendo. Passato il perico / o, dimenticato il santo. Además, sufrió la competencia de otros santos especializados en el mismo servicio: san Roque de Montpellier y luego, en el siglo XVII, el milanés san Carlos Borromeo, patrocinado por los jesuitas. Ambos tenían sobre san Sebastián la ventaja de haber curado apestados de verdad, e incluso, en el caso de san Roque, haber enfermado de peste mientras asistían a los enfermos.
   De ahí que después de haber sido extremadamente popular, san Sebastián, víctima de los progresos de la higiene y de la competencia de patrones más calificados, en la actualidad haya pasado de moda.
   Sólo le queda el patronazgo, comprometedor e inconfesable de los sodomitas u homosexuales, seducidos por su desnudez de efebo apolíneo, glorifi­cada por Sodoma.
Fotografía de San Sebastián, mártir, (desaparecido en 1936) de la iglesia parroquial Sta. Mª de Consolación, de Cazalla de la Sierra, realizada en 1929.
ICONOGRAFÍA
   Su Iconografía es extremadamente rica por tres razones. Durante toda la Edad Media, el miedo a la peste y la devoción de las cofradías de arqueros multiplica­ron sus imágenes. El Renacimiento lo adoptó porque su martirio era un có­modo pretexto para glorificar la belleza del cuerpo desnudo.
   Según que predominara uno u otro designio, se lo ha representado de muy diferente manera: ya viejo y barbudo, ya con los rasgos de un efebo imber­be, a veces vestido, y otras desnudo.
   El tipo anciano y barbudo prevaleció hasta el siglo XV, y está justificado por la leyenda que hizo de san Sebastián un capitán de la guardia del em­perador.
   Con ese aspecto se lo representó en el mosaico de la iglesia de San Pietro in Vincoli, que sin duda se encargó como exvoto después de la peste de 680, al igual que en los frescos romanos de la iglesia de San Saba (hacia 700) y de la iglesia de Santa Maria Pallara, sobre el Palatino (siglo XI).
   Ese tipo vuelve a encontrarse en el siglo XIII, en el ábside de la iglesia de San Giorgio in Velabro, en el siglo XV en un retablo de Marçal de Sà, en la Puebla de Vallbona, cerca de Valencia, y sobrevivió todavía en el siglo XVI (P. Veronés) e incluso en el siglo XVII (Pacheco).
   No obstante, a partir de finales del siglo XV, se impuso el tipo juvenil. La misma evolución se observa, paralelamente, en la indumentaria.
   En sus orígenes, san Sebastián siempre aparecía vestido a la manera antigua, según la moda de su época.
   Ese tipo se implantó en la escuela española que casi siempre representa a san Sebastián vestido, por escrúpulo de decencia. Pero en vez de atribuirle un traje militar o un aarmadura -lo cual, tratándose de un centurión romano, sería lo más lógico- los pintores españoles lo disfrazaron de doncel equipado para la caza, con un arco y flechas en la mano.
   El Renacimiento italiano rompe con esta tradición y difunde el tipo pagano del Apolo desnudo (Sodoma). El arte de los países del Norte se adhirió tímidamente a esa línea. El san Sebastián de Memling es sólo un semidesnu­do, hasta la cintura, que todavía conserva las calzas. Pero el paganismo italiano acabó por triunfar, incluso contra el pudor español, al menos en Cataluña y en Valencia, en donde pueden citarse numerosos ejemplos de san Sebastián desnudo (Marçal de Sà, Juan Reixach, Pedro Orrente).
   El santo está casi siempre de pie, atado a un árbol, a un poste o a una columna, a causa de una contaminación con Cristo atado a la columna, o La flagelación de Cristo. No obstante, en un cuadro de Honthorst, que se conserva en la National Gallery de Londres, está sentado. En la basílica de San Sebastián, en Roma, el escultor Antonio Giorgini, inspirándose en un modelo de Bernini, lo convierte en un yacente.
   A partir del siglo XV, el atributo casi constante de san Sebastián es una gavilla de flechas. Se citan sólo uno o dos ejemplos de omisión de tal emblema: una estatua de Rossellino, en Empoli, y un cuadro de la escuela de Guido Reni, en la iglesia de Meudon. Pero lo que debe subrayarse es que, a dife­rencia de los otros santos, casi nunca tiene los instrumentos de su martirio en la mano, al menos cuando está desnudo. Por una excepción infrecuen­te en la iconografía cristiana, que se explica por su carácter de intercesor con­tra la peste, que pretendía traducirse visualmente de una manera impresionante, está representado en el momento del suplicio, atado y atravesado por las flechas.
   Las flechas que lo traspasan suelen ser tres, pero a veces está erizado como un acerico, con los dardos ya repartidos en todo el cuerpo, ya agrupados en el pecho. Excepcionalmente, sostiene un arco.
   La escuela de escultura champañesa del siglo XVI le hace llevar el gran collar de la orden de san Miguel, insignia de la cofradía de los arqueros. Recordemos que el arcángel san Miguel también era invocado contra la peste.
   A causa de una contaminación con el tema de la Virgen de Misericordia y de santa Úrsula, en un fresco de Benozzo Gozzoli que se conserva en San Gimignano, se lo ve proteger con su manto a los fieles de las flechas de la peste.
   Con frecuencia aparece asociado en los exvotos con otros santos antipestosos: san Antonio, en el retablo de los Antonitas de Issenheim (Museo de Colmar), con san Roque, en un cuadro de Correggio (1525, Galería Dresde) y en el retablo de Hans Schaufelein, que se encuentra en la iglesia de Ober Sankt Veit(Viena).
   Suele formar pareja con el papa san Fabián, cuya fiesta se celebraba el mismo día (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).

lunes, 13 de enero de 2020

Arte: La pintura del Bautismo de Cristo en la Iglesia de Burguillos

   Mostramos en Historia de Burguillos la pintura del Bautismo de Cristo que encontramos en la capilla mayor de la iglesia parroquial de San Cristóbal mártir de nuestro pueblo, aprovechando que ayer, 12 de enero (domingo posterior a la solemnidad de la Epifanía del Señor), fue la Fiesta del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo, en el que maravillosamente es proclamado como Hijo amado de Dios, las aguas son santificadas, el hombre es purificado y se alegra toda la tierra [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
"El Bautismo de Cristo", anónimo. Comienzos del siglo XVIII. Iglesia parroquial San Cristóbal, mártir.
   Y que mejor día que hoy, para analizar dicha pintura dedicada al Bautismo de Cristo.
   Es un óleo sobre lienzo en el que se representa el Bautismo de Cristo por San Juan Bautista en el Jordán bajo la presencia del Espíritu Santo. La pintura se ha venido atribuyendo a la escuela sevillana y fechándose a principios del siglo XVIII. El marco es también barroco y de esta misma época.  En su origen estuvo presidiendo la capilla bautismal. Es una obra deudora sin lugar a dudas del magnífico óleo sobre lienzo realizado por Murillo en 1668 para la Capilla de San Antonio o del Bautismo de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla, con unas medidas de 2,80 x 2.06 m., de ahí que analicemos también esta obra maestra para comprender mejor la obra existente en nuestra iglesia parroquial:
   "En la pintura Cristo y san Juan Bautista están perfectamente interrelacionados física y espiritualmente, contraponiéndose de manera perfecta la potente emotividad que emana del rostro del Bautista con la profunda humildad que manifiesta el de Cristo. Un amplio espacio natural, intensamente iluminado se abre detrás de las figuras marcando una profunda perspectiva. La soltura técnica que muestra esta pintura tiene su justificación en la reciente estancia de Murillo en la corte madrileña, donde aprendió muy bien las lecciones que ofrecía la colección de pinturas venecianas y flamencas del Palacio Real y de otros recintos nobiliarios y religiosos." (Valdivieso. 2010: 120)
   La pintura muestra el episodio narrado por los Evangelistas en Mat., 3, 13-17, Mc., 1, 9-11, Luc., 3, 21-22 y Jn., 1, 32-34. La iconografía del Bautismo sigue los preceptos desarrollados a partir del Renacimiento, según los cuales, confluyen los dos ritos bautismales de inmersión y aspersión; es por ello, que Cristo mantiene la parte inferior de sus piernas dentro del agua, mientras San Juan Bautista derrama sobre su cabeza el agua bautismal.
   Se trata de una escena en la que prima una armonía compositiva basada en una estructuración geométrica en la disposición de los elementos representados, adquiriendo una forma romboidal, cuyos ángulos están ocupados, en la zona inferior, por la figura arrodillada de Cristo, a su derecha, San Juan Bautista, a su izquierda, los ángeles que portan sus ropas y, en la zona superior, la paloma del Espíritu Santo. Las figuras están insertas en un paisaje natural compuesto por rocas, arbustos y agua, representado atendiendo a la recreación de sus matices lumínicos y atmosféricos.
   Tanto la figura de Cristo como la de San Juan Bautista constituyen una muestra del alto nivel técnico detentado por el pintor sevillano Murillo; ambos personajes están recreados a partir de un dibujo firme y preciso en la representación de sus anatomías y rostros, mientras la gama cromática adquiere unos sutiles matices lumínicos que, en ocasiones, oscilan hacia un graduado claroscuro.
   La brillantez de los colores, potenciados por una modulada incidencia lumínica, y su aplicación mediante una pincelada extremadamente suelta -adquiriendo mayor corporeidad en la representación de las figuras y un carácter evanescente en el fondo de la composición- permiten una perfecta integración entre los elementos principales y el entorno que los rodea (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
"El Bautismo de Cristo", Bartolomé Esteban Murillo, 1668. Capilla Bautismal o de San Antonio, Catedral de Santa María de la Sede, Sevilla.
   Conozcamos mejor los Relatos de los Evangelistas, el Culto y la Iconografía de la Fiesta del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo para entender la pintura del Bautismo de Cristo de nuestra parroquia:
Los relatos de los evangelistas
   Los acontecimientos del ciclo de la Infancia en general aparecen mencionados en uno solo de los Evangelios, y ello en el mejor de los casos, porque casi siempre estamos limitados a las ficciones novelescas de los Evangelios apócrifos.
   Aquí, por primera vez, nos encontramos en presencia de un abanico de testimonios concordantes. El apóstol Juan se limita, es verdad, a aludir a él (1: 29 - 32) cuando se refiere al encuentro del Bautista y Jesús y al descenso del Espíritu Santo. Pero contamos con el testimonio de los tres sinópticos: Mateo (3: 13 - 17), Marcos (l. 9 - 13) y Lucas (3: 21 - 22).
   Esos relatos pueden resumirse de esta manera:
   Jesús va hacia el Jordán desde Nazaret, para hacerse bautizar por Juan. El Precursor se niega un honor del cual se juzga indigno, como más tarde lo hará san Pedro en la escena del Lavatorio de los pies. Pero Jesús insiste. En el momento en que sale del agua ve abrirse el cielo y descender sobre él el Espíritu de Dios, como una paloma. Y en el cielo resuena una voz que dice: "TÚ eres mi Hijo amado, en ti me complazco".
   La escena está compuesta entonces por dos elementos bien diferenciados: la purificación en el agua del río y la teofanía o Descenso del Espíritu Santo.
   Cabe preguntarse por qué Jesús se sometió espontáneamente a un rito de purificación que no necesitaba más que la Virgen después de su maternidad sin mancha. Los teólogos responden que eso no era para él sino para los hombres de la Nueva Alianza, con el objeto de instituir el sacramento del Bautismo en lugar de la Circuncisión judaica.
   En cuanto a la teofanía, ha sido imaginada para agrandar la figura de Jesús que sin el la habría aparecido como un simple discípulo de san Juan; y para afirmar así su carácter mesiánico. Su voluntaria humildad está desdibujada por esta apoteosis.
   En el simbolismo cristiano inspirado en san Pablo, la inmersión del neófito en la piscina significaba su muerte, y la salida del agua simbolizaba la resurrección por la virtud del bautismo.
Culto
   La fiesta de la Epifanía, que se celebra el 6 de enero, en la actualidad evoca la Adoración de los Reyes Magos, es la Fiesta de Reyes; pero originalmente conmemoraba el Bautismo de Cristo en el Jordán, considerado la primera Epifanía o Teofanía de Cristo, es decir, su primera manifestación divina. Las Constituciones apostólicas redactadas hacia el año 400 le otorgan ese significado. «Es necesario descansar ese día -enseñan-porque es aquél en que la divinidad de Cristo ha sido revelada, cuando el Padre le ha rendido testimonio y el Espíritu Santo apareció sobre su ca­beza en forma de paloma.»
   Entre los orientales, el Bautismo siguió siendo el principal objeto de la fiesta, y en los calendarios coptos la Epifanía está designada con el nombre de Dies Baptismio Inmersio Domini.
Iconografía
Los datos esenciales del tema
   Antes de analizar la evolución iconográfica del tema bajo la influencia de la liturgia bautismal, conviene aislar los rasgos esenciales de la composición.
   En principio, asombra la semejanza del Bautismo con la Anunciación. En una y otra escena tenemos dos personajes principales: Cristo y san Juan Bautista, la Virgen y el ángel, uno de naturaleza divina (Cristo, el ángel), el otro pertenecien­te a la especie humana (san Juan Bautista, la Virgen). De ello resulta, natural­mente, una composición de tipo polarizado y más o menos asimétrica, aunque a di­ferencia de la Anunciación, la escena ocurre al aire libre, en un espacio homogéneo.
   Los dos temas se juntan gracias a la presencia de un tercer factor: Dios Padre o la paloma del Espíritu Santo que aparece encima de la cabeza de Cristo.
   Al convertirse en el centro o eje de la composición, la paloma celestial reduce la importancia del papel de san Juan Bautista que sólo es, igual que el ángel mensajero, un simple ejecutante y que acaba por arrodillarse ante Cristo.
   Lo que distingue al Bautismo de la Anunciación -este es un punto acerca del cual nunca se insistirá demasiado- es que aquél no es sólo un acontecimiento de la vida de Cristo, sino un sacramento y que, en consecuencia, su iconografía se basa no sólo en los relatos evangélicos sino también, y sobre todo, en la liturgia bautis­mal cuyas variaciones refleja.
   «Se han combinado dos cosas: lo que ocurrió en el bautismo de Jesús y lo que ocurría en el bautismo de los fieles y se hizo porque se consideraba el bautismo de Jesús como el prototipo del bautismo cristiano.»
La evolución del tema
   Es necesario estudiar aparte la purificación sacramental y la teofanía.
a) El rito de la purificación
   A falta de una descripción bastante precisa en los Evangelios, la escena del Bautismo de Cristo ha sido representada por el arte cristiano de acuerdo con la liturgia del sacramento bautismal. Ella está modelada según los ritos de ese sacramento que ha sido administrado sucesivamente en dos formas: por inmersión en un río o una piscina de baptisterio o por simple infusión en la capilla de las pilas bau­tismales.
A) El bautismo por inmersión (per immersionem)
   En los dos casos, los personajes principales son siempre Cristo, san Juan Bautista y los ángeles. Pero hay diferencias muy evidentes en sus actitudes, ropas y acce­sorios.
Los personajes: Jesús, Juan, los ángeles
   Entre los siglos VI y XII en el arte bizantino o bizantinizante se representó a Jesús completamente desnudo, inmerso en las aguas del Jordán. El agua asciende hasta su cintura y a veces hasta sus axilas u hombros, dibujando alrededor de su cuerpo una cúpula ovoidal que se asemeja a una campana líquida que no puede represen­tar la pila bautismal puesto que en vez de ser cóncava es convexa. El curso del río está representado según las reglas de una perspectiva infantil en la cual las líneas se elevan en vez de alejarse. La fluidez del agua está indicada en las ondulaciones paralelas que estrían la campana acuática, como las olas y peces que nadan en el elemento líquido. Pero el agua no es transparente, puesto que sirve para tapar el sexo.
   A pesar de la cronología de Lucas que expresamente atribuye al Mesías la edad de treinta años al tiempo de su Bautismo, en el arte paleocristiano Jesús tiene la estatura de un niño (pintura mural del cementerio de Calixto, sarcófago de santa Quiteria en Mas d'Aire). Esta anomalía se debe a que en la liturgia los catecúmenos eran llamados pueri, infantes. Es a finales del siglo VI, en el Evangelio sirio de Rabbulos, donde aparece en el Bautismo un Cristo adulto y barbudo. A partir de entonces se lo representará con la estatura de un hombre.
   A veces, en lugar del lecho del Jordán es bautizado en una cuba. Otra prueba de la influencia de la liturgia. El bautismo, para ser eficaz, primitivamente debía administrarse en aguas corrientes y vivas, es decir, en un río. Por razones de comodidad más tarde debieron contentarse con aguas muertas, detenidas en un recipiente con forma de cáliz.
   San Juan Bautista vestido con una zamarra de piel de oveja está de pie sobre la ribera e impone la mano sobre la cabeza de Jesús. Antes de finales del siglo XII no se lo ve nunca verter el agua lustral. El mosaico restaurado del baptisterio de Rávena puede presentarse como una excepción a esta regla.
   Sobre la orilla opuesta del río están los ángeles descendidos del cielo para oficiar como diáconos. Su presencia no se menciona en los Evangelios canónicos ni en los apócrifos. También dicha presencia se explica por la liturgia en la cual un diácono asistía al obispo sosteniendo el capillo y vistiendo a los catecúmenos con una túnica blanca después de la inmersión. El número de diáconos oscila entre uno y tres, en este último caso, simbolizan las tres jerarquías angélicas.
   De acuerdo con la costumbre oriental, llevan las manos veladas (manus velatae) en señal de respeto. Los artistas de Occidente, poco familiarizados con el ceremo­nial bizantino,  no comprendieron el significado de esos velos e imaginaron ingenuamente que los ángeles presentaban una bata de baño para secar al catecúmeno, o que cumplían la función de percheros vivos esperando que Cristo saliera del agua.
Los accesorios: el Jordán personificado, el dragón y la cruz acuáticos, el hacha hundida en el tronco de un árbol
   El Bautismo por inmersión comporta además figuras alegóricas como el dios del Jordán, el dragón vencido y un monumento conmemorativo: la cruz acuática.
   El Jordán está personificado por un dios fluvial que tiene un ramo de cañas y una urna inclinada, de acuerdo con una tradición que el arte de los primeros tiem­pos del cristianismo tomó del arte alejandrino.
   Como se consideraba, según san Jerónimo, constituido por Jor y por Dan, a veces aparece duplicado en dos medias figuras. Por eso el río Dordoña, formado por Dora y por Doña, en el arriate de agua de Versalles está representado por dos urnas. En el Protaton del monte Athos, el Jordán es un viejo calvo que conduce un tiro de dos delfines. Con frecuencia tiene sobre la frente pinzas de cangrejo, como los centauros marinos de la mitología (bap­tisterio de los Arrianos, en Rávena).
   Un detalle enigmático a primera vista, que se explica por la usual comparación con el Paso del mar Rojo, prefiguración del Bautismo, y por una alusión a los Salmos que era el Libro más popular del Antiguo Testamento. El Jordán personificado casi siem­pre está representado de espaldas y parece darse a la fuga, como el mar Rojo que se retira (Púlpito de Maximiano). El arte se ha limitado a la traducción del Salmo 114: 3, donde se dice el Jordán se echó para atrás (Jordanus conversus est retror­sum).
   En numerosos Salterios bizantinos, elSalterio Jludov, por ejemplo, se ve derrumbado sobre la orilla del río un enorme dragón acuático cortado en dos y sangrante. Para comprender el sentido es necesario referirse al Salmo 74: 13 - 14 donde se invoca a Dios con estas palabras: «Con tu poder dividiste el mar / y rompiste en las aguas las cabezas de los monstruos. / Tú aplastaste la cabeza del Leviatán (...)». En lenguaje teológico ello significa que de la misma manera que el faraón pereció persiguiendo a los hebreos en el mar Rojo que se abrió para dejar pasar a Moisés, el poder del demonio ha sido partido por el bautismo.
   Esta tradición se perpetuó durante largo tiempo en el arte bizantino. En el convento de Xenofontou, en el monte Athos, Cristo apoya el pie sobre una piedra de la que asoman cuatro cabezas de serpiente.
   Otro detalle no menos curioso es una cruz en el lecho del río. Según Strzygowski, se trataría de un presagio de la Crucifixión. En realidad se trata de un recuerdo de peregrinación. Para señalar a los peregrinos el sitio donde había tenido lugar el Bautismo de Cristo, se había levantado en el Jordán una cruz en lo alto de una columna plantada sobre un basamento de tres escalones. Esta columna en torno a la cual nadan los peces, aparece reproducida con mucha frecuencia en las representaciones antiguas del Bautismo.
   Detrás de san Juan Bautista a veces se ve el hacha hundida en el tronco de un árbol de la cual habla el Precursor cuando se dirige a los fariseos (Mosaico del baptisterio de San Marcos de Venecia). Es la ilustración de un pasaje de Mateo (3: 10): «Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.»
   Estos detalles de origen helénico o sirio, que sirven para localizar la escena, desaparecieron a partir del siglo XII.
B) El bautismo por infusión (per infusionem)
   Es en esa época (siglo XII), cuando la infusión o aspersión (Begiessung), que debió introducirse mucho antes para administrar el bautismo a los enfermos y a los niños, comenzó a reemplazar en la liturgia al triple baño purificador. La representación del Bautismo de Cristo resultó, en consecuencia, radicalmente transforma­da.
   El ejemplo más antiguo del Bautismo por infusión es el retablo esmaltado de Nicola de Verdun (1181), pero allí todavía aparece combinado con la inmersión. Fue en el siglo XIV, con Taddeo Gaddi y Andrea Pisano cuando la nueva fórmula triun­fó definitivamente.
   En vez de estar inmerso en el Jordán hasta los hombros, Jesús se sumerge en el agua sólo hasta las rodillas e incluso hasta los tobillos. Desde entonces ya no puede ser representado completamente desnudo. Como en la Crucifixión, por decencia, lleva un ceñidor, un trozo de tela ajustado alrededor de la cintura. El ce­ñidor que reemplaza la campana acuática, sirve, como ésta, para ocultar el sexo. De pie en medio del río casi seco, une las manos mientras san Juan vierte el agua lustral sobre su frente. En ciertos casos muy infrecuentes (capitel del claustro de Eschau, en Alsacia), es la paloma del Espíritu Santo la que deja caer sobre el Mesías el contenido de una ampolla que lleva en el pico.
   Como lo ha señalado Strzygowski, generalmente la infusión se realiza con una copa o una concha en el arte italiano, con un cántaro en el arte alemán, mientras que en la escuela de los Países Bajos (Van der Weyden, Memling, G. David) san Juan Bautista deja caer algunas gotas de agua desde la concavidad de su mano sobre la cabeza de Cristo.
C) La iconografía bautismal del Renacimiento y de la Contrarreforma
   No es conveniente detenerse en la concepción que tenían los italianos del Renacimiento acerca del Bautismo de Cristo, porque nada tiene que ver con el arte religioso.
   De la misma manera que las Bodas de Caná para Veronés son apenas un pretexto para desplegar el lujo de un banquete, el Bautismo es sólo una escena de baño, o más bien de los preparativos de un baño con bellos cuerpos desnudos de efebos que retozan y se lavan al aire libre. Alrededor de Cristo los catecúmenos se desnudan, visten, descalzan o ponen la camisa. El sacramento deja lugar a un baño en el Tiber o el Arnot.
   Después del concilio de Trento se retornó a una concepción menos pagana del Bautismo, aunque sin retomar la fórmula medieval. En vez de estar de pie en el Jordán, Cristo se inclina o hasta se arrodilla con respeto ante san Juan Bautista. Incluso a veces Cristo y san Juan, rivalizando en humildad, se arrodillan uno frente al otro.
   Este nuevo orden se limita a traducir fielmente la doctrina de los teólogos místicos que profesan que Cristo, por humildad, quería rebajarse frente al Precursor, como si tuviera necesidad de ser purificado. Émile Mâle cita paralelamente los textos en que pudieron inspirarse los artistas del siglo XVII. «¡Oh Verbo encarnado -es­cribió la santa florentina María Magdalena de Pazzi- tú has querido inclinarte y humillarte frente a san Juan, como si tuvieras necesidad de ser purificado.» El español Álvarez de Paz le hace coro en sus Meditaciones: «Tu Bautismo fue la obra de tu admirable humildad. Ibas al Bautismo, oh maestro de la Pureza, como si tuvieses pecados que expiar.» A decir verdad, existe un precedente, se encuentra un ejemplo -aislado, ciertamente- del siglo XIV, en una composición del pintor de inspiración giottesca, Taddeo Gaddi (Academia de Florencia), que representa a Cristo arrodi­llado en el lecho del Jordán.
   No obstante no debe creerse que esta innovación haya sido acogida con general conformidad. En el arte religioso de los siglos XVII y XVIII con frecuencia vemos al Cristo Rey servido por ángeles que lo visten. Poussin en un cuadro de la Galería Czernin de Viena y Jean Restout (1745) en el Museo Dijon muestran a san Juan Bautista que se arrodilla frente a Cristo y a Dios Padre que aparece en una nube por encima de éste.
   Así, la iconografía posttridentina del Bautismo a veces subraya la humildad, y en ocasiones la majestad del Salvador.
   En suma, en la evolución que hemos esbozado, pueden distinguirse a grandes rasgos, tres tipos principales.
1. Cristo desnudo está inmerso en el Jordán que forma alrededor de su cuerpo una campana acuática. San Juan Bautista le impone la mano sobre la cabeza.
2. Cristo con ceñidor está de pie en el lecho del río cuya agua apenas le llega a los tobillos. San Juan le vierte el agua lustral sobre la cabeza.
3. Cristo vestido con una túnica se arrodilla en la ribera frente a san Juan Bautista, o éste se arrodilla frente a aquél.
b) La teofanía
   El rito lustral no es todo. Según el relato de los Evangelios, por encima del divino catecúmeno, el Espíritu Santo desciende desde lo alto del cielo al tiempo que resuena la voz de Dios Padre proclamando por primera vez el carácter mesiánico de Cristo.
   Marcos, que nos ofrece la versión primitiva de los Evangelios, dice simplemente que el Espíritu descendió «como una paloma», lo que significa, sin duda, que su vuelo se asemejaba al de una paloma. Lucas infirió de ello que el Espíritu Santo des­cendió «en forma corporal, como una paloma», lo cual es muy diferente. No es necesario decir que esta segunda versión, que materializaba de una manera concreta y plástica la aparición del Espíritu Santo, ha sido adoptada de inmediato por todos los artistas, encantados de poder representar de ese modo un Ser divino tan incorpóreo como los ángeles. El arte contribuyó a la fortuna de una concepción que en su origen reposa en un despropósito.
   A veces la paloma lleva una rama de olivo en el pico, a consecuencia de la asimilación de Cristo bautizado en el Jordan al patriarca Noé en el arca.
   Así, el Bautismo está concebido no sólo como una purificación, sino también como una iluminación (photismos). De acuerdo con una muy antigua tradición que se encuentra en el siglo II en Justino, y en el siglo IV en Efrén el Sirio, en el momento del Bautismo de Cristo del agua del Jordán brotó una luz. El poeta latino Prudencia agrega que el dios del Jordán resultó deslumbrado y retrocedió de espanto. Otro poeta cristiano, Juvencus, dice que una luz penetrando el agua transparente del río reveló la presencia de Dios.
    Podemos encontrar las huellas de esta leyenda en un fresco de Capadocia del siglo IX, donde la luz que brota del agua está ingenuamente representada por una antorcha que emerge del río cerca de Jesús.
   Al mismo tiempo otra luz, todavía más deslumbrante, aparece en el cielo para iluminar a dos personas divinas: Dios Padre y la paloma del Espíritu Santo.
   La intervención de Dios Padre es evocada ya por la Mano de Dios, ya por su figura en busto que hace un gesto de bendición. Dios aparece de esa manera a partir del siglo XII, en las pilas bautismales de Lieja (1118).
   En el arte barroco del siglo XVII, san Juan Bautista eleva un rostro extasiado hacia el cielo donde resuena la voz del Padre Eterno.
Catálogo
   Cuando se elabora un catálogo se comprueba que gran número de Bautismos han sido encargados o ejecutados por donantes o artistas que llevaban el nombre del Precursor: por ejemplo, Jean Baptiste Colbert, Jean Baptiste Tuby, Jean Baptiste Lemoyne, Jean Baptiste Corot.
   Así como la Santa Cena decora los refectorios de los conventos, el Bautismo de Cristo es el tema que se reserva para la decoración de los baptisterios, de las capillas de las pilas bautismales y hasta de las propias pilas (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).

lunes, 6 de enero de 2020

Geografía: El arroyo del Estanquillo, en Burguillos

   Mostramos en Historia de Burguillos una pequeña reseña del Arroyo del Estanquillo, de Burguillos. Señalar que toda la información aquí mostrada proviene del Instituto Geográfico Nacional, Geoenciclopedia y de Google Maps.
Mapa del término municipal de Burguillos en el que aparece el Arroyo del Estanquillo.
  Los arroyos son flujos de agua casi continuos, pero a diferencia de los ríos, su longitud es menor así como su caudal, entendiendo este como el volumen de agua que contiene. Seguramente has escuchado que un río es muy caudaloso; esto alude al hecho de poseer “mucha agua”, lo que no sucede con los arroyos. Los arroyos son pequeños y de escasa profundidad, con márgenes casi verticales compuestos de suelo y sedimento en vez de roca. Su caudal puede variar en las distintas épocas del año, por lo que durante algún tiempo el flujo de agua de algún arroyo se ve interrumpido y se seca. Esto es más común en épocas de sequía o de falta de lluvias en verano o invierno.
   Al igual que otros cuerpos de agua, pueden desembocar en el mar o en grandes cuerpos de agua dulce. Poseen un lecho rocoso y muchos son fácilmente vadeables, es decir, pueden cruzarse a pie, sin necesidad de una embarcación. La navegación en los arroyos es normalmente posible solo para embarcaciones muy pequeñas y únicamente cuando el caudal lo permite, puesto que sería imposible para un barco navegar por tan pequeño cuerpo de agua.
Mapa de parte del término municipal de Burguillos en el que aparece el Arroyo del Estanquillo desde su nacimiento hasta llegar a la altura del enclave de las Carrajolas.
   Pese a sus reducidas dimensiones, los arroyos constituyen una gran parte de las aguas de una región o un país, ya que se originan con relativa facilidad. Por ejemplo, un pequeño chorro de agua que cae de un glaciar o una depresión en el suelo cuya agua proveniente de las lluvias se desborda tierra abajo pueden originar un curso de agua pequeño que llega a tomar las características de un arroyo. Con frecuencia su existencia depende del agua de las lluvias.
   Algunos arroyos ostentan un nombre con el que lo conocen los pobladores de una región, pero muchos, debido a que tienden a secarse, carecen de un nombre fijo y ni siquiera figuran en los mapas. A menudo son considerados poco importantes ya que no llevan agua durante todo el año como los ríos, pero conforman un valioso recurso para los seres vivos e incluso para los ríos, cuyas aguas pueden ser alimentadas por las de los arroyos.
Mapa de parte del término municipal de Burguillos en el que aparece el Arroyo del Estanquillo desde su paso por el enclave de Las Carrajolas hasta desembocar en el Arroyo del Paso de la Cal.
   Sí, es posible diferenciar algunos tipos de arroyos por sus características particulares. Por ejemplo, los llamados arroyos de cabecera son las secciones donde comienzan los ríos y por ende, son las partes más altas de estos. Una clasificación de corrientes las separa según su relación con el tiempo. Así, los arroyos son perennes si sus aguas fluyen durante todo el año, son intermitentes si solo fluyen durante ciertas épocas del año y efímeros cuando sus aguas fluyen únicamente después de llover.
   No importa su tamaño; los arroyos son una fuente de agua para cualquier ser vivo que la necesite. Los arroyos, por más pequeños que sean, son una fuente de agua para cualquier ser vivo que la necesite. Los más grandes y los perennes conforman todo un hábitat para muchas especies de peces y anfibios y proporcionan agua tanto a estos como a animales más grandes. Peces como las percas, las mojarras, y los bagres; aves como patos y garzas; mamíferos como las nutrias, los puercoespines, las ardillas, las zarigüeyas y los murciélagos; anfibios como los sapos y las ranas: todos estos y más animales pueblan arroyos de distintas partes del mundo. A lo largo de crecen hierbas, plantas cortas y árboles adaptados a la presencia de agua, así como musgos.
Fotografía aérea de parte del término municipal de Burguillos en el que aparece el Arroyo del Estanquillo desde su nacimiento hasta llegar a la altura del enclave de las Carrajolas.
   La contaminación, la explotación de sus recursos, el uso de su suelo como terrenos de cultivo y en general la urbanización son amenazas vigentes que ponen en peligro o terminan con los arroyos, lo que a su vez afecta a los seres vivos incluidos los humanos.
   Los arroyos permiten la recarga de agua de humedales, ríos, lagos y otros cuerpos de agua. Brindan un hogar, alimento y refugio a cientos de especies animales y vegetales, contribuyen a mitigar los daños de las inundaciones y filtran contaminantes. Estas bondades son posibles solo si los arroyos mantienen su estado natural óptimo.
   El Arroyo del Estanquillo (que transcurre íntegramente por el término municipal de Burguillos), es un afluente del Arroyo Paso de Cal, que a su vez lo es del Arroyo Paso de la Villa, y éste del Arroyo de la Huerta Abajo, y entonces toma ya el nombre de Arroyo de Gabino (en el término municipal de Alcalá del Río), siendo un afluente del río Guadalquivir, por su margen derecha. El origen del Arroyo del Estanquillo es un afloramiento al entre el Cerro del Moro y la Loma del Algarrobito a unos 285 m. de altitud, a 4,63 km en línea recta del ayuntamiento de Burguillos. Sus aguas se vierten en el arroyo Paso de Cal, justo en la zona conocida como el Palmarillo.
Fotografía aérea de parte del término municipal de Burguillos en el que aparece el Arroyo del Estanquillo desde su paso por el enclave de Las Carrajolas hasta desembocar en el Arroyo del Paso de la Cal.
   Tras su nacimiento al sur de los Cerro del Moro y de la Loma del Algarrobito, el Arroyo del Estanquillo se dirige siempre hacia el sur corriendo en paralelo a la Colada del Señor, cruzando por los parajes de Los Retamares, y entre El Cañuelo y Zarzagorda, para pasar junto al paraje de Las Carrajolas, y finalmente desembocar en el Arroyo Paso de Cal junto a la zona conocida como el Palmarillo, a escasos metros del casco urbano de Burguillos.
   Nuestro Arroyo del Estanquillo no lleva agua durante todo el año, dependiendo enormemente de las lluvias que alimentan los afloramientos que lo surten, de ahí su irregular caudal.  
   La denominación del Arroyo del Estanquillo es inequívoca puesto que tiene su origen en el estancamiento de las aguas por su irregular caudal, aunque también es posible la existencia de pequñitos embalses de agua en su caudal para el aprovechamiento de sus aguas en el pasado.
   Con la información aquí reseñada, recogida del Instituto Geográfico Nacional, habría que replantearse la cartelería de las carretereras que recorren nuestro término municipal puesto que en muchas de ellas se señalan el Arroyo del Estanquillo, que según los datos aquí recogidos, no tienen esa denominación.