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Historia, Patrimonio, Arte, Bibliografía, Hemeroteca, ... sobre nuestro pueblo: BURGUILLOS

lunes, 28 de julio de 2025

Hemeroteca: La reina de España Victoria Eugenia, en Burguillos, según los periódicos El Heraldo Militar, y La Época, de 15 de marzo de 1910.

     Mostramos en Historia de Burguillos las reseñas que se hacen en los periódicos El Heraldo Militar, y en La Época, sobre la visita que hizo la reina de España, Victoria Eugenia a Burguillos, en las ediciones del día 15 de marzo de 1910, y del que ya publicamos en su día la edición del periódico ABC, titulado: Hemeroteca: La reina de España Victoria Eugenia, en Burguillos, en el ABC de Madrid de 15 de marzo de 1910..


   Es en una crónica de la Visita de los Reyes de España a Sevilla, y en la que la reina de España de ese momento, Victoria Eugenia de Battenberg, visitó nuestro pueblo, y que publiqué en el boletín nº 16 de "Patrona de Burguillos" del año 2010, editado por la Hermandad de la Virgen del Rosario en un artículo que paso a transcribir íntegramente ya que en él se desmenuza perfectamente los artículos referenciados:
   "Buscando en las hemerotecas de distintos periódicos encontré en la del Diario ABC una noticia sorprendente, y creo que desconocida hasta hoy para los burguilleros: y es que la Reina consorte de España, S.A.R. Victoria Eugenia de Battenberg hizo una visita a Burguillos el 14 de marzo de 1910, por lo que este año se cumple el Centenario de tan histórica fecha.
   La noticia viene reflejada en la edición madrileña del Diario ABC del 15 de marzo de 1910, en su página 9 en una crónica titulada "La Corte en Sevilla" firmada por el periodista Telégrafo, a tres columnas, siendo en la central donde encontramos el párrafo referido y que nos interesa a los burguilleros, cerrándose con ello la crónica:
   "Esta tarde visitó el Rey las ruinas de Itálica.
   La Reina llegó hasta el próximo pueblo de Burguillos.
   Un anciano, vecino de dicha localidad, ofreció a la Soberana una torta que llevaba una inscripción que decía "¡Viva el Rey!"".

     Parece sorprendente que no haya quedado constancia de dicho acontecimiento en la memoria de los burguilleros, pues no todos los días se pasea por nuestro pueblo la Reina de España. Con este descubrimiento, que sin duda habrá que ampliar buscando en los periódicos sevillanos de la época para completar dicha crónica, pues no debemos de olvidar que esta noticia está recogida de la edición madrileña del Diario ABC (de la que por cierto os podéis hacer de una copia navegando por internet en la hemeroteca del Diario ABC).
   Pero ¿quién fue la reina que se paseó por nuestro pueblo? La Reina Victoria Eugenia (1887-1969) se convirtió en Reina consorte de España el 31 de mayo de 1906 al casarse con Alfonso XIII de España (fecha de recuerdo agridulce para la pareja real, pues tras el enlace, en el recorrido de la Carroza por las calles madrileños sufrieron un atentado en el que murieron más de 30 personas). Ese 14 de marzo en el que visitaba Burguillos debía lucir orgullosa su cuarto embarazo, que lamentablemente no tuvo un final feliz ya que el niño nació muerto.
   Del escaso texto de apenas siete líneas, podemos deducir que la visita estaría preparada con antelación, puesto que relata la anécdota del burguillero que le ofrece un pastel o tarta con una inscripción alusiva, por lo que hemos de suponer que la visita supondría todo un acontecimiento en el Burguillos de 1910, y en la que no sería muy descabellado el pensar que como todas las personalidades de tan alto rango que han visitado, visitan y visitarán nuestro pueblo, y más en esa época en la que la religión católica era la oficial del Estado español, Su Alteza Real girara una visita a la Parroquia y orase ante la Reina de los burguilleros, encontrándose ambas soberanas frente a frente.
   Consultando a personas mayores y buscando el por qué la Reina de España visitó un pequeñísimo pueblo que apenas alcanzaría los mil habitantes, nos lleva a sugerir la hipótesis de que dicha visita estuviera auspiciada por los Marqueses de Sancha, que entre sus posesiones contaban con el que hasta hace unos años era el Cuartel de la Guardia Civil, teoría que aún está por confirmar.

     Pues además de la constancia de dicha visita por el periódico ABC, hemos podido encontrar otras referencias en dos periódicos más de la época, "El Heraldo Militar", y "La Época", que pasamos a referenciar.

"El Heraldo Militar"; Forma parte de la prensa de carácter militar y espíritu corporativista que se publica en España durante la Restauración, en este caso como “defensor de las escalas de reserva y retirados y gratuitos, e intereses generales del Ejército y Armada”, que mantuvo una violenta campaña contra José López Domínguez (1829-1911) como ministro de la Guerra durante el gobierno sagastino (1892-1895). Aparece el dos de octubre de 1892 con formato de diario, en números de cuatro páginas y a cinco columnas, con una periodicidad que alcanza los diez números mensuales en días fijos.
     Como periódico de opinión en defensa de los intereses de los oficiales no activos del Ejército, inserta principalmente artículos reivindicativos referidos a su situación administrativa, con secciones fijas como Estafeta de un reservista, firmada por Desengaño; Descargas, por Fígaro; Chismografía, Correspondencia de provincias, además de otras de carácter literario o teatral. Ofrece noticias sobre todo relacionadas con sucesos en los que intervienen militares o los conflictos del Ejército español, como son las guerras coloniales del norte de África y Cuba. La correspondencia o cartas de los lectores son también muy asiduas. Deja las últimas planas para la publicación del clásico folletín, espacio que suele ser ocupado también por textos legales, como el del Código de Justicia Militar, y anuncios comerciales, al final.
     Desde finales de 1888 estaba prohibido que los militares españoles fundaran o dirigieran periódicos de carácter político, por lo que se desconoce quienes fundaran o dirigieran El reservista, apareciendo entre sus redactores o colaboradores los nombres, entre otros, de José Muñiz de Quevedo, Luis Gabaldón, José Castro Álvarez, José Sánchez Bregua o Alejandro Larrubiera y Crespo, junto a otros seudónimos como los ya indicados.
     Debió desaparecer o ser suspendido al cabo del año. El número 117, correspondiente al once de octubre de 1893, es el último de su primera época en la colección de la Biblioteca Nacional de España (BNE), y cuando reaparece el 12 de julio de 1894, iniciando nueva secuencia, señala que su lugar en la prensa había sido ocupado, a partir del 14 de febrero de este año, por La unión militar (1894), dirigida por José González Martín, también defensora de las mismas escalas de retirados y reservistas del Ejército y con similar formato. Aunque hay dudas que en ese interin se hubiera editado primero con el título simple de La unión. 
     En su nueva época aparece como su administrador José Rodríguez de Alba, capitán de la Escala de Reserva, y lo hace bajo el subtítulo de “periódico independiente”, para desde abril de 1895 indicar que su director es Antonio Rodríguez Cruzado y siendo su subtítulo “periódico liberal conservador”, expresando también en su cabecera que sigue siendo “defensor de las escalas de reserva y retirados…”, y apareciendo dos veces a la semana.
     El último número de este título en la colección de la BNE corresponde al cuatro de agosto de 1895, pero debió seguir publicándose hasta un año después, siendo sustituido por El heraldo militar, que ya sin el artículo en su cabecera vivió, al menos, hasta finales de 1918.

     En la edición del 15 de marzo de 1910, a cinco columnas, aparece la noticia que nos interesa en la primera columna, en la zona media, bajo el titular Los Reyes en Sevilla, y que pasamos a transcribir literalmente:


Los Reyes en Sevilla
Sevilla 14.
     El Rey ha anunciado al alcalde que mañana le recibirá en audiencia particular.
     Ha marchado á Málaga el general Aldave, que luego seguirá á Ceuta.
***
     El miércoles, definitivamente, regresa la corte á Madrid, donde llegará el jueves por la mañana.
***
     En su paseo de hoy ha llegado el Rey hasta las ruinas de Itálica, y la Reina hasta el pueblo de Burgulllos, en donde fué obsequiada por anciano con una torta, en la que se leía "¡viva el Rey!".

"La Época"; Diario vespertino fundado por Diego Coello y Quesada (182-1897) el uno de abril de 1849, a principios del siglo veinte será ya el decano de la prensa diaria política madrileña, extinguiéndose su vida a escasos días del golpe de Estado de julio de 1936. Será el diario por antonomasia de la monarquía, que se convertirá en prototipo de periódico aristocrático y conservador. Nace, desde una posición moderada, como reacción al semiabsolutismo del ministerio de Juan Bravo Murillo. Evoluciona a una oposición centrista y saluda alborozado el triunfo de 1854 del general Francisco Serrano, pero se mostrará contrario al bienio esparterista. Desde 1856 será el órgano de Unión Liberal, pero se separará de la misma a causa de los acontecimientos de la noche de San Gil, en abril de 1865, para apoyar a los gobiernos del general Ramón María Narváez y de Luis González Bravo, aunque después combatirá a este. Caracterizado por su fidelidad al trono isabelino, aceptará la Gloriosa en 1868 y tras algunas dudas y el fracaso de la candidatura de la nueva monarquía de Antonio María de Orleans, duque de Montpensier, Antonio Cánovas del Castillo lo ganará para la causa alfonsina, convirtiéndose en el estandarte periodístico de la Restauración durante el Sexenio Democrático.
   Ramón de Navarrete había sido el director de su primer número, pero a partir de entonces y hasta 1866 lo dirigirá el propio Coello. Fue entonces cuando su propiedad quedó al completo en manos de su inseparable amigo, Ignacio José Escobar y López Hermosa (1823-1887), que lo dirigirá hasta 1887, quedando definitivamente esta cabecera en manos de su familia. Navarrete, que utiliza los seudónimos Pedro Fernández y Asmodeo, fue quien incorporó en la prensa española a través de La época la “crónica de sociedad” como visitante de los más encopetados salones de la corte. Entre sus numerosos redactores y colaboradores estuvieron Fernando Cos-Gayón, Agustín Aguirre, Pedro Antonio de Alarcón, Ventura de la Vega, Francisco Martínez de la Rosa, Eusebio Blasco, José Bisso, Julio Nombela, Jacobo Rebollo, Manuel María de Santa Ana, Ildefonso Antonio Bermejo, Juan Pérez de Guzmán o Joaquín Madonado Macanaz, quien se encargará de la sección de política interior durante más de treinta años.
   Será un diario de cuatro páginas de gran formato, a tres, cuatro y hasta seis columnas, estabilizándose en las cinco columnas durante la mayor parte de su existencia, y compuesto con tipos diminutos, al estilo de los ya consagrados diarios políticos de noticias, estructuradas en secciones. Ofrecerá las nacionales y extranjeras, las parlamentarias, las oficiales y las del gobierno, revistas de prensa, un boletín comercial y agrícola, con las cotizaciones de bolsa y precios de los productos, editorial y artículos de fondo, notas de espectáculos, especialmente los teatrales, así como anuncios comerciales al final, que a veces ocuparán la última plana. También ofrecerá el ya clásico y cotidiano folletín.
   Su propietario y director conspirará, junto al propio Cánovas, en el golpe militar que el general Arsenio Martínez Campos da en Sagunto el 29 de diciembre de 1874, que abre la Restauración dinástica y, en 1879, el monarca agradecerá los méritos de Escobar distinguiéndole como marqués de Valdeiglesias. La época alcanzará su mayor esplendor y prestigio, precisamente, entre 1875 y 1885, al convertirse en el más cualificado órgano del turnante Partido Conservador y como portavoz de su jefe, Cánovas del Castillo. Aunque las tiradas de este diario nunca serán elevadas y los ejemplares difundidos por suscripción al doble de precio, llegarán a los innumerables casinos y sociedades en manos de los dirigentes locales del partido, destacando en sus páginas las noticias y las crónicas sociales de las clases altas, de sus fiestas y sus veraneos en Biarritz, Santander o San Sebastián, recibiendo el periódico el apelativo de “la vieja señora”.
   Tras el magnicidio de Cánovas, en 1897, y ya en manos del segundo marqués, Alfredo Escobar Ramírez, el diario continuará siempre al lado del jefe del sector mayoritario del Partido Conservador, apoyando a Francisco Silvela y, posteriormente, a Antonio Maura, y tras su crisis de 1913 y un breve titubeo, y durante la primera guerra mundial y siempre con la pretensión de mantener unido al partido, apoyará a Eduardo Dato. Tras el magnicidio de este, en 1921, será el portavoz de José Sánchez Guerra, el hombre de confianza de Maura. Como defensor de una monarquía constitucional y parlamentaria y desde su posición liberal-conservadora, será diario opositor a la dictadura primoriverista, llegando a ser multado y suspendido en abril de 1926.
   Seguirá ofreciendo noticias del partido, crónicas parlamentarias, revistas de prensa extranjera, en concreto de los periódicos franceses, y sus principales editoriales y artículos de fondo serán obra de uno de sus más destacados redactores, Salvador Canals. El segundo marqués, con el seudónimo Mascarilla, se dedicará a las crónicas de sociedad de un diario que sigue destinado a una minoría selecta de aristócratas, financieros, gentes de mundo, políticos y damas de la alta o “buena” sociedad. La crítica literaria y teatral será obra de Andrenio (Eduardo Gómez Baquero) hasta 1921. Durante la primera guerra mundial, Mariano Marfil, que actuará seguidamente, y hasta 1933, como jefe de su redacción y director en efectivo, será el autor de unas impresiones de campaña en un conflicto bélico en el que La época será uno de los periódicos españoles que recibirán subvenciones de las potencias aliadas (Francia e Inglaterra).
   Sucesivamente, sus jefes de redacción habían sido Manuel Tello (1866-1884), el ya citado Andrenio (1884-1893), Jerónimo Bécker (1893-1923) y Francisco Pérez Mateos, conocido como León Roch (1923-1927), y a su redacción pertenecerán una larga nómina de periodistas, como Francisco Fernández Villegas (Zeda), Luis Alfonso Casanova, Rodrigo Soriano, Melchor Fernández Almagro, como crítico teatral; así como Francisco de Ayala, que inicia en sus páginas su carrera periodística y literaria, lo mismo que César González Ruano, y publicará colaboraciones de Emilia Pardo Bazán, entre otras figuras literarias y periodísticas.
   Tras ser proclamada la II República, el diario sigue manteniendo el buen tono entre la “vieja sociedad”, con su severo diseño de páginas inmensas alejadas de estridencias y sensacionalismo, y romo en los alardes fotográficos que había adoptado su más directo competidor desde 1903, el diario ABC de los Luca de Tena.
   A pesar de su monarquismo llegará a librarse de la gran suspensión de periódicos antirrepublicanos con motivo de la sanjurjada de agosto de 1932. Marfil lo llevó a posiciones cercanas de Acción Española y, renegando de su pasado moderantismo y defensa del conservadurismo liberal, a partir de noviembre de 1933 el tercer marqués de Valdeiglesias y marqués de las Marismas del Guadalquivir, José Ignacio Escobar Kirkpatrick, toma las riendas del periódico familiar, asistido por Eugenio Vegas Letapie, hasta 1935, y a continuación por Jorge Vigón. A su redacción siguen perteneciendo entonces, entre otros, Gabriel Briones, Luis Ardila, Xavier de Echarri o Luis Araujo Costa, quien en 1946 publicará la biografía de La época.
   El vetusto diario se reconvierte al viejo tradicionalismo de la monarquía católica, siguiendo las ideas difundidas por el francés Charles Maurras, y como órgano de Renovación Española de José Calvo Sotelo, encuadrada en el Bloque Nacional, acusará como farsa el sufragio universal y de inútil y dañino el parlamentarismo, defenderá el autoritarismo y justificará la insurrección militar. Con motivo del asesinato de Calvo Sotelo, La época publica su último número el 11 de julio de 1936, dos días después quedará suspendida, y tras estallar la guerra civil será incautada. En sus talleres se imprimirá El sindicalista, el periódico del partido socialista de Ángel Pestaña.
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   En algunas épocas se publicó una edición matutina y una edición vespertina, con diferente numeración, por lo que se pueden encontrar algunos saltos en la colección de Hemeroteca Digital. En estos casos se han incluido ambos ejemplares en el mismo archivo.

   Pues bien, en su edición del martes 15 de marzo de 1910, aparece en una de sus páginas (a cinco columnas) ocupando la parte inferior de la cuarta columna, y superior de la quinta, bajo el título LA CORTE EN SEVILLA, interesándonos el segundo párrafo, bajo el subtítulo El general Aldave.- El paseo de los Reyes, el cual transcribimos literalmente:


La Corte en Sevilla
(DE NUESTRO SERVICIO PARTICULAR)

     El general Aldave. - El paseo de los Reyes.
     Ha marchado á Málaga, donde embarcará para Ceuta, el general Aldave.
     - En su paseo de esta tarde, el Rey llegó hasta las ruinas de Itálica, y la Reina, hasta el pueblo de Burguillos. . .
     Un anciano, vecino de aquella localidad, ofreció á la Soberana una torta que llevaba una inscripción que decía: "¡Viva el Rey!".

lunes, 21 de julio de 2025

Documentación: El Callejero de Burguillos, plano de población, en 1895

     Mostramos en Historia de Burguillos el mapa del Callejero de Burguillos, de la provincia de Sevilla, de 1895, del Instituto Geográfico y Estadístico.
     Firmado en Sevilla por el Topógrafo 1º, comprobado por el Jefe de la 16ª Brigada, y revisado por el Jefe de la Región topográfica. Se encuentra depositado en el Instituto Geográfico Nacional.


     Este documento es, a día de hoy, el plano con más detalle más antiguo de los conservados sobre el callejero de nuestro pueblo, así que es un documento de primera magnitud, para la historia de nuestro pueblo, puesto que podemos comprobar el casco urbano en esas fechas de finales del siglo XIX, en el que apenas había unas pocas calles (Real, Borbollón (actual Portugal), callejón del Pilar (actual Virgen del Valle), La Fuente, cuesta de la Iglesia (actual La Fuente), ...) los caminos de entonces, y la ubicación del Ayuntamiento, y del Cementerio... un auténtico descubrimiento...

lunes, 7 de julio de 2025

Geografía: El Majar de San Cristóbal

     Mostramos en Historia de Burguillos una pequeña reseña del paraje El Majar de San Cristóbal, lugar que toma su nombre, sin duda, de las Majadas, lugar donde se recoge de noche el ganado y se albergan los pastores, y que casi con total seguridad, en tiempos pretéritos perteneció a la Hermandad extinta de San Cristóbal existente en nuestro pueblo a mediados del siglo XVIII, y que se reorganizó en 1972, aprovechando que ayer, 6 de julio (primer domingo del mes de julio), se celebró la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, promovida por la Conferencia Episcopal Española, conmemorando a San Cristóbal, celebrado hasta febrero de 1969 como patrón de los conductores, cuando fue retirado del Martirologio Romano por Pablo VI.
     Al paraje El Majar de San Cristóbal se llega tras salir del casco urbano de Burguillos por la avenida Cruz de la Ermita, en la rotonda de salida hacia Alcalá del Río, tomar el camino que salva el Canal del Viar, y que discurre casi en paralelo con el Arroyo Paso de la Villa, y a unos 500 metros ya llegamos al paraje "El Majar de San Cristóbal", que se encuentra a la izquierda, delimitado al norte por el Canal del Viar y su camino de servicio; al este por el camino que lleva a Esquivel; al sur, el paraje "Pasada de la Villa; y al oeste, por el camino que lleva al propio paraje, en paralelo al Arroyo Paso de la Villa; estando a menos de 1 km. de nuestro pueblo y a una media de 30 y 40 m. de altitud. Señalar que todas las imágenes provienen del Instituto Geográfico Nacional.


Conozcamos mejor la Leyenda, Culto e Iconografía de San Cristóbal, imagen reseñada en esta entrada; 
LEYENDA
   Santo fabuloso cuya leyenda no se remonta más allá del siglo XI y es sólo el desarrollo de su nombre Cristóforo, que en griego significa «Porta Cristo". Originalmente, esa expresión se comprendía de manera espiritual: aquel que lleva a Cristo en su corazón. Luego se lo tomó en sentido material.
   Su nombre verdadero habría sido Auferus (bandolero), o Reprobus (maldito, réprobo). Fue en ocasión de su conversión que habría sido bautizado Cristóforo.
   Los Hechos gnósticos de San Bartolomé, compuestos en el siglo VI, hablan de un cierto Christianus cynocephalus et anthropophagus que habría sido convertido por el apóstol. Por ello, a veces le ponen una cabeza de perro.
   Según la tradición popularizada en el siglo XIII por la Leyenda Dorada, el hombre que había llevado a Cristo sobre los hombros sólo podía ser un gigante. Orgulloso de su fuerza, sólo accedió a servir al rey más poderoso del universo. Se puso al servicio de un monarca, pero al advertir que éste tenía miedo al diablo, lo abandonó para servir a Satán. Decepcionado una vez más, puesto que la vista de una cruz en un cruce de caminos bastó para derrotar al diablo; y aconsejado por un ermitaño, se comprometió a servir a Cristo, y para complacer a éste, se dedicó a ayudar a viajeros y peregrinos en el paso de un río peligroso.
   Una tarde se oyó llamar por un niño, quien le pidió que lo cargase sobre lo hombros; pero su carga se volvía cada vez más pesada, tanto, que el gigante debió apoyarse sobre el tronco de un árbol que estuvo a punto de romperse. Llegó con dificultad a la orilla opuesta, donde un ermitaño lo guió con una linterna. Entonces el niño misterioso se dio a conocer como Cristo, soberano del cielo y de la tierra. Para probárselo, le dijo a Cristóbal que plantara su cayado en la tierra, que enseguida se convirtió en una palmera datilera cargada de frutos.
   En el Niño Jesús el gigante reconoció a su amo.
   La leyenda del vado no bastó a los hagiógrafos quienes, además, copiaron del repertorio de anécdotas usuales: el gigante fue encerrado con dos bellas cortesanas, Nicea y Aquilina, encargadas de hacerlo volver al culto de los ídolos. Pero ocurrió lo contrario, las seductoras se dejaron seducir y derribaron la estatua de Júpiter, y ambas fueron conducidas al martirio. Después de haber encajado un casco calentado al rojo, Cristóbal fue atado a un árbol ante cuatrocientos arqueros cuyas flechas se debilitaron al llegar al blanco (sine ictu), o invirtieron milagrosamente su trayectoria, contra los verdugos que las dispararan. Una de ellas dio en el ojo del emperador que presidía el suplicio.
   En estas pueriles invenciones se reconoce fácilmente una copia del martirio de San Sebastián y de los santos médicos Cosme y Damián.



CULTO
   Probado desde 450 por una inscripción griega de Asia Menor, en el siglo V el culto de San Cristóbal se difundió en Constantinopla y en Sicilia.
   La popularidad de este Hércules cristiano tiene los mismos fundamentos que el [de] santa Bárbara: se lo creía protector contra una de las desgracias más temidas de la Edad Media, la muerte súbita sin confesión, que se llamaba mala muerte. Según la creencia popular, bastaba con mirar la imagen de San Cristóbal para estar durante todo el día a salvo de ese peligro.
   Esta superstición está probada por muchos refranes en latín y en francés:
          Christophorum videas 
          Postea tutus eas.
   Y, además:
          Christophori sancti speciem quicumque tuetur 
          Ista nempe die non morte mala morietur.
          Cristofori faciem die quacumque tueris.
          Ila nempe die morte mala non morieris. 
          Vigilate quia nescitis diem neque horam.
   Y para aquellos que no comprendían el latín: Regarde Saint Christophe, puis va-t-en rassuré. (Observa  a San Cristóbal, luego vete seguro.)
   Esta recomendación tenía forma de dístico mnemotécnico:
          Quand du grand Saint Christophe on a vu le portrait, 
          De la mort, ce jour là, on ne craint plus le trait.
          (Si del gran San Cristobal hemos visto el retrato 
          Ese día  la muerte no ha de darnos mal rato.)
   O bien:
          Glorieux Saint Christohpe, au matin te voyant, 
          Sans crainte d 'aucun mal, on se couche en riant. 
          (Glorioso San Cristóbal viéndote a la mañana
          Sin mal, riendo, a la noche nos vamos a la cama.)
   Ello explica el prodigioso número de imágenes gigantescas de San Cristóbal, pintadas o esculpidas, puestas en las fachadas y entradas de las iglesias, o, como en Berna, sobre las puertas de las ciudades. Era necesario que estuviesen a la vista tanto como fuese posible, y que en consecuencia, fueran de grandes dimensiones para que los fieles no perdieran tiempo buscándola en una capilla oscura. Esas imágenes preventivas o apotropaicas, resultarían innumerables si no hubiesen sido sistemáticamente destruidas después de la Reforma y del concilio de Trento.
   En Saint Junien, Limousin, hay un fresco románico que representa al santo en el brazo norte del transepto, a la entrada de la escalera que conduce a la Linterna de los muertos.
   Como San Cristóbal protegía de la muerte súbita, se lo invocaba también contra la peste. Se contaba entre los santos antipestosos, junto a San Sebastián, San Antonio y San Roque.
   Por eso en Alemania cuenta en la cohorte de los Catorce Intercesores.
   Se recurría a él contra el mal de ojo, porque una de las flechas disparadas en su contra se volvió contra el ojo del rey que lo condenara a muerte.
   También curaba las enfermedades más benignas: dolor de muelas y el panadizo.
   Hacía encontrar tesoros ocultos a quienes lo invocaban.
   Numerosas corporaciones o profesiones vindicaban su patronazgo por diversos motivos.
   1. Todos los oficios que exponían a quienes los practicaban al riesgo de la muerte súbita: en la Edad Media, los arcabuceros, en la actualidad los montañeros, automovilistas y aviadores.
   2. A causa de su gigantesca talla y de su fuerza hercúlea, Cristóbal es el patrón de los atletas, de los mozos de cuerda (facchini), de los cargadores de mercado, de los cargadores de trigo.
   3. Y por su oficio, es patrón de los pasadores, y también de los viajeros y de los peregrinos que en la Edad Media, a falta de puentes, solían vadear los ríos.
   4. En conmemoración del tronco de árbol vivo sobre el que se apoyó, es patrón de los jardineros y de los encargados de viveros y se lo invoca para la protección de los árboles frutales.
   Pese a tan numerosos patronazgos. hay pocas iglesias puestas bajo su advocación.
   Su popularidad decayó rápidamente a partir del siglo XV. Erasmo tomó partido en su contra en Enchiridon militis christiani y en su Encomium Moriae (Erasmo se burla de la ingenuidad de los tontos que se creen a cubierto de todo accidente durante la jornada, cuando se han persignado devotamente ante una imagen pintada o tallada de ese Polifemo cristiano. Para los humanistas, la devoción a San Cristóbal pertenece a la categoría de superstitiosus imaginum cultus). Ha sido víctima de la Reforma y de la Contrarreforma al mismo tiempo. El gran San Cristóbal de la puerta de Berna fue disfrazado de Goliat por los protestantes. El clero católico de los siglos XVII y XVIII, que encontraba al buen gigante comprometedor y un poco ridículo, lo hizo desaparecer de las iglesias. El muy reciente patronazgo de los automovilistas, de quienes se ha convertido en la mascota, le ha procurado un renuevo de popularidad. Uno de los principales centros de su culto es Saint Christophe le Jajolais (Sarthe). En el barrio parisino de Javel, donde se encuentra la fábrica de automóviles Citroën, hay una iglesia puesta bajo su advocación.



ICONOGRAFÍA
   A pesar de todo, la iconografía de San Cristóbal sigue siendo muy rica. Es mucho más tardía que su culto, y comienza en el siglo X.
   Su tipo iconográfico no es fijo y uniforme como el de la mayoría de los santos, y comporta tres variantes:
1. El tipo barbudo
   Igual que Cristo, Cristóbal está representado ya barbudo, ya imberbe. El tipo barbudo es el más frecuente.
2. El tipo imberbe
   No obstante a veces el santo está rejuvenecido y aparece con los rasgos de un joven imberbe. Pueden citarse ejemplos tanto en el arte italiano (Cesare da Sesto, Bueno da Ferrara) como en el germánico (retablo de Käfermakt).
3. El tipo cinocéfalo
   Un tipo más infrecuente en Occidente es San Cristóbal con cabeza de perro, cuya nariz se alarga en hocico, y tiene orejas puntiagudas y lengua colgante. Se han propuesto numerosas explicaciones para esta singularidad. Los comparatistas sostuvieron que esa cabeza de perro se había copiado de las representaciones del dios egipcio Anubis. San Cristóbal sería Anubis cristianizado.
   Según otra hipótesis, el origen de ese tema debe buscarse en las leyendas asiáticas popularizadas por el Fisiólogo y los Bestiarios, acerca de una raza fabulosa de cinocéfalos que se situaba en los confines del mundo habitado. En las Pentecostés armenias, un personaje con cabeza de perro simboliza a los pueblos que acuden desde los confines del mundo para oír la palabra del Evangelio. En el tímpano de Vézelay se encuentra un eco de esta tradición. La tercera explicación es que en los martirologios antiguos, san Cristóbal se consideraba salido de una familia cananea (genere cananeo), que los copistas transformaron por el cambio de «a» en «i», en canineo (genere canineo). No hacía falta más para difundir la creencia en un gigante con cabeza de perro. No obstante, esta hipótesis sostenida por Künstle choca contra una objeción que al menos debió discutir, y es que casi todas las representaciones de San Cristóbal cinocéfalo pertenecen al arte cristiano de Oriente, es decir, al mundo griego, y que la confusión entre cananeo y canineo sólo pudo producirse en Occidente, donde la lengua litúrgica era el latín. 
   Debe observarse que la cananea que ruega a Cristo la curación de su hija, también tiene un perro como atributo o armas parlantes.
   Por último, los evangelistas, quienes suelen ser representados en los manuscritos con las cabezas de los animales que son sus símbolos -águila, león, buey- han podido servir de modelos.
   En el arte oriental, el cinocéfalo suele estar representado con coraza y lanza empuñada. En Occidente, lo que ante todo lo caracteriza, además de su estatura de gigante, es la actitud de Cristóforo: lleva al Niño Jesús sentado o a horcajadas de sus hombros robustos. Aquí se ha sospechado la adaptación cristiana de un tema pagano: Atlas sosteniendo el mundo, o más posiblemente, Heracles llevando al niño Eros. Para los antiguos, la famosa estatua de Lisipo, popularizada por las gemas talladas y camafeos, evocaba la idea de la sumisión al Amor de los hombres más fuertes: Omnia vincit Amor. Los cristianos se habrían apropiado el tema limitándose a cambiar su significado, reemplazando al niño Eros por el Niño Jesús, y la maza de Hércules por un árbol que verdece.
   Ese bastón foliado es el atributo usual de san Cristóbal.
4. Evolución del tipo
   El tipo de San Cristóbal no ha permanecido inmutable.
   En las realizaciones más antiguas, el Porta Cristo está representado inmóvil, en posición frontal. El Cristo a quien sirve de soporte no es un niño sino un adulto, barbudo, en Majestad.
   A partir del siglo XIV, por el contrario, el hieratismo primitivo cedió cada vez más al gusto por lo pictórico. El santo está representado en marcha, avanzando penosamente en el agua del río que le llega a la mitad de las piernas, y curvado bajo la carga. Está vestido como un simple pasador, con las piernas desnudas y un turbante o cinta en la cabeza. En cuanto a Cristo, ya no es más un hombre, sino un niño pequeño vestido con una camiseta o completamente desnudo, ya sentado sobre el hombro del gigante, ya a horcajadas sobre su nuca.
   El bastón donde se apoya  el gigantesco mozo de cuerda se convierte en el tronco de un árbol sin ramas, la mayoría de las veces, una palmera, tal vez en alusión a la palma del martirio.
   El lecho del torrente está poblado de peces o sirenas, aunque esas encantadoras, antes marítimas que fluviales, no suelan remontar los cursos de los ríos en compañía de los salmones, sábalos y lampreas.
Escenas
Los tres vasallajes de San Cristóbal
San Cristóbal con el Niño Jesús en los hombros

   A diferencia de otros santos pasadores, por ejemplo San Julián, Cristóbal lleva los viajeros de una orilla a otra, sin emplear barcaza ni barca .
   El tema del Christusträger, creado a mediados del siglo XII, comporta numerosas variantes.
   En la xilografía en camafeo de Lucas Cranach (1506), el gigante cruza el río, reducido al ancho de un hilo de agua, de un paso. Esta imagen ingenua es frecuente en el arte popular.
   Una xilografía de Albrecht Altdorfer (1521), representa a san Cristóbal sentado al pie de un árbol, a orillas del río, interpelado por un niño que le pide que lo haga pasar y se dispone a trepar a su espalda.
   Pero casi siempre el gigante se yergue de pie en medio del río, con el Niño Jesús pesándole sobre los hombros. Pero se mantiene erguido a pesar de la carga sobrehumana.
   Más tarde, los artistas se esforzaron para volver visible el peso sobrenatural del Niño Jesús, representando a Cristóbal agobiado, con la espalda inclinada, como el Atlas antiguo, apoyándose con todas sus fuerzas sobre el tronco de un árbol que se dobla o quiebra. Tiene las venas hinchadas por el esfuerzo que lo agota. A veces se apoya con las dos manos sobre el árbol vivo que le sirve de bastón.
   En un dibujo de Altdorfer, el gigante llega a perder el equilibrio y cae de espaldas al río antes de alcanzar la orilla.
   Observemos, a título de curiosidades, una xilografía (Schrotblatt) señalada en el Manual de Schreiber, donde San Cristóbal pasa el vado a caballo, y una vidriera inglesa del siglo XV donde el Niño Jesús bautiza a su portador echando agua sobre su cabeza con un cántaro.
   En un fresco románico de la catedral de Bonn, Jesús, a quien San Cristóbal lleva sobre los hombros, tiene la estatura de un niño pero el rostro de un adulto barbudo.
   El tronco del árbol que sirve de apoyo al gigante está ya podado, ya con ramas y hojas. En el lecho del río nadan peces, cisnes, y hasta delfines y náyades. Sobre la orilla opuesta, junto a una capilla, siempre se ve a un ermitaño que tiene una antorcha o una linterna encendida para iluminar al pasador. Es el medio habitual que emplean los artistas primitivos para indicar que la escena ocurre durante la noche.
El martirio de San Cristóbal
   Esta serie de escenas triviales fueron tratadas con mucha menos frecuencia que el Paso del vado. El tema de las flechas que invierten su vuelo y revientan el ojo del juez o del verdugo, está copiada de las leyendas de los santos Cosme y Damián; la del cadáver arrastrado por las calles de la ciudad, de las leyendas de San Jorge y de san Marcos.
     El cadáver de San Cristóbal arrastrado por las calles (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).