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lunes, 8 de septiembre de 2025

Arte: La Virgen del Valle en la Iglesia de Burguillos

     Mostramos en Historia de Burguillos una reseña y fotografías de la imagen de Nuestra Señora del Valle que preside su retablo del muro del Evangelio de la iglesia parroquial de San Cristóbal mártir de nuestro pueblo, aprovechando que hoy es 8 de septiembre, es la Fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, de la estirpe de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II]. 


     Y que mejor día que hoy para analizar dicha imagen de Nuestra Señora del Valle, puesto que en el día de hoy la Hermandad de San Cristóbal, de la que es co-titular, celebra su Besamanos, tras un Triduo preparatorio.
   Para el análisis histórico-artístico de la imagen de Nuestra Señora del Valle transcribimos el artículo que hice para el Boletín Patrona de Burguillos, del año 2003 (pág. 28 y 29), sobre la Iglesia de Burguillos, y que ese año estaba dedicado al Retablo de la Virgen del Valle, y que transcribo literalmente:



La Iglesia de Burguillos
El Retablo de la Virgen del Valle
   Siguiendo la serie de artículos dedicada a dar a conocer el patrimonio de nuestra Parroquia, en esta ocasión comentaré la historia del Retablo de la Virgen del Valle y de las imágenes que acoge, basada en datos documentales de archivo y que gracias a la labor investigadora de historiadores van saliendo a la luz datos interesantísimos que hasta hace bien poco pertenecían al mundo de la rumorología y que hoy, gracias a esa labor callada pero fructífera, son datos constatables.
Y así el primer dato interesante es la autoría del retablo, que se la debemos al recientemente fallecido tracista, imaginero y tallista sevillano D. Manuel Guzmán Bejarano, ya que fue él quién le dio el aspecto actual a comienzo de la década de los 60, cuando se transforma el interior de la Parroquia al desaparecer los altares del Corazón de Jesús, de Santa Rita, de Santa Lucía y el de la Inmaculada Concepción que se encontraban en la Nave de la Virgen, aprovechándose algunos de sus elementos para dar al altar de la Virgen del Valle la configuración con la que lo conocemos, de ahí que se lo atribuyamos a él pudiéndose considerar como una de sus primeras obras.
Así lo podemos considerar como una obra de acarreo, puesto que participa de elementos de otros altares, aunque Guzmán Bejarano le supo dar un aspecto unitario. El altar se compone de un sencillo banco con molduras lisas, y de un cuerpo con tres calles divididos por columnas corintias, siendo la calle central bastante más amplia que las laterales. El conjunto se remata por un frontón triangular de líneas quebradas por el que se desarrolla rodeando todo el retablo a modo de marco talla de motivos vegetales.
Por lo que respecta a las obras que cobija, el retablo lo centra la Virgen del Valle, imagen mariana de candelero, datada por todos los investigadores de prestigio en el siglo XVIII y ejecutada para el desaparecido convento del Espíritu Santo del Monte, de la Orden de los Franciscanos Terceros que existió en nuestro pueblo y del que hoy apenas quedan algunos restos. Un dato interesante es que mientras que modernamente aparezca con el título de Nuestra Señora del Valle, en toda la documentación antigua aparece con el sugestivo título de Madre de Dios del Valle, invocación ésta (Madre de Dios) que proviene del griego “Theotokos” y que es la representación iconográfica bizantina de la Virgen entronizada con el Niño en su regazo y en su actitud de bendecir, modelo iconográfico originario que presentaba la Virgen del Valle, como lo demuestra el inventario del Convento del Espíritu Santo de Burguillos de 1823 en el que se menciona claramente a la Virgen del Valle, “con su niño” y el hecho de que todas las imágenes marianas de Gloria a excepción de las que representan a la Inmaculada Concepción, a la Encarnación de la Virgen, o a la maternidad de María (Advocaciones de la Expectación, de la Esperanza, o de la O), y esta imagen no pertenece a ninguno de los grupos anteriores, todas llevan al Divino Infante en sus brazos, y que desgraciadamente se ha perdido en fecha indeterminada lo cual hace que la visión actual de esta imagen no sea la originaria.
     En cuanto a su historia y una vez datada en el entorno del siglo XVIII, encontramos la noticia curiosa de que esta imagen procesionó como imagen dolorosa en las postrimerías de dicho siglo y así el 18 de Marzo de 1788, la extinguida Hermandad de la Vera-Cruz de Burguillos ante el hecho de que su imagen mariana titular se encontraba en proceso de restauración, solicita de las autoridades eclesiásticas su cesión para que procesionara el Jueves Santo, quienes dan su autorización con la condición de que lo hagan mediante escritura pública y con gran “devoción y grandeza” lo cual sin duda ocurrió. Este hecho en Burguillos no es caso único porque como sabemos Nuestra Señora del Rosario procesionaba con regularidad a partir de 1802 (acordado mediante Cabildo General y modificando las reglas existentes) como Imagen Dolorosa por las calles de Burguillos cada Viernes Santo, para lo cual se le despojaba del Niño Jesús.
     No sabemos con exactitud cuando pasó a la Parroquia, pero teniendo en cuenta que en 1837 se producía la Desamortización de Mendizábal, sería poco después cuando llegaría a la Parroquia siendo más que probable que la Hermandad del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz se hiciera cargo de su culto, teniendo en cuenta los precedentes antes descritos y al hecho de que en sus escritos nunca se mencionara el título o advocación de su Virgen.
     Ya en el siglo XX y según se deduce de la documentación exhibida en la exposición dedicada a la imagen este mismo año, hubo una hermandad de la Virgen del Valle en el entorno de 1930, de la que, por el momento, no hay constancia documental ni en el Archivo Parroquial ni en el Arzobispal. Si sabemos que a partir de 1975 se encarga de darle culto la Hermandad de San Cristóbal, año en que es restaurada por Antonio Gavira y por último este mismo año Manuel Mazuecos García ha procedido a una profunda restauración de la imagen.
     Finalmente me gustaría incidir que han sido varias las salidas procesionales de esta imagen y así a la ya mencionada de carácter penitencial, se recuerdan las acontecidas en los años 50 y 70 del pasado siglo en rogativas por las lluvias y la última acontecida este mismo año.
     Como he mencionado anteriormente, la Virgen del Valle es una imagen de candelero por lo que sólo tiene talladas mano y cabeza en la que destaca su despejada frente lo cual puede deberse a que se concibiera para ser ataviada con rostrillo a semejanza de la Virgen del Rocío. Igualmente es reseñable su mirada frontal y su tamaño inferior al natural. Hoy día, al estar incompleta en su iconografía, porta en sus manos a modo de atributo unas flores, lo que desvirtúa la contemplación y comprensión de la Imagen.
     A la Virgen del Valle la escoltan en las calles laterales del retablo, dos pequeñas imágenes sobre sencillas repisas, y que es más que probable que poseyeran en tiempos retablos propios (el de San José está constatado), y que antes de su actual ubicación, se encontraban en el Altar Mayor, en las repisas que hoy ocupan Santa Lucía y San Sebastián. Así a nuestra izquierda encontramos la imagen del Patriarca San José, esposo de la Virgen María y padre nutricio de Jesús, apenas mencionado en los Evangelios canónicos, por lo que los detalles de su vida los conocemos a través de los Evangelios Apócrifos y del Antiguo Testamento. Es representado como un hombre maduro, reconociéndosele por portar su vara florecida, que alude a su victoria sobre los otros pretendientes de la Virgen, transformada en tallo de lirio, símbolo de su matrimonio virginal. Lleva al Niño Jesús en sus brazos. Es patrón de los carpinteros desde antiguo, y en nuestra época se lo convirtió en el de los obreros en general. Gracias a la propaganda de su defensora, Santa Teresa, se hizo singularmente popular en el arte español, del cual es buena muestra esta obra del XVIII del que destaca el estofado de su policromía.
     Con él hace pareja la imagen de San Antonio de Padua, igualmente del XVIII, que se encuentra a nuestra derecha. Es, después de San Francisco de Asís, el más popular de los santos franciscanos. Nació en Lisboa en 1195 y a los quince años ingresó en la orden de los hermanos menores. Se dedicó a la predicación por Francia e Italia, muriendo en Padua en 1231. Fue canonizado en 1232 y aunque en esa época permaneció a la sombra de San Francisco, su leyenda se formó y difundió en el siglo XV, gracias a los sermones de San Bernardino de Siena. Pese a que según las crónicas era de talla inferior a la media y muy corpulento, con una cabeza redonda y un vientre de hidrópico, en arte se le representa con el mismo aspecto demacrado que San Francisco, con hábito de franciscano, ceñido a la cintura por un cíngulo, en este caso ricamente estofado. Como atributo presenta el Niño Jesús, de pie sobre un libro, en alusión a la Aparición que tuvo en su habitación, convirtiéndose en su atributo más popular a partir del siglo XVI, representándolo así, con el Niño a quien adora o acaricia, recibiendo de sus devotos alemanes el nombre familiar de Kindtoni. Antiguamente se le invocaba para el salvamento de los náufragos y la liberación de los prisioneros. En la actualidad se lo invoca como abogado de los objetos perdidos.  
     Espero que estas líneas sirvan para tener un mayor conocimiento de las imágenes que integran este retablo y que los datos aquí vertidos de manera objetiva, basados en la documentación de archivo, no terminen aquí, sino que se siga investigando para poder conocer mejor las imágenes, pinturas, objetos de culto, … de nuestra Parroquia.
Joaquín Velázquez Gallego
BIBLIOGRAFÍA.-
     MORALES, Alfredo J., SANZ, María Jesús, SERRERA, Juan Miguel, VALDIVIESO, Enrique. Guía artística de Sevilla y su provincia. Pág. 528. Excma. Diputación Provincial de Sevilla. Sevilla, 19__.
     VV.AA. Inventario artístico de Sevilla y su Provincia. Tomo II. Pág. 317-319. Ministerio de Cultura. Madrid, 1985.
     HERNÁNDEZ DÍAZ, José, SANCHO CORBACHO, Antonio y COLLANTES DE TERÁN, Francisco. Catálogo Arqueológico y Artístico de la Provincia de Sevilla. Tomo I. Pág. 236-239. Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional. Sevilla, 1939.
     RÉAU, Louis. Iconografía del Arte Cristiano. Cinco Tomos. Ed. Del Serbal, Barcelona, 1996.
     Informe sobre la restauración de Nuestra Señora del Valle. Folleto. Hermandad de San Cristóbal. Burguillos, 2003.
     ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO DE SEVILLA (A.G.A.S.), Sección II (Gobierno), Serie Asuntos Despachados, Legajo 168, folios sin numerar. Inventario del Convento de Sancti Spiritus de Burguillos, 1823.
     ARCHIVO PARROQUIAL DE BURGUILLOS. Sección Hermandades. Libro de Actas Hermandad del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz (1774-1864).



Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía del Dulce Nombre de la Bienaventurada Virgen María, puesto que aunque actualmente se le denomina "Nuestra Señora", en la documentación antigua aparece con el nombre de "Madre de Dios";
Los nombres de la Virgen
     Los vocablos que se emplean para invocar a la Virgen María son tan numerosos como los que designan a Cristo. Los más difundidos son María, Madre de Dios, Virgen Santa, Nuestra  Señora.
1. María
     María es la transcripción latina del nombre hebreo Miriam (Mariam), que significa "gorda" y en consecuencia «bella» (speciosa), de acuerdo al ideal de belleza de los judíos y de los orientales en general.
     Ese nombre, impuesto a la Virgen quince días después de su nacimiento, como era la costumbre con las mujeres, fue elegido en homenaje a la hermana de Moisés, la única mujer llamada así en el Antiguo Testamento.
     El nombre de pila provenzal Mireille, forjado por el poeta Mistral, nada tiene en común con Miriam o María.
     En la mayoría de las naciones cristianas María, cuyo patronazgo se consideraba más poderoso que el de cualquier otra santa, es el nombre de pila femenino más usual. Se le da no sólo a las mujeres sino también a los hombres, asociado con otro nombre masculino (vgr. José María, Juan María). No obstante, en dos países muy católicos, España y Polonia, estaba prohibido emplearlo porque se consideraba tabú al igual que el de Jesús. 
     Por eso, el nombre María fue reemplazado en España por alusiones indirectas a sus fiestas y a las órdenes que le están consagradas. Esos sustitutos reverenciales son muy numerosos: Concepción, cuyo diminutivo es Concha, recuerda a la Inmaculada Concepción; Dolores o más familiarmente Lola, a los siete Dolores de la Virgen; Asunción alude a la asunción de la Virgen; Carmen y Mercedes son homenajes a las órdenes del Carmelo y de La Merced, que se consagraban especialmente a Nuestra Señora; el nombre Pilar conmemora la devoción a la célebre virgen del Pilar de Zaragoza. Todos esos nombres de pila femeninos se sobreentienden sin que se deba pronunciar el santo nombre de María, oculto pero presente, como la hostia en el tabernáculo, y en verdad significan María del Carmen, de las Mercedes, de los Dolores, del Pilar. Agreguemos que Soledad recuerda a la Virgen de la Soledad, Rosario la devoción del Rosario, Consuelo a la Virgen de la Consolación.
     Lo mismo ocurrió en Polonia, donde por reverencia  a la Santísima Virgen, estaba prohibido dar a las niñas el nombre María. Cuando el rey Ladislao IV se casó con María Luisa de Nevers, en el contrato matrimonial estipuló que su esposa renunciaría a su primer nombre que resultaba chocante para los polacos, y que sólo conservaría el segundo, Luisa.
     El nombre María es frecuente en la onomástica geográfica o toponimia. En Francia numerosas localidades se llaman Dammarie Donnemarie (Domina Marie). En Alemania, además de las formas habituales: Marienburg, Marienwerder que son legión, también se encuentran casos en que Marien se disimula bajo las formas Märgen, Mergen. Por ejemplo en Mergentheim, o más simplemente Mar en Markirch, transcripción alemana de Santa María de las Minas, en Alsacia.
     Los Padres de la Iglesia y los teólogos de la Edad Media, muy apasionados con las etimologías fantásticas (porque entonces la etimología no era más que una forma del juego de palabras), emplearon su ingenio para adivinar el origen del nom­bre María.
     La mayoría de ellos pensó, naturalmente, en la palabra latina mare, mar. Para san Anselmo, María significa señora o soberana de la mar (Domina maris). Según san Jerónimo y san Bernardo, sería la estrella del mar (Stella Maris); el vocablo hebreo Miriam o Mariam se dejaría interpretar más bien como Stilla maris, gota del mar (iam: mar en hebreo).
     Otros han buscado conexiones, igualmente infundadas, con mirra, perfume de oriente que servía para embalsamar a los muertos y volver incorruptibles sus cuerpos.
     Los teólogos no se contentaron con estas fantasías etimológicas. Con las cinco letras combinadas del nombre María compusieron letanías o laudes en forma de acrósticos, en honor de la Santa Virgen.
     Gracias a ese sistema de prestidigitación verbal, muy del gusto de la Edad Media, pueden extraerse de las letras de María tomadas como iniciales, por ejemplo los nom­bres de sus cinco prefiguraciones del Antiguo Testamento: Mirian, la hermana de Moisés que cantó la liberación del pueblo hebreo después del paso del mar Rojo; Ana, madre de Samuel que consagró su hijo al Señor; Raquel, que lloró a sus hijos; Judit, que liberó su nación  decapitando  a Holofernes;  Abigail,  que supo aplacar la cólera del rey David.
     Con esas mismas letras, san Buenaventura divide un rosario de alabanzas de la Virgen a la que saluda con los títulos mediatrix, auxiliatrix, reparatrix, illuminatrix, advocata.
     Otros se ingenian para extraer nombres de flores: margarita, ancolía, rosa, eglantina.
     Finalmente, el dominico Pedro de Udine compuso con las letras del nombre María un brillante ramo de piedras preciosas: margarita (perla), adamas (diamante), rubinus (rubí), iaspus (jaspe), amethistus (amatista).
2. La Madre de Dios
   Con frecuencia María es invocada con el nombre de Madre de Dios. Los griegos la llamaban Theotokos, los latinos Mater Dei, Deipara, Dei Genetrix. En francés arcaico se deáa La Mère-Dieu, que corresponde al latín Mater Dei, con Dios en genitivo como en La Chaise-Dieu (Casa Dei), Hotel-Dieu (Hospitium Dei). En italiano Madre di Dio, en castellano Madre de Dios, corresponden al inglés Godmother, al alemán Muttergottes, Gottesgebärerin, al polaco Matka Boska. La transcripción rusa de Theotokos es Bogomater o Bogoroditsa.
3. La Santísima Virgen
     Esta  tercera  denominación  está representada en griego por Parthenos o Panagia (la santísima), en latín por Sanctissima Virgo. Los italianos dicen Maria Vergine, los españoles La Santísima Virgen, los ingleses The Blessed Virgin, los alemanes Die heilige Jungfrau, los holandeses De Heilige Maagd, los rusos Presviataia Deva.
4. Nuestra Señora
     La Edad Media tomó al fin el bello nombre de Nuestra Señora del lenguaje caballeresco. Con él, todos los cristianos se reconocían como vasallos de la Madre de Cristo. Esta denominación fue popularizada por san Bernardo y la orden del Cister. Bajo ese nombre (Notre Dame) están todas las iglesias de Francia consagradas a la Virgen.
     Todas las lenguas han adoptado esa expresión de homenaje que en italiano se convirtió en Nostra Signora, en castellano Nuestra Señora, en inglés Our Blessed Lady, en alemán Unsere Liebe Frau, en holandés Onze Lieve Vrouw, en danés Vor Frue. En Alemania se llama Liebfrauenkirchen a las iglesias dedicadas a Nuestra  Señora.
5. La Madona
     Es necesario subrayar, no obstante, la preferencia de los italianos por Madonna (Mi Señora, o Mi Dama), que pasó al francés en el siglo XVII, hacia 1640, bajo la forma Madone. La fortuna de esa breve y armoniosa expresión ha sido tal que en la época moderna casi ha suplantado a Notre  Dame.
     Esta lista no agota el onomástico de la Virgen María que también es invocada con otros nombres. Los bizantinos le dedicaron iglesias bajo los títulos de Panagia, Hodigitria, Nikopoia e incluso Pantanassa (la Virgen Reina, la Reina de las Reinas). Peribleptos (La Brillante), se encuentra en la advocación  de dos iglesias de Mistra, en  el Peloponeso (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).



Conozcamos mejor la sobre el Significado y la Iconografía de la Virgen con el Niño, que era la original de esta imagen mariana;
   Tal como ocurre en el arte bizantino, que suministró a Occidente los prototipos, las representaciones de la Virgen con el Niño se reparten en dos series: las Vírgenes de Majestad y las Vírgenes de Ternura.
La Virgen de Majestad
   Este tema iconográfico, que desde el siglo IV aparecía en la escena de la Adoración de los Magos, se caracteriza por la actitud rigurosamente frontal de la Virgen sentada sobre un trono, con el Niño Jesús sobre las rodillas; y por su expresión grave, solemne, casi hierática.
   En el arte francés, los ejemplos más antiguos de Vírgenes de Majestad son las estatuas relicarios de Auvernia, que datan de los siglos X u XI. Antiguamente, en la catedral de Clermont había una Virgen de oro que se mencionaba con el nom­bre de Majesté de sainte Marie, acerca de la cual puede dar una idea la Majestad de sainte Foy, que se conserva en el tesoro de la abadía de Conques.
   Este tipo deriva de un icono bizantino que el obispo de Clermont hizo emplear como modelo para la ejecución, en 946, de esta Virgen de oro macizo destinada a guardar las reliquias en su interior.
   Las Vírgenes de Majestad esculpidas sobre los tímpanos de la portada Real de Chartres (hacia 1150), la portada Sainte Anne de Notre Dame de París (hacia 1170) y la nave norte de la catedral de Reims (hacia 1175) se parecen a aquellas estatuas relicarios de Auvernia, a causa de un origen común antes que por influencia directa. Casi todas están rematadas por un baldaquino que no es, como se ha creído, la imitación de un dosel procesional, sino el símbolo de la Jerusalén celeste en forma de iglesia de cúpula rodeada de torres.
   Siempre bajo las mismas influencias bizantinas, la Virgen de Majestad aparece más tarde con el nombre de Maestà, en la pintura italiana del Trecento, transportada sobre un trono por ángeles.
   Basta recordar la Madonna de Cimabue, la Maestà pintada por Duccio para el altar mayor de la catedral de Siena y el fresco de Simone Martini en el Palacio Comunal de Siena.
   En la escultura francesa del siglo XII, los pies desnudos del Niño Jesús a quien la Virgen lleva en brazos, están sostenidos por dos pequeños ángeles arrodillados. La estatua de madera llamada La Diège (Dei genitrix), en la iglesia de Jouy en Jozas, es un ejemplo de este tipo.
El trono de Salomón
   Una variante interesante de la Virgen de Majestad o Sedes Sapientiae, es la Virgen sentada sobre el trono con los leones de Salomón, rodeada de figuras alegóricas en forma de mujeres coronadas, que simbolizan sus virtudes en el momento de la Encarnación del Redentor.
   Son la Soledad (Solitudo), porque el ángel Gabriel encontró a la Virgen sola en el oratorio, la Modestia (Verecundia), porque se espantó al oír la salutación angélica, la Prudencia (Prudentia), porque se preguntó como se realizaría esa promesa, la Virginidad (Virginitas), porque respondió: No conocí hombre alguno (Virum non cognosco), la Humildad (Humilitas), porque agregó: Soy la sierva del Señor (Ecce ancilla Domini) y finalmente la Obediencia (Obedientia), porque dijo: Que se haga según tu palabra (Secundum verbum tuum).
   Pueden citarse algunos ejemplos de este tema en las miniaturas francesas del siglo XIII, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Pero sobre todo ha inspirado esculturas y pinturas monumentales en los países de lengua alemana.
La Virgen de Ternura
   A la Virgen de Majestad, que dominó el arte del siglo XII, sucedió un tipo de Virgen más humana que no se contenta más con servir de trono al Niño divino y presentarlo a la adoración de los fieles, sino que es una verdadera madre relacionada con su hijo por todas las fibras de su carne, como si -contrariamente a lo que postula la doctrina de la Iglesia- lo hubiese concebido en la voluptuosidad y parido con dolor.
   La expresión de ternura maternal comporta matices infinitamente más variados que la gravedad sacerdotal. Las actitudes son también más libres e imprevistas, naturalmente. Una Virgen de Majestad siempre está sentada en su trono; por el contrario, las Vírgenes de Ternura pueden estar indistintamente sentadas o de pie, acostadas o  de rodillas. Por ello, no puede estudiárselas en conjunto y necesariamente deben introducir en su clasificación numerosas subdivisiones.
   El tipo más común es la Virgen nodriza. Pero se la representa también sobre su lecho de parturienta o participando en los juegos del Niño.
El niño Jesús acariciando la barbilla de su madre
   Entre las innumerables representaciones de la Virgen madre, las más frecuentes no son aquellas donde amamanta al Niño sino esas otras donde, a veces sola, a veces con santa Ana y san José, tiene al Niño en brazos, lo acaricia tiernamente, juega con él. Esas maternidades sonrientes, flores exquisitas del arte cristiano, son ciertamente, junto a las Maternidades dolorosas llamadas Vírgenes de Piedad, las imágenes que más han contribuido a acercar a la Santísima Virgen al corazón de los fieles.
   A decir verdad, las Vírgenes pintadas o esculpidas de la Edad Media están menos sonrientes de lo que se cree: la expresión de María es generalmente grave e incluso preocupada, como si previera los dolores que le deparará el futuro, la espada que le atravesará el corazón. Sucede con frecuencia que ni siquiera mire al Niño que tiene en los brazos, y es raro que participe en sus juegos. Es el Niño quien aca­ricia el mentón y la mejilla de su madre, quien sonríe y le tiende los brazos, como si quisiera alegrarla, arrancarla de sus sombríos pensamientos.
   Los frutos, los pájaros que sirven de juguetes y sonajeros al Niño Jesús tenían, al menos en su origen, un significado simbólico que explica esta expresión de inquieta gravedad. El pájaro es el símbolo del alma salvada; la manzana y el racimo de uvas, aluden al pecado de Adán redimido por la sangre del Redentor.
   A veces, el Niño está representado durante el sueño que la Virgen vela. Ella impone silencio a su compañero de juego, el pequeño san Juan Bautista, llevando un dedo a la boca.
   Ella le enseña a escribir, es la que se llama Virgen del tintero (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).




Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía sobre la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, Festividad que se celebra en el día de hoy;
   Se ignora no sólo la fecha, fijada arbitrariamente el 8 de septiembre (El Sol, explican los teólogos, en esta fecha entra en el signo e Virgo, así como Cristo entrará en el vientre de María), sino también el lugar de nacimiento de la Virgen: unos opinan que fue en Jerusalén, otros en Nazaret o Belén.
   A causa de la ausencia de detalles tópicos, los artistas copiaron la Natividad de la Virgen de la Natividad de Cristo.
   Santa Ana está acostada o sentada en su cama, asistida por dos mujeres que vierten agua con un aguamanil sobre sus manos. En Dafni, una de ellas, de pie detrás de la cabecera de la cama, agita un matamoscas encima de su cabeza.
   Es posible que esas tres mujeres sean una supervivencia de las tres Parcas de la mitología  griega, siempre presentes cuando un niño abre los ojos a la luz.
   Como en la Natividad de Jesús, el motivo bizantino del Baño de la niña persistíó a lo largo tiempo. Las comadronas bañan a la pequeña María en una cuba, jofaina o pila con forma de copa.
   En la pintura realista del siglo XV, esta nota de intimidad y esta búsqueda de lo pictórico se exageran a expensas del sentimiento religioso. Las vecinas acuden para visitar a la parturienta, charlar con ella y llevarle regalos. Calientan el agua del baño y sacan pañales del arcón. La Natividad  de la Virgen se convirtió en una escena de género.
   A partir del siglo XVI se puso de manifiesto una reacción contra esta concepción burguesa y prosaica de la leyenda mariana. Altdorfer transportó el lugar de la escena de una habitación de parturienta a la nave de una iglesia. Regresó a tradición popular según la cual los ángeles habrían descendido del cielo para celebrar el nacimiento de su futura Reina. Éstos vuelan hacia su cuna, describen una alegre ronda encima de su cabeza y cantan en su honor.
    En el siglo XVII, en la iconografía  inspirada por el concilio de Trento casi siempre se ven ángeles afanados alrededor de la Virgen recién nacida, como para elevar su nacimiento al mundo divino. Sin embargo este motivo es muy anterior al concilio, puesto que ya aparece hacia 1520 en la Ronda de los ángeles de Altdorfer (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).





Conozcamos mejor la Solemnidad de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María;
     Primera fiesta relativa a la infancia de María, con unos orígenes bastante oscuros. Debió surgir como conmemoración en la basílica levantada en su honor en Jerusalén junto a la piscina probática, que está atestiguada a partir del siglo V y confirmada por la arqueología, en el lugar que el apócrifo Protoevangelio de Santiago señala su nacimiento, sobre esta época. 
     Los cruzados levantaron allí la Basílica de Santa Ana. La fecha del ocho de septiembre debió fijarse porque al ser el principio de la Obra de la Redención, era oportuno colocarla al principio del año eclesiástico, según el Menologium Basilianum. Condicionó posteriormente la del ocho de diciembre de la Inmaculada. Existe un himno escrito por Romano el Meloda hacia el 550 en honor de la Natividad de la Virgen María, pero se duda de que fuera compuesto para la liturgia, aunque habla de la celebración de la fiesta. En Oriente adquirió pronto notorio auge, y ya en el periodo justinianeo se la atestigua en Bizancio.  En el siglo VII fue introducida en Occidente. Aparece en el calendario de Sonnacio, Obispo de Reims (614-631). Sergio I (+701) prescribe en Roma letanías en esta fiesta, como en las demás marianas, con procesión que partía desde San Adriano (edificio de la Curia en el Foro Romano) hasta Santa María la Mayor. 
     Los antiguos sacramentarios, excepto el Leoniano, ofrecen ya formularios para una fiesta del nacimiento de la Virgen.  Fue dotada de octava por Inocencio IV Fieschi en 1243, como cumplimiento de un voto hecho por los cardenales en el cónclave de 1241, cuando estuvieron presos tres meses del Emperador Federico II. Gregorio XI Beaufort ha hizo preceder de vigilia en 1378. Declarada fiesta de precepto, perdió este carácter en la reforma de San Pío X Sarto, y actualmente tiene el rango litúrgico de fiesta.  En cuanto a la elección del día, hay quien opina que se impuso esta fecha porque, al considerar el nacimiento de María el principio de la culminación de la Obra de la Redención, se impuso septiembre por ser el comienzo del año litúrgico de los griegos. No obstante, otras fechas se registran para la fiesta: el antiguo calendario jeronimiano le señala el diez de agosto; los coptos la celebraban el veintiséis de abril y ahora el uno de mayo; los abisinios la conmemoraban durante treinta y tres días seguidos bajo el título de Semilla de Jacob. La consolidación y generalización de la fecha del ocho de septiembre parece deberse a que, instituida la de la Inmaculada Concepción el ocho de diciembre por ella, al retrotraerse nueve meses de gestación, al popularizarse, incidió reflejamente en la de la Natividad (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).

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